sábado, 29 de abril de 2006

NOTICIAS COMENTADAS (93)

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Leo (El Mundo/27/4/2006) que el Pleno del Consejo General del Poder Judicial aprobó ayer por unanimidad un informe favorable al anteproyecto de Ley Orgánica de Igualdad entre hombres y mujeres.

Respecto a las medidas de discriminación positiva a favor de las mujeres destaca que su fundamento y justificación constitucional está en el dinamismo que imprime el artículo 9.2 de la Constitución, que obliga a los poderes públicos a procurar que la igualdad entre individuos y grupos sea real y efectiva y a remover los obstáculos que dificulten este objetivo... Considera aconsejable una mejor precisión de los conceptos que clarifique el carácter y sentido de la norma’.


Esta cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres (o entre miembros de un determinado grupo) es de gran importancia pero, también, de gran complejidad. El problema de mayor calado se refiere a que ‘los poderes públicos deben procurar que la igualdad sea real y efectiva’.

¿Qué significa que la igualdad sea real y efectiva? Pongamos un ejemplo. Las chicas, en enseñanza secundaria, tienen mejores notas que los chicos. ¿Quiere decirse que para que haya, entre chicos y chicas, una igualdad real y efectiva hay que bajar las notas de las chicas o subir las notas de los chicos?

Supongamos que la respuesta es afirmativa. Me parece una respuesta tan ridícula que me niego a seguir comentando esta posibilidad. Queda, entonces, la respuesta negativa. Pues bien, si la igualdad real y efectiva no es esto ¿Qué es? ¿En qué consiste?

Mientras nos centremos en los resultados (igualdad real y efectiva) nos vamos a topar con grandes problemas. Esta vaga idea de igualdad real y efectiva (digo vaga porque exige mayor precisión, como el propio CGPJ reconoce) está relacionada con el ‘igualitarismo’ que invade las leyes educativas-basura de la LOGSE y la LOE. Gracias a estas leyes educativas que desdeñan el mérito y el esfuerzo, los mejores estudiantes (o muchos de ellos) tratan de disimular su superioridad como estudiantes. ¡No queda bien ser mejor estudiante! ¡Todos somos iguales! Esta bobada hace mucho daño a los estudiantes y al proceso educativo. Se ha visto en los resultados de PISA-2003. Somos los terceros por la cola, en Europa, en calidad educativa. Claro que también juegan otros factores, como la ausencia de autoridad de los profesores. Ya sabemos que esto de la disciplina y la autoridad ‘es de derechas’. Otra estupidez.

Es sabido que hay dos grandes tendencias en esta cuestión de la igualdad. Una se centra en la igualdad del proceso y la otra se centra en la igualdad de los resultados. O sea, la igualdad real y efectiva. No se trata de que una solución sea buena y la otra mala. Me conformo con decir que una es menos buena que la otra. Por ejemplo, si aplicamos la idea de igualdad procesual (igualdad en las condiciones), si los hombres y mujeres tienen las mismas condiciones, no hay más que discutir. Este sería el caso, por ejemplo, de los chicos y chicas de enseñanza secundaria. El resultado será el que será y no debe cambiarse.

Algunos dirán que las condiciones de los hombres y mujeres no son iguales. ¡Por supuesto que no lo son! ¡Tampoco lo son entre los hombres! ¡Tampoco lo son entre las mujeres! La igualdad de condiciones, en sentido estricto, ni existe ni existirá. Lo que tenemos que decidir es si estamos dispuestos permitir la continua interferencia de los poderes públicos en esta búsqueda (sin fin) por la igualdad real y efectiva, o no estamos dispuestos.

Una persona que cree que no, es la investigadora y profesora de genética en la Universidad de Sevilla, M. Tortolero. Dice así: ‘Como mujer no creo que debamos sentirnos contentas porque se nos discrimine, ni negativa ni positivamente. Como científica no admito ninguna valoración que no sea la calidad de mi trabajo en condiciones de igualdad con el resto de los científicos cualquiera que sea su sexo y condición’.

Me encantaría conocer a esta mujer. No llora, ni se hace la víctima. Seguro que vale mucho. Espero que no se dedique a la política. No le veo futuro.

Sebastián Urbina.

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