miércoles, 12 de febrero de 2025

SEXO Y PODER (2ª parte)

 Verdades y mentiras sobre la erótica del poder - Chic

 

SEXO Y PODER. (segunda parte.)

Hay, además, otra cuestión importante. Se ha dicho repetidamente que la capacidad de aplazar las gratificaciones (del tipo que sea) no sólo es una muestra de madurez, sino que es un aprendizaje para alcanzar la madurez. Pues bien, la persona impaciente, la persona apresurada, quiere lo que quiere, ahora mismo. Si aceptamos que la sexualidad masculina es más compulsiva que la femenina (en general), y que los hombres, en general, son muy vulnerables a las insinuaciones femeninas (como dice el informe médico), parece que a las mujeres (en general), se las ponen como a Fernando VII para poder influir, controlar o manejar a los hombres. Dicho resumidamente.

 Es cierto que el amor, un sentimiento importante y complejo del que no voy a hablar, puede impedir que algunas mujeres ‘se aprovechen’ de esta superioridad, pero la tentación está presente.

Ahora bien, el mismo informe dice, también, que los resultados que hemos comentado, no son necesarios. Es decir, los hombres no son marionetas que, necesariamente, sean manejadas por las ‘armas de mujer’, convenientemente utilizadas. Sin embargo, los hombres no habituados a la reflexión sistemática, son más propensos (aunque nunca hay garantías absolutas) a ser influidos, controlados o manejados por las ‘vistas e insinuaciones femeninas’ de las que habla el informe. En este sentido, hay hombres que, habitualmente, no piensan con el cerebro sino con las partes bajas. Estos son, tendencialmente, los más vulnerables a las ‘armas’ e insinuaciones femeninas. Y los más propensos a reacciones violentas si no se cumplen, inmediatamente, sus deseos. Aunque no los únicos.

Hay, además, la ‘voluntad de poder, que, según Nietzsche, formaría parte de la naturaleza humana. No se trata de esclavizar al otro, en sentido literal. Se trata de conseguir lo que yo quiero, y no lo que quiere el otro: ir de vacaciones al sitio que me gusta, llevar al hijo al colegio que me gusta; poner las cortinas que a mí me gustan; ir a cenar al sitio que a mí me gusta; comprar el coche que a mí me gusta, etcétera. Esto lo puedo conseguir si tengo algún ‘poder’ capaz de influir, manipular o amenazar al otro.

En este momento podemos apelar a Hume. Si es cierto, como él dice, que las dos emociones básicas son, el amor a uno mismo (egoísmo) y la simpatía altruista (afinidad, compasión), el egoísmo que todos los seres humanos tenemos puede suavizarse, compensarse o vencerse por la simpatía altruista.

 Dicho con otras palabras, una mujer que tiene una ‘superioridad’ sexual (en el sentido indicado) sobre un hombre determinado, puede no aprovecharse de esta circunstancia si su egoísmo puede compensarse por el amor que siente por este hombre, o por conveniencia. Por ejemplo, porque considera que sus hijos estarán mejor con este padre. Pero, cuidado, se trata de equilibrios inestables. Si tengo ‘un poder’, la tentación es ejercerlo a mi favor.

En última instancia, estos conflictos con uno mismo (¿me aprovecho o no me aprovecho?) desembocan, explícita o implícitamente, en conflictos morales. En este sentido, que cada uno apechugue con su conciencia de acuerdo con su escala de valores. A pesar de que los seres humanos, mujeres y hombres, tenemos la tentación del autoengaño.

Veamos lo que nos dice el sociólogo Jon Elster: ‘Las creencias pueden ser subvertidas por las pasiones a las que supuestamente sirven’. La expresión de deseo – la tendencia a creer que los hechos son como a uno le agrada que sean - es un fenómeno difundido cuya importancia en los asuntos humanos nunca se acentúa en medida suficiente. O sea, autoengaño.

Freud lo explicaba en relación con el ‘principio del placer’, la tendencia de la mente a buscar la gratificación inmediata’.

¿Significa todo lo dicho que las mujeres son ‘malas’ y que los hombres son ‘buenos’? Esto es una estupidez. Una estupidez defendida por las feministas, en otro sentido. O sea, las mujeres (buenas) y los hombres (malos).

 Aunque en la vida hay aprovechados, de todo sexo y condición, la opción mejor es, siempre, intentar obtener el amor del otro. Claro que no siempre es posible conseguirlo. En todo caso, escuchemos al doctor Gregorio Marañón, ‘Amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad’.

Terminemos. La neurosiquiatra norteamericana Louann Brizendine ha dicho, en su libro ‘El cerebro femenino’: ‘Luego, entre los 9 y 15 años, los chicos multiplican su testosterona por 25 y el resto de la vida viven esclavizados por ella’.

Incluso si entendemos ‘esclavizados’ en sentido débil, parece que está apoyando lo que se ha escrito en este artículo. ¿Se aprovechan las mujeres de esta 'esclavitud' en su propio beneficio? Creo que debe eliminarse la generalización ‘las’ mujeres. Y también, ‘los’ hombres. Las generalizaciones- habituales en políticos demagogos, cantamañanas y gilipollas varios- son falsas.

Que cada uno asuma su propia responsabilidad moral. Aprovecharse o no, de otra persona, es una cuestión moral. Mírate al espejo y decide, honestamente, si eres una persona respetable.

O si eres un manipulador/manipuladora, que trata ‘al otro’ como un medio para conseguir tus objetivos. Y no lo tratas, como decía el maestro Kant, como un fin en sí mismo.

Si manipulas, eres un despreciable manipulador/manipuladora. Seas un ser de luz con megatetas, o un hombre. Con perdón.

 

Sebastián Urbina.

 

 

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