Querido Óscar
Puente: EL MENOR DE TUS PROBLEMAS ES SER FEO.
Leo muy preocupada que te quejas en una entrevista de que te llaman feo. Y más preocupada todavía, que usas a tu equipo para documentar las críticas contra ti. A lo primero no deberías darle ninguna importancia. Primero, porque la belleza es subjetiva. Y segundo, porque la falta de ella siempre se puede compensar con otras cosas. Ya sabemos que el tamaño importa. El de la cartera ministerial, el de los cochazos de 180.000 euros cedidos o de los barcos prestados para veranear.
Tranquilo. Que si todo eso alcanza el nivel de poder político, los caballos de potencia o los metros de eslora adecuados, se te suben a tus vehículos hasta las rubias más despampanantes. Si no lo has probado aún, puedes preguntarle a tus excompañeros de partido Ábalos y tito Berni.
Ya te digo que ser feo o no, debería parecerte ahora mismo el menor de tus problemas. A mí me tendría más preocupada haber confesado con tanta naturalidad a la par que desvergüenza que obligas a tu equipo de trabajo a monitorizar las críticas contra ti. Destinar fondos públicos a un uso ajeno a su función, Óscar, se llama malversar. Supongo que como abogado lo sabes. Y por más que busco en la web de tu Ministerio y en el BOE, resulta que no se ha nombrado a nadie como «vigilante de palabras feas o críticas contra nuestro valiosísimo ministro Óscar Puente», ni nada similar. Por mucha rabia que te dé, ordenar algo así a tus subordinados —y subordinadas— está mal.
Imagino que, si Pedro Sánchez te mandara limpiarle los zapatos, tú, sumiso a tu líder como eres, lo harías. Pero los demás, en caso de saberlo, nos quejaríamos. Porque a ti se te ha nombrado para otras cosas. Cosas muy raras, como que haya un tren decente a Extremadura o funcione bien el Cercanías. Aunque ahora tuitees que sólo es el resumen de prensa, lo que dijiste está grabado. Y no te deja bien. Que te haga quedar como un megalómano con delirios un entrevistador que cada vez que tose escupe disidencia controlada, da bastante risa sólo de pensar en cómo acabarías si algún día respondieras a preguntas de alguien que no esté sujeto a campañas y publicidad institucional. Afortunadamente para ti, sabes que eso nunca pasará.
Publicar el recopilatorio de supuestos insultos y avisar de que tras un avance vendrán otros 195 folios, tampoco habla maravillas de tu estabilidad mental para ocupar un puesto sometido a control y escrutinio público. Que confundas insultos con legítima crítica política, lo hace incluso peor. Que incluyas fotos y nombres de columnistas para señalarlos, sólo te define como lo que eres: un político que no cree en la libertad de prensa ni de expresión. ¿Sabes quién más lo hace? Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Vladimir Putin… Te deben chiflar todos. Qué maravilloso retrato te has hecho tú solo.
Pero estimado Óscar, en realidad, ya nada sorprende viniendo de ti. Dijiste que Toni Cantó era «un mierda». Que Ayuso se roza con su testaferro (precioso y feminista). Llamaste «carroña» y «saco de mierda» a tuiteros de los dos o tres que te deben quedar sin bloquear. Y así, claro, es difícil pedir que no te digan cositas que no te gusten. Tienes dos opciones: tomarte unas tilas o contratar a tu propia Gusano. Una señora así como con pinta de mujer disfrazada de hombre disfrazado de mujer. Y que te llame Mr. Handsome. O, como ya está cogido, Mr. Wonderful. No va a colar que a nadie le salga del corazón si no es previo pago de unos varios miles de euros anuales, pero total, si tenemos que hacer multimillonario a Broncano contra nuestra voluntad con 28 milloncetes para que se note menos que la gente no está del todo feliz con vosotros, ¿qué os impide a ti y el resto de tu Gobierno tener a una señorita que te grite «¡Óscar, bonito, no te mueras nunca!»? La vergüenza y el pudor está claro que no.
Algún otro malintencionado te recomendaría que te olvidaras de semejantes absurdeces y te centraras en trabajar para ser recordado como un buen ministro. Pero yo no, querido Óscar. Yo ya sé que Patxi López y tú, cada vez que habláis, hacéis quedar a Koldo como el conde de Grantham de Downton Abbey. Se despide, con un cordial saludo, una de las ciudadanas que te paga el sueldo, aunque tú nunca hagas nada positivo por ella.
(María Durán/La Gaceta/4/4/2024.)
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