jueves, 1 de febrero de 2018

LA PRECIOSA ESPAÑA







LA PRECIOSA ESPAÑA.
 

Ayer, mientras el tractorio que gracias a los podemitas preside el Parlamento catalán cobardeaba en tablas y acreditaba en un discurso de flatulencia digna de Méndez el formidable valor pedagógico de la cárcel, tenía lugar en una preciosa ceremonia la imposición, en el cumpleaños del Rey, de la Orden del Toisón de Oro a la Princesa de Asturias.

 Desde que su padre encabezó en los Juegos de Barcelona de 1992 la delegación olímpica española llevando la bandera nacional no ofrecía la España institucional y legítima una imagen estética tan extraordinaria.

El encanto, el candor, la belleza, la seriedad, eso que toda la vida se ha llamado la formalidad de la niña eran tan apabullantes que de inmediato le saltaron al cuello con los cuchillos cachicuernos de Twitter el famoso defraudador de la Seguridad Social Echeminga Dominga y su amo Pablenín el Caraqueño, que como torvo cinéfago no pudo soportar esas imágenes que ni en cien vidas podrían facturar, naturalmente en negro, él y su banda de chequistas lerdos.

«El rey no votado», decía Pablenín, flatulento como su pupilo tractorio, como si -de conocer la historia del país que odia- echara en falta a aquellos reyes visigodos, que se votaban y apuñalaban entre sí como él a sus errejoncillos. Qué fea patulea, que turbia ambición, qué resentimiento, qué odio al jabón.

La Monarquía constitucional española representa -debe hacerlo de forma ejemplar, porque su función es política, ética y estética- la milenaria Historia de España. Podría hacerlo la República de haberlo merecido, pero no ha sido así y ni el alevín de Lenin, ni Echeminga ni tractorio cambiarán esa tendencia. El Rey es hoy, en todas las encuestas, el personaje más valorado por los españoles y Pablo Iglesias, el que menos.

 Y eso, por una razón que en su lanuda cabecita no cabe y se llama España. Mientras él apoyaba a los golpistas catalanes para destruirla, el Rey salía en televisión, solo, a defenderla. Y de inmediato, millones de españoles, que se sentían abandonados por los partidos, se echaron a la calle con su bandera, que no es la de Pablo Iglesias, a defender lo que, al fin y al cabo, es obra del pueblo español a lo largo de los siglos: la soberanía nacional. Podemos y la ETA están con los golpistas de Tractoria. La mayoría de los españoles estamos encantados con Leonor.

(ElMundo/F. Jiménez Losantos.)

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