INGLATERRA HA MUERTO.
Pues bien: uno mira a la Inglaterra de hoy y sólo puede constatar que ha muerto.
Muerta, sí. No puede interpretarse de otra manera la pasividad de la sociedad inglesa ante las conmociones que la han sacudido recientemente.
Tanto en el asunto de la red de violadores de Rotherham como en el caso del asesino de Sothport hemos asistido a un guion semejante: crímenes horribles cometidos por gentes cuya identidad y motivaciones han sido cuidadosamente ocultados por las autoridades para no parecer «racistas».
Frente a esa actitud oficial de silencio en el primer caso y de ocultación en el segundo, la reacción social ha sido rápidamente neutralizada por el discurso ideológico del poder.
En un paso más allá, el gobierno ha dictado medidas muy precisas de represión de la opinión pública, penas de cárcel incluidas. Y enfrente, nada.
Es como si nada realmente sólido uniera a quienes son objetivamente víctimas de esa situación, que no son otros que los ingleses.
(José Javier Esparza/La Gaceta/29/1/2025.)
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