viernes, 17 de junio de 2016

IGLESIAS Y ROBESPIERRE


 (No utilizarán la guillontina. Usarán, como ya hacen, la coacción.

¿Será usted cómplice de estos totalitarios? La cosa es grave. Se trata de neocomunistas. ¿De verdad lo quiere?)




 LA EXTREMA IZQUIERDA RESUCITA A ROBESPIERR PARA REMATAR A MONTESQUIEU.


Si Montesquieu murió hace décadas a manos de Alfonso Guerra y Felipe González, la llegada de Podemos y sus aliados al poder supondría no ya el entierro definitivo del francés, sino la resurrección de su compatriota Robespierre.

Enardecidos y rebosantes de soberbia ante la inminencia de unos comicios que podrían catapultarlos al poder, los neocomunistas exhiben su matonería y dejan ver cada día con más claridad sus intenciones liberticidas.

Este jueves ha sido el descalificable Juan Carlos Monedero, que sin vergüenza habla y no para de cualquier cosa que no sean sus turbias relaciones con Venezuela, el que ha soltado la bomba. Así, no sólo ha presumido de los muchos "jueces y guardias civiles" que estarían integrados en lo que podría denominarse brazo armado-judicial de los antisistema: es que ha proclamado con total claridad que los susodichos esperan la "orden" de Pablo Iglesias para desatar una cacería contra el PP.

Esto sería ir más allá de la politización de la Justicia. Sería degenerarla hasta convertirla en su negación, tal y como ha sucedido en –de nuevo– Venezuela, país que ha tenido la desgracia de caer en manos de criminales que han devastado sus instituciones con el extraordinariamente bien pagado asesoramiento de extranjeros de la peor ralea.

Las declaraciones de Monedero no han sido un exabrupto fruto del acaloramiento propio de un mitin, sino que forman parte de un sórdido paisaje en el que también llama formidablemente la atención la poderosa presencia de la violencia política de ultraizquierda, que se está traduciendo en asaltos, incendios y agresiones. Asaltos, incendios y agresiones que, lejos de suscitar repulsa unánime, son silenciados, minusvalorados o incluso justificados por parte de la izquierda más siniestra.

Las fuerzas de progreso que venían a regenerar la vida política española y que no hacen sino entonar cantos cursis a la alegría encumbran a condenadas asaltacapillas como Rita Maestre y a condenados agresores como Andrés Bódalo, blanquean a condenados terroristas como Arnaldo Otegi y agitan las calles en beneficio de indeseables como los insolidarios y antisociales componentes del movimiento okupa.

El uso de la violencia política es una característica tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda; una de las muchas que comparten los liberticidas de uno y otro signo. Sin embargo, mientras que al primer brote de algo que tenga la menor relación con el fascismo o el nazismo la sociedad española reacciona con una clara y sana repugnancia, ante el neocomunismo las cosas son bien distintas. Por desgracia, buena parte de la sociedad sigue sin asumir que ambos son fenómenos igualmente execrables. Podemos y sus socios y aliados lo saben de sobra, y lo explotan en provecho propio, abriendo espacios al matonismo impune.

La amenaza es de primer orden, por eso la sociedad no puede mirar para otro lado ni bajar los brazos sino plantar cara, antes de que sea demasiado tarde.

(Edit.ld.)

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