sábado, 17 de junio de 2006

ARTÍCULO (JUNIO/2006)

ARTÍCULO

Ahora que estamos en pleno Mundial de Fútbol rescato uno de mis viejos artículos.



¡gooooooool!

¡España! ¡España!, Nuria estaba despendolada. Se había puesto de pie con los brazos en alto y aullaba el gol que había metido Morientes. Su padre, Jordi, estaba acurrucado en un sillón mirándola atónito e indignado. Aprovechando que Nuria encendía un cigarrillo, sugirió cambiar a TV3. Dijo, ‘Fan un reportatge molt interesant sobre la cría del tomatec a la terra ferme’, pero la mirada asesina de Nuria le disuadió. Se desentendió del clima españolista que inundaba su casa (¡si lo viera el abuelo Adrià!) y se preguntó qué había hecho mal. Le había hablado del Decreto de Nueva Planta, de Franco y de la opresión secular. De Prat de la Riba, de la hegemonía burguesa de la ‘Lliga’, de Cambó, de la Esquerra, con Macià y Companys y muchas cosas más.

Hete aquí que su hija, Nuria, estaba aplaudiendo al opresor, sin rubor ni sentimiento de culpa. Pensó en la normalización lingüística. Se han quedado cortos. Lo que necesitamos es una normalización ideológica. Mientras estaba haciendo planes para una recuperación en toda regla sonó el timbre. Riiing. María, la esposa de Jordi abre la puerta a Rubén, un simpático ecuatoriano que sale con Nuria. Al pasar junto a Jordi le saludó, ¡Hola Jordi!. Éste hizo un mínimo ademán con la mano derecha en forma de saludo como si estuviera absorto con el partido de fútbol. En realidad, había decidido no mirar a la otra víctima del opresor y su vista se fijaba en un lugar intermedio entre el televisor entreguista y una ventana que daba al patio interior. De tanto mirar había descubierto una pequeña mancha de humedad en la parte superior derecha de la ventana. Se adivinaba un incipiente descascarillado en la pared. ¡Todo pasa!, pensó para sus adentros.

Rubén estaba animoso como siempre. Se le ocurrió decir que ya que Ecuador no podía ganar que ganara España. ¡Aquello era demasiado! La bota española les había colonizado y oprimido. En vez de sentirse como él, un resistente, se alegraba de las victorias del enemigo. ¡Y podría ser familiar suyo! Pensó en las ventajas de las parejas de hecho. Pero no le duró mucho tiempo la felicidad. ¡Y si tienen un hijo! Al menos que le pongan Atahualpa, ¡pero este ‘vendido’ es capaz de ponerle Francisco Pizarro!

María sacó unas cervezas y unos taquitos de jamón. Se le notaba que era de Teruel. Gracias María, dijo Rubén. Éste miró a Jordi quien se puso la mano derecha en el estómago simulando algún problema estomacal. No terminó aquí la cosa. Un pase medido de un jugador periférico que debería negarse a jugar con la camiseta española y ¡zas! Otro gol. ¡Gooooool! Esta vez Nuria y Rubén saltaban alborozados, abrazándose. Jordi vio la batalla perdida y, una vez que los ánimos se calmaron, amagó un movimiento estratégico. ‘En realidad- dijo- lo que a mí me gustaría es que ganaran los de Camerún’. Era toda una declaración de principios. Frente a la opresión blanca, y encima españolista, él reivindicaba el internacionalismo futbolero. Pero no colaba. Le conocían bien.

Olores mezclados y, a veces, irreconocibles entraban silenciosamente en el salón. A fritura, a caballo, a coche de gasoil, a tufo y a jazmín, un jazmín de la India que tía Merche, como la llamábamos todos, tenía en su pequeño vergel. Una terraza llena de macetas que cuidaba con mimo y explicaba con rigor científico. ‘Este año las petunias van mejor que el hibiscus; ¡y no digamos nada de la pereskia! Tía Merche se asomó a la calle y vio a Rubén y Nuria. ‘Adiós majos’, les dijo. Ellos se volvieron exultantes, ‘Hemos ganado’. Mientras les miraba con gozo musitó, ‘Este Barça últimamente lo gana todo’.

Sebastián Urbina.

Junio 2002.

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