miércoles, 3 de junio de 2020

NACIONALISMO. NO SOMOS IGUALES






NACIONALISMOS. NO SOMOS IGUALES.

Decía Miguel de Unamuno: ‘Soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio». Así expresó Miguel de Unamuno su amor y pasión por España, de lo que dejó constancia en algunos de sus textos. Es el caso del artículo País, paisaje y paisanaje, publicado el 22 de agosto de 1933 en el periódico Ahora, e incluido, posteriormente, en el libro ‘Paisajes del alma’.

 
Pero no todos los sentimientos son iguales.

Si el patriotismo español fuese, por ejemplo, como los antes llamados nacionalismos periféricos (ahora separatismos antiespañoles), el sistema público de enseñanza, en toda España, sería exclusivamente en lengua española. Es lo que hacen los nacionalismos actuales. Los padres castellanohablantes no pueden (o tienen grandes dificultades) para escolarizar a sus hijos en español. De ahí que los nacionalismos periféricos sean, y así lo han demostrado repetidamente, excluyentes, discriminatorios e intolerantes. Aunque nieguen los hechos. Por eso la mentira es una de sus grandes especialidades. Sin embargo, mucha gente se ha enterado, aunque algunos no se atrevan a decirlo en público, por si acaso. Especialmente si viven en los ‘territorios comanches’.



Saben lo que les pasa a los disidentes, como el famoso Albert Boadella, (y tantos otros) que tuvo que marcharse de Cataluña. Así entienden la libertad en el Oasis, y en otros nacionalismos periféricos.

 


En cambio, el patriotismo español, no sólo ha permitido sino que ha reconocido legalmente el uso del catalán, euskera, gallego, en todos los ámbitos, hasta hacerlos cooficiales. Con una profunda y amplia descentralización política, deslealmente utilizada por los nacionalistas. O sea, el patriotismo español es incluyente, no excluyente, como los nacionalistas periféricos.

 

De esta generosa inclusividad se han aprovechado los separatismos antiespañoles para excluir el castellano, o español, de las instituciones. Este es su verdadero rostro. El desprecio por la libertad de los que no son de su tribu.

El ser humano, aunque haya contadísimas excepciones, no sólo tiene sentimientos hacia otros seres humanos o animales no humanos. También tiene sentimientos hacia entes colectivos. Es inevitable tener emociones y sentimientos hacia la ‘patria’. Por ejemplo, yo no tengo ni puedo tener los mismos sentimientos hacia Madagascar (con todos mis respetos) que hacia Mallorca y hacia España. El problema no es éste.

 

El problema es si tales sentimientos, que son prácticamente inevitables, se sacralizan, junto a sentimientos de superioridad frente al ‘forastero’, el maketo, o el charnego. Es normal tener sentimientos positivos hacia la patria, pero es despreciable que en nombre de la misma se rechacen o minusvaloren las personas que no tienen los mismos sentimientos, o los mismos orígenes.



En resumen, los supuestos intereses de la nación sacralizada (gestionados por los comisarios políticos nacionalistas), no deberían estar por encima de los intereses de las personas de carne y hueso, si hubiere conflicto entre ellos. Pero lo están. El siguiente paso de los separatistas es discriminar a los castellanohablantes (charnegos, forasters o maketos) por ser ‘enemigos interiores’ de sus naciones, convenientemente ‘sacralizadas’.




Por no hablar de la quema de banderas españolas, silbidos al himno nacional, quema de fotos del Rey y otras muchas ofensas a España que, en parte, se han exhibido en las televisiones periféricas, pagadas con los impuestos de todos los españoles. O sea, sectarios, intolerantes, victimistas y xenófobos.


Por cierto, las televisiones nacionales españolas no han hecho lo mismo que ellos, lo que muestra, una vez más, las diferencias entre el patriotismo español y los nacionalismos periféricos. A tal efecto, recordemos el conocido, ‘me cago en la puta España’, en la TV3 catalana, en 2006, del cómico Pepe Rubianes y jocosamente comentado por el presentador, entre las risas periféricas del auditorio. Para más vergüenza, la entonces Ministra de Defensa, la socialista Carmen Chacón, se puso un suéter, en una manifestación ‘progresista’, que decía: ‘Todos somos Rubianes’. Todos los que eran como ella, naturalmente. La gente decente no es así.




¿Algún insulto parecido- con risas incluidas-, en la televisión española, contra las ‘sagradas’ naciones periféricas?
Por no hablar de la absurda e injusta ley electoral que privilegia a los nacionalistas. Recordemos que, en las elecciones de 2008, 300.000 votos le valieron al PNV para conseguir seis diputados. Pero 303.000 votos le valieron a UPyD para conseguir un solo diputado. ¿Cómo pagan estos inmerecidos e injustos privilegios? Con chantajes, ofensas y deslealtades.




Sólo un inciso para criticar, muy duramente, a PP/PSOE, que han permitido- con su irresponsable inacción- que los declarados enemigos de España, tuvieran ventajas inmerecidas. Que han aprovechado a lo largo de décadas, hasta culminar en un golpe de Estado, perpetrado por los separatistas catalanes en 2017. Pero, tranquilos. El vicepresidente Iglesias acaba de pedir (29/mayo/2020) la libertad de los golpistas condenados por el Tribunal Supremo. ¡Pobrecitos!


A mí no me preocupa que alguien tenga sentimientos positivos exclusivos hacia Cataluña, País Vasco o Galicia, y negativos hacia España. Es lo típico de las enfermedades identitarias. Lo que crítico, y muestra la decadencia y corrupción de nuestra clase política y de nuestra democracia, es que tales sentimientos y comportamientos excluyentes conduzcan a privilegios y ventajas económicas y políticas. Y que, en nombre de estos sentimientos excluyentes, se impida que los padres castellanohablantes (o los que quieran) puedan escolarizar a sus hijos en castellano o español. La lengua oficial del Estado.



Aunque no puedo evitar que me lean separatistas antiespañoles, no escribo para ellos. Escribo para los convencidos y para los dubitativos. También escribo para los que se han creído, de buena fe, la proclama nacional-periférica, de que ‘todos los nacionalismos son iguales’.

Este es el burdo intento de blindar sus creencias nacionalistas excluyentes. Si todos los nacionalismos fuesen iguales, ningún españolista (supuestamente nacionalista) podría, legítimamente, criticar a los nacionalistas periféricos. Porque serían iguales. Pero no somos iguales. ‘Cree que ladrón (nacionalista periférico) que todos son de su condición’.



La mayoría de los españoles somos patriotas. Si fuésemos nacionalistas identitarios, como ellos, ya se habrían enterado. Los discriminaríamos. Como ellos hacen con los que no son de su tribu sectaria, xenófoba y excluyente. Aún así, tienen compañeros de viaje, tan despreciables como ellos. Y están en el propio gobierno socialcomunista.
No, los patriotas españoles no somos como ellos. 

Afortunadamente, y sin pedir perdón.

(Sebastián Urbina/MallorcaDiario/3/6/2020.) 





 


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