domingo, 1 de diciembre de 2019

IDIOTECES CLIMATOLÓGICAS




(Idioteces climatológicas. Nadie niega el cambio climático. Se discute, por ejemplo, si es causa exclusiva humana, o no. Entre otras cosas. Pasen y lean.)




Juan López de Uralde:
 "El negacionismo del cambio climático de Vox es irresponsable y populista".

(ElEspañol/1/12/2019.)


IGLESIA DE LA CALENTOLOGÍA.

Un buen día, a mi admirado Forrest Gump se le ocurrió echar a correr. Y como les suele suceder a los tontos, obsesivos por naturaleza, le cogió tanto gusto que siguió, y siguió, y siguió, y siguió... Por el camino se le fueron sumando adeptos. El primero de ellos confesó secundarle porque, al verle correr de costa a costa, díjose para sí:

–Aquí hay alguien que tiene las cosas claras, alguien que tiene la respuesta, así que le seguiré hasta donde sea.

Tras aquel primer discípulo, se le fueron sumando muchos otros. Pero un día, en medio del desierto de Utah, tres años, dos meses, catorce días y dieciséis horas después de haber comenzado su carrera, Forrest se detuvo.

–¡Silencio, silencio! Va a decir algo –ordenó uno de los seguidores.
–Estoy cansado. Me voy a casa –anunció con débil voz el maestro.
Y tras el primer estupor, preguntáronse angustiados:
–Y ahora, ¿qué hacemos nosotros?

Al pobre Brian le ocurrió algo parecido cuando empezaron a perseguirle las turbas exigiéndole que les explicara el secreto de la vida eterna, con lo que comenzó el culto a la Santa Alpargata en apretada competencia con el de la Sagrada Calabaza de Jerusalén, lo que desembocaría en su crucifixión ante la cómplice presencia del Frente Popular de Judea, batallón suicida.

Moraleja: el ser humano siempre será el mismo borrego necesitado de rebaño, el mismo débil ansioso de certezas, el mismo fanático presto a la agresión. La esencia es siempre la misma; sólo cambian los detalles.

En estos días, medio mundo está pendiente de en qué punto del Atlántico se encuentra el velero en el que unos padres incalificables han embarcado a la niña mesías que se ha encarnado entre nosotros para traernos la buena nueva. Ni es científica, ni posee ningún conocimiento extraordinario, ni ha sido elegida por nadie, y ni siquiera tiene la edad suficiente para saber de lo que habla, pero toda la progresía mundial escucha embobada las letanías que salen de sus infantiles labios. "¡Dejad que la niña se acerque a nosotros!", claman los discípulos invirtiendo la frase bíblica.


Al borde de la extinción las viejas creencias, la nueva Iglesia de la Calentología ha irrumpido muy oportunamente para colmar los corazones afligidos. Muchos millones se sienten reconfortados con la recién estrenada fe y felices de formar parte de la grey de los elegidos. ¡Y pobre del hereje que no comulgue con las nuevas ruedas de molino, porque será señalado, ridiculizado, desterrado, abominado, condenado y arrojado a los fuegos eternos del fascismo! Pero que se anden con ojo los clérigos calentólogos en su afán de dominar la escena neorreligiosa, pues si el fanatismo de los seguidores es la mejor garantía de solidez de una fe, se les avecina una dura competición con la pujante Iglesia Feminista, provocadora de un histerismo de agresividad difícilmente superable.


Pero, regresando a las cosas del calentón, sigue sin estar claro esto del cambio climático por mano humana. Empezando por la notable hipocresía que invalida su denuncia. Porque es evidente que tanto los izquierdistas como los derechistas se distinguen por su desarrollismo y limitan la preocupación ecologista a poco más que retórica electoralista. Sin duda, lanzan hermosas declaraciones sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente, pero las iniciativas verdaderamente eficaces suelen quedar en casi nada, mientras que ningún partido, ni de un lado ni del otro, puede imaginar replantearse el intocable dogma del crecimiento perpetuo.

Por otro lado, esa izquierda que con tan altas voces proclama su superioridad moral también en asuntos ecológicos nunca conseguirá ocultar que las políticas ambientales más catastróficas se llevaron a cabo en los países socialistas, con la URSS de Chernóbil a la cabeza. Pero la falacia izquierdista sigue funcionando, y ahí está el fenómeno Gore-Thunberg, mascarones de proa del ecoprogresismo actual, para probarlo.


