miércoles, 22 de julio de 2020

GRATITUD E INGRATITUD


GRATITUD E INGRATITUD.


Sir Roger Scruton, nacido el 27 de febrero de 1944, falleció el 12 de enero de 2020. Ha sido uno de los más destacados autores del movimiento de renovación del conservadurismo.


Gregorio Luri, profesor de filosofía y autor de ‘La imaginación conservadora’, escribió un artículo sobre Scruton en el que destaca su sentimiento de gratitud.


“Si hay una virtud que hoy expresa la quintaesencia del conservadurismo es la gratitud. En un mundo de indignados y resentidos, la gratitud aclara la mirada al mundo, ilumina los abundantes motivos que tenemos para amarlo; nos permite celebrar todo cuanto ha hecho posible lo que somos”.


¿Y qué sucede con los que no tienen motivos para tener gratitud? Creo que deberíamos distinguir entre los que no tienen motivos reales y los que tienen motivos reales para no tener gratitud.


¿Qué significa no tener motivos reales para rechazar la gratitud? Lo primero a tener en cuenta es el contexto. Es en un contexto concreto cuando nos podemos dar cuenta de que ciertas situaciones son dramáticamente perjudiciales para el desarrollo de las personas. Así pues, no se trata de hablar en abstracto. Algunas situaciones concretas hacen que el desarrollo de una persona sea ínfimo o inexistente.


No ignoro que en diversas partes del mundo actual- demasiadas- hay personas que no tienen los medios suficientes para desarrollar sus capacidades. Habiendo posibilidades reales para ser tratados mejor. Una de las causas que lo impide es, principalmente, aunque no exclusivamente, la despreciable y muy extendida corrupción. Un problema que nos incumbe a todos, pero, especialmente a ellos mismos. Si queremos tratarlos como personas adultas, y no como niños necesitados de nuestra protección.


Dicho esto, me centro en la sociedad occidental para hablar de gratitud e ingratitud. Si el punto de partida para afrontar la cuestión de gratitud/ingratitud, es el igualitarismo, - que es el punto de vista habitual de la izquierda- habrá una enorme cantidad de gente que no tendrá gratitud.


Solamente la tendría si viviera en una sociedad igualitaria. ¿Qué es una sociedad igualitaria? Lo más parecido a una sociedad igualitaria sería Corea del Norte. Es igualitaria porque casi todos carecen de libertad y son igualmente pobres. Típico del igualitarismo comunista. Dejaré aparte las hambrunas y que la cúpula dirigente vive en plan millonario. Sin embargo, muchos de los que desprecian a la sociedad occidental, estarían en desacuerdo con esta apelación a Corea del Norte.


¿Por qué? Porque una parte de los indignados no son tontos. Son sectarios. Por tanto, la referencia no debe ser Corea del Norte sino la utopía. Aceptado esto, los que no vivimos permanentemente indignados, no podemos tener un diálogo sensato con ellos. Nosotros hablamos de realidad y ellos de utopía. Dos lenguajes que corren en paralelo y no pueden encontrarse.


Antes de seguir, conviene recordar estas palabras del propio R. Scruton, porque nos ayudan a distinguir entre los ingratos con causa y los ingratos sin causa.


"Estaba en el Barrio Latino viendo a los estudiantes volcar coches, romper ventanas y lanzar adoquines, y por primera vez en mi vida sentí una oleada de indignación política. De repente me di cuenta de que estaba en el otro bando. […] Cuando pregunté a mis amigos qué intentaban lograr, todo lo que me contestaron fue un centón de perezosos tópicos marxistas. Me irritó y pensé que debía de haber un camino de regreso a la defensa de la civilización occidental".


¿Por qué estas palabras de Scruton nos ayudan a distinguir entre los ingratos con causa y los sin causa? Un articulista, J. García Domínguez, se preguntaba por qué no hay apenas obreros en Podemos/Unidas Podemos. Buena parte de los radicales que despotrican contra la sociedad occidental, sean los de Podemos, la Cup, los del mayo 68 y similares, no son trabajadores de a pie. Muchos de ellos no han trabajado en su vida para ganarse el sustento. Pero, aunque hayan trabajado, están igualmente indignadísimos.


Dicho esto, me parece que el motivo fundamental por el que rezuman odio contra la sociedad occidental- por ejemplo, los citados estudiantes de Mayo 68 y similares- es su obsesión por un mundo utópico. Si usted está convencido de que hay un mundo utópico- de izquierdas- que puede conseguirse a la vuelta de la esquina, estará irritado permanentemente.


¿Por qué? Porque el maldito capitalismo salvaje, las multinacionales sin escrúpulos y el reaccionario statu quo, impiden alcanzar este mundo feliz que casi podemos tocar con las manos. Si usted cree esto- y los hay- vivirá una vida de irritación e indignación permanentes. Porque sólo verá egoísmo, avaricia y especulación. Lo que sus anteojeras utópicas le permiten ver.


Tal vez usted crea que puede convencer, con argumentos, a estas gentes. No puede. Si el insigne médico, Gregorio Marañón, tenía razón al afirmar que ‘no se convence con razones sino con emociones y sentimientos’, con más motivo sucede cuando topamos con personas sectariamente obsesionadas por un ‘mundo feliz’, de izquierdas. Los argumentos que no sean de su agrado rebotarán inexorablemente en la pared indestructible de la utopía redentora anticapitalista y antioccidental.


El que haya educación obligatoria y sanidad pública no afecta al desprecio de estos antisistema. Son los mismos indignados que en el ‘mayo del 68’ consideraban ‘fascista’ al gobierno francés de Charles de Gaulle. Tampoco les afecta que haya igualdad de oportunidades. Ellos quieren una sociedad igualitaria anticapitalista. Es decir, quieren igualdad de resultados. Algo prácticamente imposible de conseguir. Pero, si fuera posible, daría lugar a una monstruosa sociedad clonada. O sea, masas aborregadas.


En resumen, nuestras sociedades democráticas tienen la responsabilidad, moral y política, de garantizar que las personas puedan desarrollar sus capacidades a través, principalmente, de la igualdad de oportunidades. Ahora bien, los indignados deberían reconocer los deberes que tiene todo buen ciudadano, y no sólo exigir- indignadísimos- derechos, universales y gratuitos.


Y entender, que los intentos de trasladar el cielo a la tierra siempre han dado lugar a un infierno auténticamente real. ¡Ya es hora de enterarse!


En cualquier caso, me parece deseable seguir esta máxima: ‘Es de bien nacidos ser agradecidos’.


PD. La pandemia del coronavirus, ha dado oportunidad de mostrar nuestra profunda gratitud y admiración a sanitarios y otros muchísimos comportamientos ejemplares. Entre ellos no está, desde luego, el gobierno socialcomunista. Ni sus genuflexos y subvencionados pelotas mediáticos.

Soy suave. Lo sé.


(Sebastián Urbina/MallorcaDiario/22/7/2020.)



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