viernes, 25 de marzo de 2022

EL MÉTODO

 

El método

Por Gabriel Le Senne

Cada semana se presenta el problema de elegir sobre qué escribir. Los asuntos de actualidad política y económica son muchos, y además están las experiencias personales. Pero todo se puede abordar con la misma técnica. Si se la desvelo, podrían adivinar qué opinaría de cualquier asunto. Pero ojo, no dejen de leerme: les propongo imaginarlo primero y compararlo con la realidad después. Y si creen que me desvío, lo discutimos.

Es muy sencillo. El primer factor son las enseñanzas de la Iglesia Católica. Claro, para esto hay que conocerlas, pero en caso de duda internet está lleno de información. El segundo factor es el liberalismo, pero como esta palabra tiene múltiples significados, precisemos: economía de mercado, gobierno limitado.

Ya está. Así se sencillo. Con estas dos coordenadas y algo de sentido común, podemos situarnos ante cualquier problema político, económico, jurídico, moral y hasta filosófico. Luego, claro está, hay que conocer los hechos. El caso. Para ello hay que saber informarse, cosa que cada día tiene más de arte, porque abundan las exageraciones, las medias verdades, las versiones sesgadas y la ocultación de lo que no interesa, cuando no directamente mentiras groseras. Para ello es esencial elegir bien los medios y tener en consideración el sesgo de cada uno. Sí, perdón por las obviedades, pero esto que parece obvio, me temo que lo practica una mínima parte de la población. Aunque seguro que muchos de mis (pocos) lectores. Sí, es usted una minoría selecta. Gracias por su paciencia. Y si no es familia ni amigo, debería serlo.

Ahora, pongamos el método a prueba. Examinemos, por ejemplo, la inflación. Bien, la inflación recordarán que empezó a elevarse antes de la guerra. Tenía que ver con las acciones de los bancos centrales, que incrementaron enormemente la masa monetaria para financiar las medidas ‘covid’. A eso añadimos ahora el impacto de la guerra. O mejor dicho, el impacto de las sanciones impuestas por ‘Occidente’, porque Rusia no ha dejado de suministrar gas ni petróleo. De modo que, por ambos motivos, la inflación viene causada por los gobiernos occidentales.

En cuanto a la actual crisis de desabastecimiento, es un problema local causado por la incapacidad de nuestros gobernantes para reaccionar ante estas circunstancias. Es evidente que los sectores más afectados necesitan ayudas para evitar problemas mayores ante una situación —esperemos— excepcional. Lo más rápido y sencillo sería reducir los impuestos a los carburantes, pero la solución típicamente socialista será dar ayudas puntuales: más complicado, pero así quedan bien. Lo de siempre, nos quitan diez, nos devuelven uno, y encima los agraciados estarán agradecidos. Además colocan amigos para quitar diez y para devolver uno. Negocio redondo para ellos y sus amigos; ruina para el país.

Siguiente asunto: la guerra. Evidentemente, está mal. A nadie puede gustarle una guerra. Ahora bien, cuando hablamos de geopolítica, como dice Vicente Miró, el análisis debe desplazarse del plano moral al de la lucha por el poder. La lucha real es entre Estados Unidos y Rusia, con Ucrania como víctima principal y Europa como víctima accesoria. Incluso podría considerarse que el enfrentamiento real es entre Estados Unidos y China, con Ucrania, Rusia y Europa en medio. Ahora que está de moda la violencia vicaria, aquí tendríamos un caso. Decía Frédéric Bastiat que si las mercancías no cruzan las fronteras, lo harán los ejércitos. Lo que hay debajo de lo que vemos es una guerra económica, en la que Estados Unidos trata de mantener sus privilegios —pongamos que hablo del dólar—, mientras que China, Rusia y compañía se los comienzan a disputar.

Al final, es siempre la misma lucha por el poder y el dinero, aliñada con odios ancestrales por cuestiones de lenguas, razas, fronteras. Es la misma película en tantos puntos del globo… ¡Incluso muy cerca nuestro!

Como contraste, y por cerrar el círculo, últimamente he tenido bastante contacto con la muerte. Algunas, de amigos ejemplares de edad provecta, el lógico final a nuestra existencia terrena. Otras, inesperadas, demasiado tempranas y por ello más dolorosas.

En un retiro espiritual de los de antes, las niñas al cruzarse intercambiaban una especie de santo y seña:

– Morir habemos.

– Bien lo sabemos.

Ojalá tomáramos nota y dejáramos de pelearnos como niños malcriados.



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