miércoles, 6 de septiembre de 2023

¿QUÉ REALIDAD?

 

¿Qué realidad?

Por Sebastián Urbina

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‘Lo que hay que cambiar en Vox. Si Vox no consigue conectar con su electorado potencial a través de mensajes tangibles va a desaparecer en cuatro años. La política es ajustarse a la realidad’. (Jorge Wilches/TheObjective.)

Reconozco que no sé si Vox desaparecerá, o si remontará. Me interesa otro aspecto. Me refiero a la política entendida como ‘ajustarse a la realidad’.

¿Qué realidad? Durante la Transición democrática, España dejó atrás el régimen franquista y pasó a regirse por una Constitución que restauraba la democracia. O sea, no se respetó la realidad existente. Se trató de cambiarla. ¿No era esto hacer política?

El ser humano utiliza- inevitablemente- un doble lenguaje (entre otros), el descriptivo y el normativo. Necesitamos utilizar el lenguaje descriptivo porque necesitamos saber lo que sucede realmente. Cómo es la realidad en la que estamos.

Una manera perjudicial y peligrosa de vivir, es desvirtuar la realidad con descripciones engañosas. Por supuesto, nunca hacemos una completa y perfecta descripción de la realidad. Nuestras descripciones de la realidad se parecen a un mapa, no a una foto. En todo caso, si nuestras descripciones de la realidad fallan groseramente, nos perjudican mucho.

Pero, además, de describir la realidad que nos envuelve, de la manera más precisa posible, utilizamos un lenguaje normativo. No por casualidad, o por capricho. Forma parte de nosotros mismos. O sea, hablamos de lo que debe ser.

Y de ahí nos vamos a la política.

Un pensamiento político muy conservador ofrecería a los votantes, ajustarse a la realidad existente. Esto significa que la realidad que vivimos es ‘lo bueno’. Si no fuera ‘lo bueno’, querríamos cambiar esta realidad, en vez de ajustarnos a ella.

Y ahora entramos en la cuestión de ‘la medida’. Seguramente por influencia aristotélica rechazo los extremos, aunque, a veces, no haya acuerdo en su identificación.

En cualquier caso, rechazo el extremo conservadurismo, que supondría ajustarse a la realidad que hay, en la mayor medida posible. Y también rechazo el otro extremo, el que quiere hacer borrón y cuenta nueva. O sea, la extrema izquierda.

La opción menos mala me parece el reformismo permanente. No de palabra, que es el engaño habitual de los reformistas de salón, sino el reformismo permanente real. Si no es reformismo permanente real, se convierte en conservadurismo extremo. Lo que es un peligroso fracaso. ¿Por qué?

Porque la vida cambia, y en el mundo actual, la vida cambia más y más deprisa que en ningún otro momento de la historia de la humanidad. De modo que no reformar es quedarse atrás. El mundo real sigue adelante y el mundo político vive una peligrosa ficción.

Antes de pasar al otro extremo, diré algo de la propaganda. Todos los gobiernos desarrollan una propaganda. Y esto es así porque la mera fuerza no basta para gobernar. Se requiere autoridad y la autoridad está ligada a la legitimidad. Cuando ya no se cree en legitimidades trascendentales, hay que acudir a legitimidades inmanentes. Es lo típico de nuestras sociedades modernas occidentales, en la que hay separación Iglesia/Estado.

Cuanta menos libertad hay, la propaganda es más falsa y manipuladora. Es lo típico de los gobiernos totalitarios. Fascistas, comunistas y nazis.

Ahora bien, las democracias actuales- unas más y otras menos- sufren un proceso de degradación. Un ejemplo. El gobierno de Pedro Sánchez, con sus socios comunistas- la doctrina más criminal del siglo XX, con los nazis-, golpistas catalanistas- que anuncian otro golpe de Estado- y los filo etarras de Bildu- que nunca han condenado los asesinatos de ETA-, es un ejemplo de la grave degradación de la democracia española. Con un agravante añadido. Que no produce el escándalo que debería producir en una sociedad que fuese democráticamente sana. Demasiados borregos.

Termino con el otro extremo. Es una visión de extrema izquierda que quiere dar la vuelta al calcetín, aunque la historia enseña- repetidamente- que esto es un dramático fracaso. Tristemente, sigue habiendo analfabetos políticos que se entusiasman con el ‘mundo feliz’ que los demagogos sin escrúpulos les prometen.

Así que ‘ajustarse a la realidad’ de un gobierno socialista y sus socios comunistas, golpistas y filoterroristas, es ajustarse a ‘la nueva izquierda reaccionaria’. Una ‘realidad’ que apesta a cualquier persona decente, que no sea estúpida. La penúltima infamia es la traición de Sánchez con sus socios antiespañoles, Puigdemont (fugado de la justicia) y Otegi (encarcelado por terrorismo). Esperando turno, el PNV y ERC. Aunque, lo realmente grave- dicen las criadas mediáticas subvencionadas, el feminismo empoderado y masas aborregadas-, es el beso del impresentable Rubiales. ¡Qué desenfreno!¡Qué escándalo! Pero, ni caso de la niña de diez años violada en Tarrasa por un inmigrante... ‘Somos la izquierda feminista’.

La libertad y la democracia no se defienden solas. A los que quieren convertir España en Yugoeslavia, - y a los que miran- recuerdo que terminó destruida por conflictos bélicos.

La pereza y la cobardía son las causas de que una gran parte de los hombres permanezca, gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida’. (I. Kant)

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