Leo (El Mundo de Baleares/31/Julio/2006) un artículo de Luis María Ansón, 'Zapatero o el embuste'.
Dice, entre otras cosas:
'El problema es que Zapatero ha mentido. Afirmó solemnemente que no había contactos ni negociaciones con la banda, con el fin de arrastrar a sus posiciones al Partido Popular y neutralizarlo, cosa que consiguió durante un tiempo. Pero se ha demostrado hasta la saciedad que el presidente por accidente no dijo la verdad. Zapatero o el embuste ... En sólo dos años, y reconociendo sus aciertos en cuestiones como el carné por puntos y, sobre todo, en acciones culturales como el centenario del Quijote, ese político in documentado, este 'ignorante abisal', según la calificación de David Torres, este hombrín sin experiencia alguna de mando, ha quebrado el espíritu de la Transición, ha agitado el fantasma de la Guerra Civil, ha colisionado frontalmente con la Iglesia, ha encendido los nacionalismo separatistas, se ha manifestado antisemita, ha devuelto a España a la penumbra internacional y ha resucitado a ETA.'
Esta larga cita, que comparto, es (aunque muy grave) lo menos importante. Por cierto, a lo antes dicho debemos añadir el insólito y antidemocrático PACTO DE TINELL. El Partido en el Gobierno se alía con partidos separatistas para aislar, civil y políticamente, al principal partido de la oposición que representa, aproximadamente, unos diez millones de votos.
Pues bien, lo más grave, con diferencia, es lo que muchos hemos venido repitiendo y que, con el peso de su prestigio, enfatiza el sociólogo Victor Pérez Díaz: 'La sociedad española ha llegado a un punto de crisis profunda, autocomplaciente, descuidada y propicia a dejarse enredar en el cultivo de sus pequeñas diferencias.'
Debemos recordar lo obvio, aunque hay muchas menos cosas obvias de lo que pudiera parecer. Las democracias no funcionan por si solas. No hay un mágico 'piloto automático' que nos permita tomar el sol, ir de copas y desentendernos de los problemas que afectan a nuestra sociedad porque el rumbo ya está fijado. No. La calidad de las democracias depende de la calidad de sus instituciones y la calidad de sus instituciones depende de la calidad de sus funcionarios y de los ciudadanos. No basta con insultar a los políticos y proclamar: ¡Yo a lo mío! Sin una sociedad civil mínimamente articulada y responsable, la calidad de la democracia se resiente. Quejarse en los pasillos no sirve.
Sin una ciudadanía informada y preocupada (dentro de ciertos límites) por las cuestiones públicas, con un sistema educativo (la LOGSE y sucedáneos) que, por ser suave, no alienta el esfuerzo, el mérito, el respeto por el maestro, etcétera, se facilita el camino hacia un empobrecimiento moral, que es la cuestión clave. ¿Por qué? Porque una ciudadanía sin principios, y sólo preocupada por su propia panza, se encuentra incapacitada para establecer límites. Y sin límites no hay sociedad civilizada ni personas civilizadas. Algunos padres colaboran en este disparate al decir a sus hijos que todo es relativo. Pues bien, si el Presidente de Gobierno miente, el progre podrá decir, ¿Quién no miente? Si se formula de manera más suave, afirmando que el Presidente no dice la verdad podrá preguntarnos, mirándonos a los ojos con suave displicencia: ¿Qué es la verdad? O sea, Pilatos versión progre.
Mientras come, distraidamente, la última gamba del plato, dirá sonriente: ¡No paaaaasa nada!
Este es el problema más grave. Si lo que antes he dicho fuera cierto de una parte importante de la ciudadanía, tenemos el Presidente que la sociedad española se merece. Iba a decir, 'Que nuestra patria se merece' pero he recordado que el Presidente proclamó: 'Mi patria es la libertad'. De modo que debo concluir: 'Tenemos el Presidente que nuestra libertad se merece'. ¡Qué calor!
Sebastián Urbina.
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