lunes, 26 de marzo de 2007

NOTICIA COMENTADA (251)





Leo (ABC/25/3/2007) una entrevista realizada al famoso historiador y filósofo francés, Max Gallo. Dice este popular intelectual francés que Francia se encuentra en una encrucijada decisiva para su destino. Veamos algunas de sus opiniones.

Pregunta 1. Usted habla de un país víctima de una enfermedad del espíritu, la más grave, la de un pueblo que duda, que ha perdido la fe en su historia, su identidad nacional ...

Respuesta 1. Una parte importante del pueblo francés sufre profundamente, porque teme, con razón, que la nación pueda convertirse en un mero conglomerado de comunidades, etnias, regiones, partidos políticos ... Hemos llegado a un momento en el que incluso la palabra nación se ha convertido en algo sospechoso.


Me alegra, y me entristece al mismo tiempo, que un personaje tan destacado como Max Gallo muestre el grave peligro que acecha a Francia. Me alegra porque yo pienso lo mismo, pero aumentado, de España, y me entristece porque una sociedad capaz de renunciar a sí misma no merece sobrevivir como tal. Me refiero a supervivencia cultural. Dado que no dependo de los votos digo lo que honestamente pienso. No hay garantías de que sea verdad. ¡Sólo faltaría que fuera infalible! De lo que sí hay garantías es de que digo lo que creo que es la verdad, después de haber reflexionado muchas veces. No digo lo que me conviene, o lo que queda bien. Además, me gustaría equivocarme.

España tiene una enfermedad parecida, pero más agravada. ¿Por qué? Básicamente, aunque no exclusivamente, por los nacionalismos periféricos y por una izquierda que va de su brazo. Al hacerlo, renuncia (en mayor o menor medida) a la nación española. Ya saben, casposa, antigua y reaccionaria. En Francia, al menos, la candidata socialista Royal ha pedido que los franceses tengan una bandera en su casa y sus mítines terminan con la Marsellesa. En España, la izquierda es mucho más idiota, en general. Pero una izquierda más idiota sólo puede triunfar con una ciudadanía que está a su altura. Y con esto no digo que ''la derecha'' no haya cometido serios errores. Los ha cometido. Tal vez el más grave ha sido la renuncia al debate de las ideas. ¡Grave error!

Pregunta 2. La crisis quizá tomó su giro político más llamativo durante el primer septenio presidencial de Mitterand, cuando usted afirma que ''la mentira y la estafa se instalaron en el corazón de la República''. Fue entonces cuando los símbolos y los temas de la soberanía nacional se abandonaron a la extrema derecha. ¿Cuál fue la parte de demagogia, cálculo político e indiferencia en ese terreno finalmente crucial?


Respuesta 2.
La izquierda francesa era internacionalista, y se transformó lentamente al europeismo. Para ella el patriotismo y la nación era y quizá siga siendo, algo arcaico y peligroso.


Como he dicho antes, los socialistas franceses no son tan idiotas (en general) como los socialistas españoles. Ahí está el caso de S. Royal, la candidata socialista. La diferencia es que los socialistas homologables (que no se avergüenzan de la nación, ni de su bandera ni de su himno) están marginados. Caso de N. Redondo, R. Díez, G. Mora y tantos otros. Recordemos que cuando se izó una gran bandera española en la plaza Colón de Madrid, destacados socialistas (?) dijeron que ''podría herir diferentes sensibilidades''. La gente políticamente correcta dijo, como mínimo, ''se han pasado''. Este es el personal. Pero, increíblemente, lo que es malo para España es bueno para Cataluña o el País Vasco. Ellos sí pueden agitar las banderas que quieran. Estos son los socialistas españoles. Muchos. Demasiados.


En cuanto a la 'jugada' de Mitterand, abandonando los símbolos nacionales a la extrema derecha, algo similar pasa por aquí. Dado que no tenemos un Le Pen, hay que insistir (con la inestimable ayuda de la ''prensa independiente'') en que el PP es de ''extrema derecha''. La derecha sólo será admitida como derecha aceptable, si acepta ser ''derecha ovina''. Le están buscando a un líder. Sin embargo, la derecha española tendría que definirse con más claridad y sin complejos. La Constitución, los derechos individuales, la solidaridad interterritorial y la nación española.

Pregunta 3. Pocos años más tarde, entre el fin del segundo septenio Mitterand, el primer mandato presidencial de Chirac, y su cohabitación con el gobierno socialista de Jospin, estallaron definitivamente otros problemas, demográficos, culturales, religiosos, étnicos, regionales, que parecen llamados a cambiar la fisonomía histórica de Francia. ¿Cómo afectarán los nuevos comunitarismos al destino de Francia?

Respuesta 3.
Hoy, la crisis de la nación favorece la crítica de la historia nacional, presentada como una historia de opresión. La ausencia de proyecto nacional, la duda y la crítica feroz contra la historia y la identidad nacional, refuerzan los comunitarismos regionales, étnicos y religiosos.


La estupidez se extiende a ritmo de virus informático. O sea, podemos insistir en la idea ya mencionada. La misma enfermedad que en Francia, pero agravada. Conocemos la imposibilidad, en la práctica, de escribir una historia de España. Poco importa lo que diga la Real Academia de la Historia. Si dice que España es una nación, entonces es 'facha'. Las únicas naciones serían Cataluña, País Vasco y Galicia. Pero no leen. Y cuando leen lo hacen de mala fe. Bastaría leer, por ejemplo: 'La izquierda y la nación' de C. Alonso de los Ríos; 'España como nación' de la Real Academia de la Historia; 'De Hispania a España' de V. Palacio (edit.); 'España, patriotismo y nación', de E. Uriarte, o 'España no es un mito. Claves para una defensa razonada' de G. Bueno, para que cualquier persona racional y de buena fe, como mínimo, tuviera gravísimas dudas. Yo creo que no las hay, pero podría aceptarlo. Lo que es de asnos es negar en redondo. ¡Qué fauna!

Vivimos una exaltación de ''lo nostro''. Vivimos una exaltación del aldeanismo. Y en esta innoble tarea no sólo están los nacionalistas, regionalistas y socialistas (la mayoría) sino que también los peperos juegan el juego. Nadie quiere quedarse atrás. Entre el universalismo abstracto de la Ilustración (lo que es un error) y el aldeanismo (peor aún), hay un camino intermedio en el que se produce una armonización entre la llamada del terruño y nuestra llamada a valores fundamentales que van más allá de los límites de ''lo nostro''.

Brevemente, los Derechos Humanos son una metaética ( en la medida en que se presenta como criterio para juzgar los demás códigos éticos) que trata a los seres humanos como tales, no por ser de Corcubión, Gerona o Porreras, no por ser hombre o mujer, no por ser negro o blanco, sino por ser personas. Si perdemos esta dimensión universal nos convertimos en provincianos mentales. Además, el reto de la globalización no permite la autocomplacencia enfermiza.

Si a esto unimos el relativismo que nos invade y la asunción del multiculturalismo (en muchos casos sin saber qué es exactamente), estamos en favorables condiciones para que nos diluyamos en un magma de etnias, comunitarismos, regionalismos o naciones-imperio. ¿Repetiremos la farsa de la 1ª República española, o será una tragedia? El futuro está en nuestras manos.


Sebastián Urbina.

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