jueves, 28 de junio de 2018








LA UTILIDAD DE VOX.

Tengo que reconocer mi sorpresa por el hecho de ver aVox protagonizando las elecciones primarias del Partido Popular. Soy testigo (lo vivo día a día) de cómo crecen las simpatías y la atención a nuestro partido y a nuestras propuestas, de cómo se multiplica el número de afiliados y, también, de cómo se consolidan las encuestas que pronostican nuestros éxitos. Pero lo cierto es que no pensé que todo eso fuera suficiente como para convertir a Vox en el centro del debate de un adversario político como el PP, que hasta hace muy poco se esforzaba en ningunear nuestra existencia.

Ni siquiera había comenzado la campaña y uno de sus candidatos –Pablo Casado– ya anunciaba que su objetivo era recuperar a quienes habían dejado de confiar en el partido de Génova para depositar su esperanza en nuestra alternativa. De una u otra manera, el propio Casado ha repetido varias veces este objetivo político, en alguna ocasión de forma muy desafortunada, como cuando nos llamó "oportunistas", justo después de haber afirmado que no pararía hasta que Ortega Lara volviese al PP. José Antonio Ortega Lara es fundador de Vox. El Gobierno del PP puso en libertad a su torturador. Insultarle llamándole "oportunista" no creo que sea la actitud más inteligente si lo que se propone es atraerle; pero tampoco es la más decente.

Dejando a un lado la obsesión de Casado con nuestras siglas, Vox también está presente en las primarias en forma de propuestas, porque son varias las candidaturas que reproducen algunas de las que han conformado nuestra perspectiva política. Claro que esto no sólo sucede en el Partido Popular: de hecho, hace muy pocos días Albert Rivera presentaba como gran novedad la propuesta de una tarjeta única sanitaria, algo que Vox defiende desde sus inicios, con más claridad aún, exigiendo la recuperación de la competencia de sanidad.

Pero el PP o, mejor dicho, los candidatos del PP no sólo recogen algunas de nuestras propuestas concretas, sino que empiezan a adherirse a nuestra perspectiva política al menos en el enunciado de las cuestiones fundamentales: más libertad, menos impuestos, menos autonomismo, más contundencia frente a los golpistas, defensa del español, protección del menor y de las familias frente a los lobbies totalitarios, denuncia de la manipulación histórica… incluso los que hasta ayer se rompían las manos aplaudiendo a Mariano Rajoy cuando el expresidente decía aquello de "yo no creo en las fronteras" ahora hablan de detener el efecto llamada.

De todo esto resulta un fenómeno político extravagante, porque todas estas posturas son una oposición frontal al Gobierno y las políticas del PP durante los últimos años.

Pero bueno, si el PP está dispuesto ahora a condenar el Gobierno de Mariano Rajoy –por ineficaz, por cobarde, por progre, por abortista, por acomplejado, por promover el duopolio televisivo, por alentar el nacimiento de Podemos, por irrelevante y humillado en Europa, por su políticas anti familia, por excarcelar etarras y violadores en serie y por dejación de funciones frente a un golpe anunciado…–, nada tenemos que decir desde Vox, excepto felicitarnos por la influencia que nuestras ideas están consiguiendo incluso antes de obtener representación parlamentaria.

Otra cosa es que los electores se crean los golpes de timón de quienes han prestado con entusiasmo el apoyo político que necesitaba ese Gobierno. Por ejemplo, el Gobierno de Sánchez ya ha anunciado su proyecto de eutanasia (que es la forma progre de resolver el problema de las pensiones; la nuestra es liquidar las autonomías, no a los ancianos). Pues bien, ¿alguien duda de lo que haría el PP, presidido por cualquiera de los candidatos, si alcanzase el poder? ¿Alguien, de verdad, puede llegar a creer que el PP es capaz de derogar las leyes del PSOE?

En cualquier caso, no es problema nuestro, es problema exclusivo de quienes quieren volver a ser engañados.
Vox no es una escisión del PP. A nuestras sedes y a nuestros actos acude gente de muy distinta y de muy diferente procedencia política. Llegan preocupados porque los partidos del parlamento no les representan, porque quieren que alguien diga en el Congreso lo que ya se dice en muchas calles: golpistas a prisión, ilegalización de los partidos separatistas, reducción drástica del gasto político, acabar con las subvenciones ideológicas, derogación de las leyes totalitarias de género, transferencia inmediata de las competencias clave al Estado, protección del español (de la lengua y del ciudadano, en los colegios y en las fronteras)… y, en fin, todas esas propuestas que hasta hace mucho nos decían que eran utopías de derecha y que ahora muchos se apresuran a contemplar en sus programas.

No nos sentimos celosos, de verdad. Realmente nos alegramos de que Vox sea el voto útil incluso cuando no tiene representación, porque ha sido aparecer en las encuestas y los partidos ya han rectificado (no mucho, pero por algo se empieza) su insensata carrera para demostrar quién es más progre y más separatista.

(LD/Santiago Abascal, presidente de Vox.)

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