jueves, 1 de julio de 2021

DICTABLANDA

 

Dictablanda: una visión de conjunto

Antes las dictaduras se imponían por la fuerza, pero respetaban la verdad. Estaba claro quién mandaba, quién censuraba y en qué términos, cómo se adoctrinaba en las aulas. Se hacía abiertamente.

Ahora la técnica se ha refinado. Se trata de mandar igual, pero sin que la mayoría lo note demasiado, al menos hasta que sea tarde para resistir. Se cuenta el cuento de la democracia, pero en la práctica la participación política se reduce a elegir entre los candidatos que el propio ‘sistema’ presenta. Y si se cuela algún ‘antisistema’, le cae la del pulpo. Mientras, el resto de libertades se van limando poquito a poquito, para no alarmar.

Se censura sibilinamente, mediante el control de los medios y las redes sociales. Quien se mueve no sale en la foto, o sea, en las noticias. Se le expulsa del foro público de internet o hasta del puesto de trabajo. Como al profesor a quien han castigado sin empleo y sueldo por decir que los ‘trans’ genéticamente no existen, puesto que sus cromosomas seguirán siendo XY o XX. Hay verdades científicas evidentes que hoy no se pueden decir. O como Twitter al diputado de VOX Francisco José Contreras, cuya cuenta ha suspendido (“y no se reactivará”). Por incitar a la violencia, cosa que por supuesto, no hizo. Contreras ya fue suspendido por escribir que “un hombre no puede quedar embarazado”. Ahora, denunciaba precisamente que la ultraizquierda pretende silenciar a la disidencia, mediante la estratagema de alegar que tienen un “discurso de odio”.

Ya saben: si criticas la ‘Ley Trans’ o señalas que ‘en ocasiones veo arcoíris’, como el niño de El Sexto Sentido, ahora que los tenemos hasta en la sopa, automáticamente eres tránsfobo u homófobo y debes ser censurado por incitar al odio. Nada más lejos de la realidad, naturalmente, pues católicos como Contreras o un servidor nos oponemos a estos desvaríos por amor al prójimo, incluyendo a las pobres víctimas de estas situaciones que ahora se promueven por oscuros intereses.

Por supuesto que mucha gente se adhiere a estas nuevas ideologías por convencimiento, creyendo que hacen el bien, pero no se engañen, si se han difundido tanto en tan poco tiempo es por el apoyo descomunal que se les brinda desde instancias internacionales, en forma de chorro de dinero (¡en gran parte procedente de nuestros propios impuestos!) y de presiones informales. Por eso ahora en la Eurocopa tenemos el placer de contemplar a los capitanes arrodillados con brazaletes arcoíris, y publicidad multicolor mostrándose continuamente en las vallas publicitarias, gracias a las grandes corporaciones.

Y muchos creen que es por bondad: por no discriminar a los homosexuales ni a los trans, o por proteger a las mujeres, en el caso de la violencia de género. Pero ¿cómo se explica el chorro de dinero por las en torno a 50 víctimas anuales del ‘terrorismo machista’, como lo denominan, mientras se ignora a las 4.000 personas que se suicidan cada año en España? ¿Y el show que han organizado, destruyendo los principios más básicos del Derecho, por las escasísimas personas ‘trans’ que hay? En Suecia se han multiplicado en un 1.500% en una década (ABC). Porque por supuesto, las medidas son contraproducentes: multiplican los casos, e incrementan la tensión, por una situación que estaba prácticamente normalizada.

Por eso algunos, cada día más, vemos una intención oculta en la promoción de estas ideas. Son demasiado absurdas y se les dedica demasiado empeño. Básicamente son las siguientes: 1) ‘Ideología de género’, en su doble y contradictoria vertiente: feminismo radical y LGTBI. 2) Ecologismo radical (cambio climático catastrófico). 3) Racismo (especialmente en el ámbito anglosajón) e indigenismo (en Hispanoamérica). 4) Nacionalismo separatista. 5) Desgaste de la clase media a través de impuestos confiscatorios. Y casi podríamos añadir otra: 6) Totalitarismo sanitario (exageración de las medidas de control requeridas por un virus que resulta ser probablemente artificial, financiado con fondos públicos chinos y estadounidenses).

¿Qué interés podrían tener las élites en promover estas nefastas ideas? 1) Dividen y enfrentan a la población, facilitando su control y manipulación. 2) Debilitan a la familia, institución intermedia básica y por tanto rival del control estatal, sin la cual el individuo queda en gran medida aislado y desprotegido. 3) Impiden al ciudadano medio la posesión de un patrimonio que le garantice una cierta independencia y libertad, fomentando por el contrario la dependencia económica del Estado, que dificulta la disidencia. 4) Debilitan a los Estados nación, facilitando una gobernanza global. 5) Control demográfico. 6) Cabe añadir que la filosofía materialista subyacente debilita también a la religión, en especial la cristiana, que constituye otro obstáculo (el principal, a mi juicio) en su afán de dominio.

Hay que agradecer el detalle de no recurrir a la violencia, al menos de manera generalizada y por el momento, sino sólo a la mentira y a la censura. Si no te importa mucho, quizás hasta puedas llevar una vida medio pasable, con alguna cañita, Tinder, Netflix y videojuegos. Sin embargo, a todos nos iría mucho mejor en una sociedad realmente libre. A la élite también. Ojalá lo vean.

(MallorcaDiario/1/7/2021.)

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