Pero vengamos brevemente al dogma calentológico omnipresente en nuestros días. Porque no hace falta ser científico para advertir que en el último medio siglo el planeta se ha calentado. Pero ese periodo de tiempo es irrelevante, pues el clima nunca deja de cambiar. La Edad Media, por ejemplo, fue un periodo más cálido que el actual, bautizado por los científicos como Óptimo Climático Medieval

También es notorio que desde finales del siglo XVIII, momento en el que concluyó lo que los científicos han llamado Pequeña Edad de Hielo, comenzada en torno al siglo XV, el planeta se ha ido calentando paulatinamente. Hay viejas fotografías que demuestran que el glaciar del Ródano terminaba a mediados del siglo XIX varios cientos de metros más abajo de su posición actual. Lo mismo ha sucedido con los glaciares pirenaicos y los del Himalaya. Lo interesante del dato es que ese retroceso ya era visible hace doscientos años, cuando aún no había comenzado la revolución industrial.


Por eso es necesario ser prudentes al proclamar verdades científicas incontestables, pues pocos años bastan para que pasen a ser archivadas como errores superados. Recuérdese, sin ir más lejos, el consenso científico mundial que en los años setenta alertaba sobre la inminencia de una nueva glaciación. Y por eso no parece sensato negar una tendencia al calentamiento por motivos cósmicos, ajenos a la influencia del hombre.

Pero está claro que acusando al sol no se consigue ni agitar a las masas ignorantes, ni acumular honores planetarios, ni recibir subvenciones millonarias ni dirigir sectas políticas.

(Jesús Laínz/LD/30/11/2019.)



Ante la Cumbre del Clima que se inaugura el próximo lunes, el autor alerta contra demagogos y populistas, y plantea posibles soluciones al problema.

Santiago Calvo López 
30 noviembre, 2019 02:55 
Durante el mes de diciembre, y tras la renuncia de Chile, se celebrará en Madrid la Cumbre del Clima, una oportunidad para que científicos y políticos se reúnan para enfocar los retos que afectan a todo el mundo relativos al cambio climático. Sin embargo, mucho me temo que, como está ocurriendo en la actualidad, en vez de prestar atención a los argumentos que provienen de la ciencia y de los datos rigurosos, los políticos seguirán pensando en ganar las elecciones y tomar aquellas medidas que generen más titulares, haciendo caso al activismo y a las emociones.

Solo hace falta ver como la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha hecho una invitación a través de Twitter a la afamada Greta Thunberg. Sin tener nada en contra de la famosa niña activista, el cambio climático es un asunto muy serio en el que es necesario hacer análisis concienzudos tanto sobre el presente como del futuro, y dudo de que alguien de 16 años sea capaz de realizarlos, y más sabiendo los intereses que se hayan detrás de su movimiento.


Y es que el activismo político no hace sino alimentar la polarización de la sociedad y alejarnos de la realidad y del pensamiento cabal y crítico. Por un lado, están los escépticos que consideran que la ciencia del clima es una mentira, los cuales toman datos sesgados y puntuales, cuando lo más importante es observar la tendencia para medir el cambio climático y el impacto que tiene sobre este el ser humano. Por otro lado, tenemos a los diferentes colectivos que se presentan en los Fridays for Future, los cuales repiten consignas contra el capitalismo sin ninguna base científica.

Curiosamente, un estudio realizado por los psicólogos Michael Hall y Phoebe Ellsworth y el experto en comunicación y comportamiento social Neil Lewis muestra que justamente aquellos que están más preocupados por el cambio climático tienen un comportamiento menos sostenible que aquellos individuos considerados como escépticos.
Lo primero es aceptar la realidad: el planeta se está calentando y la temperatura podría aumentar 3ºC en 80 años
Es decir, ¿hasta qué punto los que hoy se dicen defensores del medio ambiente realmente lo que persiguen son objetivos políticos? Tomemos el caso de las denostadas bolsas de plástico, cuyo peso en el total de plástico vertido al mar apenas alcanza el 0,8%, además de que según la evidencia disponible, son menos dañinas para el medio que sus pares de papel al emitir entre un 39% y un 68% menos de gases de efecto invernadero. Se está vendiendo un mensaje incorrecto, a saber, cambia tu modo de vida, olvídate del capitalismo, y con la intervención del Estado todo se arreglará.

Sin embargo, si queremos actuar en la buena dirección, en vez de hacer caso a activistas o escépticos, debemos escuchar y entender a aquellos que mueven el debate en la academia y que emplean argumentos a través del uso de la razón, como es el caso del premio Nobel de Economía, William Nordhaus, quien en su libro El casino del clima, editado recientemente por Deusto, aborda de manera posibilista la descarbonización del planeta. La solución: colaboración pública y privada.


Es decir, en la cuestión del cambio climático, lo primero es aceptar la realidad, y es que el planeta se está calentando alrededor de 1ºC desde 1900 y la concentración de CO2 se muestra, según todos los expertos, como el factor responsable de esta tendencia, que continuará en el futuro hasta disparar en 3ºC la temperatura de la Tierra en los próximos 80 años. Es cierto que es difícil hacer predicciones fiables sobre esta cuestión, porque en gran medida estas proyecciones dependen del comportamiento de los seres humanos y, además, entremedias se hallan análisis poco rigurosos que restan credibilidad a los trabajos de calidad.


Por lo tanto, está claro que debemos actuar, pero siempre ponderando costes y beneficios. En relación al clima existen los denominados puntos de inflexión, momentos de no retorno en donde superado cierto límite las consecuencias pueden ser catastróficas. Por ejemplo, en el caso de la agricultura un ligero aumento de la temperatura puede tener como consecuencia aumentos en la productividad, sin embargo, a partir de los 3ºC de aumento se estiman caídas de un tercio en el rendimiento de varios tipos de cosechas.
La solución pasa por crear incentivos y dar libertad económica al mercado para que se adapte a las nuevas reglas
Siendo realistas, y según el propio Nordhaus, dados los costes y los daños del cambio climático, podríamos aceptar aumentos de la temperatura de en torno a los 2,5ºC con apenas consecuencias, dependiendo del grado de participación de los países en los acuerdos sobre el clima y la tasa de descuento.

¿Qué hacer para alcanzar dicho objetivo? La solución pasa por hacer costosas las emisiones contaminantes, ya sea a través de un impuesto pigouviano o a través de la creación de un mercado global de derechos de emisión. Es decir, es necesario crear los incentivos necesarios para que aquellos que generan una externalidad negativa como es la contaminación se responsabilicen de sus actos.


Con los recursos obtenidos por este impuesto podrían aplicarse rebajas fiscales e innovaciones dentro de las políticas públicas encaminadas todas ellas a facilitar el desarrollo de nuevas tecnologías que reduzcan el impacto que tiene el ser humano sobre el medio ambiente. No por casualidad, son los países que más apuestan por la economía de mercado los que ofrecen mejores datos de calidad ambiental, gracias a que pueden fomentar procesos productivos más eficientes, como es el caso de Estados Unidos, en donde se está reduciendo la intensidad del uso del carbono a un ritmo del 2% anual.
En resumen, es necesario actuar ante el cambio climático, pero debemos alejarnos de los demagogos y populistas de izquierdas y de derechas. La solución pasa por crear incentivos desde las administraciones y dar libertad económica al mercado para que se adapte a las nuevas reglas de juego. Es decir, política basada en evidencia, no en el activismo; capitalismo y crecimiento para transformar nuestra manera de relacionarnos con nuestro entorno y reducir nuestro impacto negativo.


*** Santiago Calvo López es doctorando en Economía por la Universidad de Santiago de Compostela e investigador en el Instituto Juan de Mariana./ElEspañol/30/11/2019.)



Los números que desmienten a Greta Thunberg: las emisiones caen un 18,5% en España desde 2008.


Las emisiones del transporte suben en 2018, coincidiendo con la guerra al diésel que ha frenado la renovación de la flota de vehículos.




D.S.C. (Libre Mercado)



Caen las emisiones de gases de efecto invernadero en España | Pixabay

La Cumbre Climática COP-25 comienza este lunes en Madrid. El evento, que se trasladó de Santiago de Chile a la capital española por los graves disturbios que está sufriendo la capital latinoamericana, contará con la presencia de la activista sueca Greta Thunberg, que ya navega hacia nuestro país y está llamada a convertirse en la protagonista del cónclave.

Pero el alarmismo que desplegará la joven escandinava a su paso por España choca con los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Y es que, de acuerdo con las cifras oficiales, nuestras emisiones de gases de efecto invernadero se sitúan hoy muy por debajo de los niveles de antaño.

La Cuenta de Emisiones a la Atmósfera es la publicación que mide estas cuestiones. Dicho indicador muestra una tendencia a la baja durante la última década que rompe con el discurso pesimista de Thunberg y otros activistas medioambientales. Así, en 2018 vimos que se le dedicó una amplia cobertura al dato de 2017, a pesar de que el leve repunte observado entonces era un dato aislado de la tendencia.




¿Es el calentamiento global la mayor mentira de la historia de la ciencia?



 Divulga Greenpeace una nota de prensa en la que denuncia la detención en el puerto
polaco de Gdansk de uno de sus barcos estrella, el Rainbow Warrior y de algunos de sus miembros a los que llama "activistas", cuando intentaban "parar" una descarga de
carbón
, combustible que según sigue afirmando Greenpeace, es el "mayor responsable del cambio climático".

Como siempre en casos parecidos, Grenpeace califica su acción de "pacífica" y se queja de que la neutralización de la misma fuera llevada a cabo por "hombres armados y
enmascarados"
, creo que la traducción correcta seria "por las fuerzas de seguridad" del estado polaco.

La primera contradicción aparece cuando en la misma nota reconoce la llamada "Organización Ecologista Internacional" que "Polonia es el país de Europa más dependiente del carbón para su economía". ¿Les extraña entonces que defiendan su
bienestar contra cualquier tipo de ataque, aunque los atacantes se llamen a sí mismos "pacifistas"?

En España hemos visto a escaladores de Greenpeace trepar por las paredes de los Ministerios y hasta del Congreso, y poner bufandas a los leones de su fachada principal, todo ello prácticamente en la impunidad; pero no deben extrañarse de que en otros países estas cosas no salgan gratis.


Mientras se emiten comunicados supuestamente ecologistas tan categóricos como el que comentamos, dando por cierto que es el hombre el culpable del famoso cambio
climático, empiezan a escucharse voces científicas disidentes, algunas de las cuales se atreven a afirmar que la teoría del calentamiento global podría ser la mayor estafa de la historia de la ciencia.


No hablamos de extremistas ni de científicos carentes de prestigio: hace poco tiempo se elevaba de manera coral la voz de más de 30 climatólogos y ecólogos italianos que por fin se atreven a manifestarse, de forma razonada y mesurada, contra las declaraciones del famoso panel internacional para el cambio climático auspiciado y financiado por la ONU, y a su vez financiador de los trabajos de aquellos científicos que se mueven en la línea de lo "políticamente correcto".


Uno de los científicos más relevantes de la primera década de nuestro siglo, Nigel Lawson, ministro que fue de Margaret Thatcher, fue uno de los primeros disidentes de la teoría oficial atreviéndose el año 2009 a calificar el "Calentamiento Global" como "la gran mentira" y más recientemente John Casey, científico jubilado de la Nasa de reconocida solvencia y ecuanimidad en sus juicios desafía la teoría oficial que señala al hombre como responsable del llamado Calentamiento Global.


Lo propio opinan 31.487 colegas suyos norteamericanos que la definen como una teoría científicamente débil que viene fracasando en la mayor de sus predicciones; por el contrario, la búsqueda en los ciclos de actividad solar de la explicación de los periodos de calor y frío que podemos registrar históricamente, acierta en el 90% de las predicciones.


La sumisión a las instrucciones del IPPC sobre lo que debemos hacer para evitar el desastre anunciado está teniendo muchas más implicaciones de las que se podrían imaginar sin entrar en detalles: debemos hacernos todos veganos (aunque condenemos al hambre a los países económicamente atrasados, debemos entrar en el supermercado con bolsas sucias de varios usos, pagar por bolsas que permitirán a los avispados ejecutivos de los establecimientos convertirnos en inocentes anunciantes llevando impresos sus logotipos en las bolsas compradas, y un larguísimo etcétera de incongruencias.)


Comencemos por aclarar que el cambio climático es cierto, mejor aún, nada hay tan cambiante como el clima. No se trata sólo de cambios en el sistema atmosférico, ya que es necesario estudiar las interacciones entre las masa de agua y las continentales y las superficies de contacto de ambas con la masa de aire atmosférica, y no sólo eso, porque también el fondo del mar, más o menos caliente en función de los flujos de calor radiactivo del interior del planeta se transmite al agua a través del fondo oceánico, de esta manera se origina el fenómeno de "El niño".


Resulta innegable que contaminar es malo, muy malo, sobre todo para la salud, y trabajando en este sentido cada día se va consiguiendo mejorar el aire de las grandes ciudades del mundo, corrigiendo las emisiones de las calefacciones y las emisiones tóxicas de los vehículos.


Nadie en su sano juicio puede negar que hay que contaminar cada vez menos, pero mucho cuidado, porque tratar de relacionar las emisiones de dióxido de carbono de los dos últimos dos siglos con un supuesto cambio global de las condiciones climáticas, no es más que una imprudencia disparatada.


Si tal imprudencia se relaciona con importantísimas inversiones económicas y toda clase de subvenciones para los crédulos y los sumisos, podemos estar ante la mayor estafa de la historia de la Ciencia, como afirman los primeros científicos que se atreven a hacerlo desafiando las críticas que puedan sufrir por ello.
Los cortos ciclos climáticos de calor y frio que venimos observando en los últimos siglos, es decir desde que hay registro, son evidentes, y los que vamos teniendo años hemos sido testigos de los últimos. 


Hoy impresiona el recuerdo de algunos de los brillantes programas televisivos del gran Félix Rodríguez de la Fuente, en concreto los
que realizó en Canadá, donde afirmaba en 1995 lo siguiente: "estos gigantes de hielo están avanzando porque vamos hacia una nueva glaciación".


Parece esperanzador que la Ciencia abandone la asunción fanática de los principios políticamente correctos y vuelva a su trabajo, que es la gran fórmula para que sigamos progresando y solucionemos lo que podamos acerca de unos grandiosos mecanismos naturales que no hay más remedio que reconocer que nos superan.


Miguel del Pino Luengo es biólogo y catedrático de Ciencias Naturales./LD/14/9/2019.)
 
 

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