(Es lo mismo que dicen los ecologistas y feministas, pero dicho en bruto.
O sea, comer cucarachas (dicen que será en 'polvo de cucarachas') y cosas parecidas. Además, reeducar al varón para que no lo parezca. Que no sea masculino. Una cosa rara y amorfa que no disguste a las feministas. Y si no se reeduca siempre puede eliminarse. Sin dolor, dicen.
Por ahí vamos. ¡Y hay hombres- con perdón- tan profundamente gilipollas que lo apoyan!)
Lukács cuenta que la agenda ecologista se asienta sobre el principio de
que el ser humano es el culpable del cambio climático, y que las
personas sobran de este planeta. Somos una plaga, dicen, que extermina la vida natural. Hay demasiada gente que consume demasiados recursos que agotan a la Naturaleza.
El feminismo, escribe Lukács, añade a esta aseveración que la contaminación y la explotación son masculinas porque el hombre, como sexo hegemónico, ha dominado la Tierra durante siglos.
Su solución pasa por controlar la natalidad y favorecer la eutanasia, al tiempo que se reeduca al varón.
Con la mujer como sexo hegemónico sería otra cosa, dicen las feministas, porque sus tendencias naturales son el cuidado y la paz en conexión con el medio natural.
El transhumanismo de la biotecnología remata la oferta ecologista y feminista para cerrar la agenda progresista.
Lukács alerta de la evolución desviada de la edición genética, idéntica a la eugenesia de los episodios más oscuros del siglo XX para crear un Hombre Nuevo.
Ya lo señaló el llorado maestro Dalmacio Negro: el transhumanismo es una bioideología que pretende liberar al ser humano de sus límites naturales a través de la ciencia, romper con el Homo Sapiens y jugar a ser Dios.
Los transhumanistas alegan que se trata de crear «personas positivas»; esto es, físicamente superiores y con valores buenos, como las mujeres, todo ello sin necesidad de intervención del varón.
(Jorge Wilches/El último hombre en la tierra/31/12/2024/The Objective.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario