martes, 7 de agosto de 2012

LOS BUENOS SAMARITANOS





 




LOS BUENOS SAMARITANOS.

Leo que algunas asociaciones promueven una "objeción de conciencia" a la norma que restringe la asistencia sanitaria a los sin papeles, que hay en marcha una campaña de firmas para declararse insumiso y que los adheridos a ella proclaman que seguirán atendiendo a las personas que queden fuere de la cobertura.

Naturalmente, la iniciativa se presenta como una rebelión ética y una cuestión de pura humanidad. Qué habría más inhumano, sostienen, que negarle consulta y atención médica a quienquiera las necesite, tenga o no los documentos requeridos. Qué importan los papeles, si se trata de seres humanos y más de seres humanos dolientes, abatidos por la enfermedad. Así las cosas, los partidarios de esa "desobediencia civil" tienen ya asegurado un trato de héroes, de ciudadanos ejemplares, de activistas solidarios, por lo menos en el espejito mágico de los medios de comunicación.

Las sociedades postmaterialistas son muy sensibles a los buenos sentimientos y premian a quienes los ostentan, a pesar de que la ostentación es señal de que algo falla de raíz. En este caso, sin duda. Porque el altruismo con el dinero ajeno, con el del contribuyente, que es el que piensan practicar los "insumisos" mencionados, no es altruismo ni es heroico ni ejemplar. ¡Así cualquiera!

Mérito tendría que un grupo de médicos y profesionales sanitarios decidiera atender a los sin papeles por su cuenta, en consultas independientes y ajenas a las de la sanidad pública, asumiendo ellos mismos, por razones humanitarias, el coste de esa atención. De hecho, no sería una práctica tan extraña y anómala. Incluso una sociedad civil débil como la española ha sido capaz de articular un tejido asistencial que suple o complementa al del Estado. Los abajofirmantes referidos, en cambio, desean ejercer de buenos samaritanos pasándoles la factura al resto de los españoles y eso, me temo, ya no resulta tan conmovedor.

La secularización transformó la vieja caridad cristiana en la moderna solidaridad, y con ella apareció un ejército laico de virtuosos profesionales: los que hacen exhibición de virtud y gozan con la ilusión de su superioridad moral. Sospecho que, más allá de las prosaicas motivaciones políticas, que las habrá, estos "objetores" desean demostrar -y demostrarse- tal superioridad. Quien quiere ayudar desinteresadamente a gente necesitada lo hace de forma discreta y sin publicidad. Y no pretende, desde luego, que pague el Estado. (CristinaLosada/ld)

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