martes, 16 de octubre de 2018

MIRARSE EL OMBLIGO










MIRARSE EL OMBLIGO.



Dice Alain Finkielkraut, en su libro ‘La derrota del pensamiento’: ‘Esta transmutación de la cultura a mi cultura es para Julien Benda el distintivo de la era moderna, su contribución insustituible y fatídica a la historia moral de la humanidad’.



O sea, sacralizar los particularismos (lo nostro) y menospreciar lo universal. ¿Qué es lo universal? Por ejemplo, los derechos humanos, una larga y dificultosa conquista. Que todavía siguen como un reclamo inaplicado en muchas partes del mundo. Pero, al menos, millones de personas saben- principalmente gracias a la globalización de las comunicaciones- que en algunas sociedades hay ‘derechos humanos’ y que se aplican.



 Aunque no sean perfectos. Si lo fueran no serían de este mundo. Pero, con todas nuestras imperfecciones, muchos millones de seres humanos quisieran vivir en nuestras sociedades imperfectas. Despreciadas por extrema izquierda, antisistema y similares. En espera de un ‘mundo feliz’ que, afortunadamente, no llega.



En los siglos XVII y XVIII se desarrolló un pensamiento
iusnaturalista, que afirmaba que los seres humanos tienen derechos anteriores a su declaración por los gobiernos. De modo que éstos, si los reconocían- al convertirlos en leyes positivas- no los constituían ex novo. Porque eran naturales y acompañaban, ‘naturalmente’, a los seres humanos por el hecho de serlo.



Cualquiera que esté al corriente- más o menos- de la estresante actualidad política, sabe que los enfermos de identidad- entre los que destacan catalanistas y vasquistas- no reniegan de los derechos humanos. Al contrario, si usted es ingenuo puede llegar a creer que son sus principales defensores.



Lo que nos conduce a la mentira como forma de vida. Algunos se acordarán. Durante la Transición, las hordas catalanistas gritaban aquello de ‘Llibertat, amnistía, estatut de autonomía’. En esta mentira participó mucha gente. Yo también. Creímos que esto era lo que querían, pero no era cierto. Era solamente un paso. Un engaño.



El ‘gran salto adelante’ chino, fue un conjunto de medidas
económicas, sociales y políticas durante la presidencia de Mao Zedong, (1958-1961) para transformar la tradicional economía agraria por medio de una intensa industrialización y colectivización.  Cataluña también tuvo su ‘gran salto adelante’. Se produjo entre 1980 y 2003, años en los que gobernó Jordi Pujol. Hoy considerado- excepto para los catalanistas- como uno de los más grandes y presuntos estafadores de Europa.



¿Qué sucedió entre 1980 y 2003? La incentivación- crispada y coactiva- de la enfermedad identitaria. ¿Cómo fue posible? Gracias a su gran objetivo: ‘la construcción nacional de Cataluña’. Leamos lo que dice Antonio Robles, uno de los grandes conocedores de esta tragicomedia, autor de ‘Historia de la resistencia al nacionalismo en Cataluña’ y su, ya lejano, ‘Extranjeros en su país’, en el que anunciaba lo que pasaría después.



Dice Robles: ‘Su peor legado es haber envenenado el alma de millones de catalanes hasta convertir la sociedad tolerante y cosmopolita que heredó de la Transición en una sociedad emponzoñada de resentimientos, exclusiones y violencia latente’.



Dado que no es agradable oír esto- para los catalanistas- la solución es mentir. Y criminalizar al mensajero. De ahí que dos cualidades muy destacadas de los catalanistas sean la mentira y el victimismo. Por cierto, el gobierno ‘okupa’ de Pedro Sánchez está dando muestras de copiar- una vez más plagiando- la gran especialización catalanista, el victimismo. Ahora resulta- octubre 2018- que los medios de comunicación- los fachosos- han organizado una ‘cacería’ contra el gobierno socialista.



Tan es así que la vicepresidenta Calvo ha dicho que habrá que regular la libertad de prensa, porque la oposición se está pasando. Algo que no se les ocurrió cuando ellos eran oposición y organizaban toda clase de escarnios, injurias, escraches, etcétera contra el gobierno de Rajoy. Toda esta ‘cacería’ de progreso culminó con lo que le dijo Sánchez a Rajoy, en TVE, ‘Usted no es una persona decente’.



Antes de seguir podemos preguntar ¿es que es malo querer ‘lo nostro’? Claro que no. Es lo más normal. El problema está en el grado. Por ejemplo. Cualquier persona decente quiere a su madre. Sin embargo, estar enamorado de la madre, es una enfermedad. Es lo que les pasa a los catalanistas. Han sacralizado a Cataluña y están enfermos de identidad. Con un ejemplo, lo dice Fernando Savater: ‘Todos tenemos apéndice, pero no todos tenemos apendicitis’.



Esta peligrosa enfermedad identitaria, que ha dividido a Cataluña en dos, los buenos (independentistas) y los malos (no independentistas), ha causado, y causa, grandes daños. Y no solamente daños materiales, en forma de huida de capitales y empresas sino de algo aún más importante, el envenenamiento de la convivencia.


La directora de cine catalana, Isabel Coixet, declara: “El ambiente catalán es irrespirable y lleno de perversión”. La cineasta asegura que no entiende como la gente puede escuchar un discurso de Quim Torra y “no rasgarse las vestiduras”. El actor y director catalán, José María Pou, mantiene que los políticos independentistas han basado su estrategia en "los enfrentamientos que están buscando, metiéndose a propósito en callejones sin salida’ y añade, ‘en los dos últimos años se ha creado un clima de confrontación y dos equipos: ellos y los malos’.



Uno de los importantes antecedentes de esta peligrosa locura la encontramos en J.G. Herder y su ‘Otra filosofía de la historia’. Afirma que ‘todas las naciones de la tierra tienen un modo de ser único e insustituible’. Creer esto es tremendo. Porque el paso al ‘supremacismo catalán’- y la xenofobia- es muy fácil.



Herder completa sus peligrosas y reaccionarias afirmaciones con esta otra: ‘Al no ser nadie profeta fuera de su tierra, los pueblos sólo tienen que rendirse cuentas a sí mismos’. Es lo que los golpistas supremacistas catalanes han creído.



Mirarse, obsesivamente, el ombligo, creyendo ser superior por ser catalán, es mucho más temerario- y estúpido- que mirar compulsivamente el móvil, haciendo caso omiso de motos, coches, etcétera.





El gobierno socialista ha dicho que la violencia callejera,
golpista-separatista de primeros de octubre, alentada por el xenófobo president Torra, es asumible.





Somos la izquierda. Razones para confiar.

 Confiar ¿en qué?



Sebastián Urbina.

(Publicado en ElMundo/Baleares/15/10/2018.)

2 comentarios:

Arcoiris dijo...

Lo malo, en mi modesta opinión, no es que los catalano-independentistas se recreen en contemplarse su fascinante, según ellos, ombligo. El problema es que, creemos muchos españoles, nuestro Estado parece un destacado “voyeur”.

Sebastián Urbina dijo...

Es cierto. Encima esta otra desgracia. Por si no bastara el ombliguismo.