jueves, 23 de julio de 2020

FIN DE CURSO


FIN DE CURSO.

Terminamos el curso y es buen momento para hacer balance. Reviso los artículos escritos desde septiembre, y el balance sólo puede ser malo, muy malo: gobierno de extrema izquierda y epidemia, catástrofe asegurada. Y en ello andamos.


Lo último es el acuerdo europeo, sobre el que leo opiniones y descripciones completamente divergentes, y no me tranquiliza en absoluto. Ciertamente, los gobernantes europeos son mejores que los nuestros. Pedro y Pablo son difíciles de igualar en lo suyo. Tal vez allá por el Caribe. El caso es que es bien triste que tengan que venir los holandeses a enseñarnos que no es posible endeudarse sin límite. Pedro y Pablo lo saben, pero están dispuestos a averiguar cuál es ese límite. En la UE aún no les conocen; ignoran que su especialidad es poner a prueba las costuras de las instituciones y transgredir todas las convenciones.


Algunos se las prometen muy felices con el control comunitario sobre los presupuestos y las reformas españolas. Sin embargo, por lo que he podido ver esos controles son relativos y su redacción discutible, nada raro hablando de un acuerdo a 27 cerrado de madrugada. No sé si ese modo de trabajar es muy serio, por cierto.


Lo dicho, habrá que ir viendo paso a paso. Por lo pronto, baste insistir: Holanda tiene razón. Es necesario flexibilizar el mercado laboral, donde sistemáticamente tenemos un paro del doble de nuestros socios europeos, y va a empeorar con la crisis y con las medidas populistas y contraproducentes que dicta el Gobierno. Y es inevitable reformar las pensiones, pues nuestros recursos no dan para mantenerlas, mucho menos para mejorarlas.


A todos nos gustaría pagar mejores pensiones y elevar los salarios, pero de donde no hay no se puede sacar. Para que haya, es necesario dejar trabajar a la gente, o sea, al mercado, en lugar de ponerle más y más trabas. Por cierto, desde aquí mi homenaje y reconocimiento a los asesores laborales y fiscales, que se están ganando el cielo.


Otro asunto de actualidad es el Rey Juan Carlos, víctima de una lamentable campaña. Iré al grano: el orden constitucional de 1978 es muy mejorable, es cierto. La división de poderes no existe entre ejecutivo y legislativo, y es relativa con el judicial. Las reformas sólo han ido en el sentido de empeorarla. Los partidos se caracterizan por su falta de democracia interna. Existe corrupción generalizada, ¡especialmente en el PSOE!, aunque el coste de la corrupción es insignificante al lado del de las malas políticas, ¡especialmente las del PSOE! Sería necesaria una revisión en profundidad.


El único problema es que la revisión que se atisba va justo en el sentido contrario al que podría ayudarnos. En lugar de profundizar en una democracia liberal, con mayor división de poderes y respeto por los derechos individuales, nos quieren llevar hacia una democracia popular, donde el Gobierno no tenga contrapesos y nuestros derechos sean ignorados. Por ello el lugar de todo amante de la libertad está junto a la monarquía.


Siendo prudentes, debemos ponernos en lo peor. Supongamos que el Gobierno tiene unos objetivos claros. Sabemos que son maestros de la propaganda. Los trapos que nos van agitando ante los ojos, como la exhumación de Franco, o lo del Rey emérito, sirven para distraernos y para polarizar a la sociedad: nos ocupan con debates absurdos y nos dividen, contentando y fidelizando a sus votantes, mientras mantienen la división de la derecha.


Al mismo tiempo, ellos van avanzando con sus leyes de educación, universidades, regando chiringuitos, repartiendo subvenciones, acrecentando las redes clientelares que les garantizarán la reelección.


Sinceramente, lo hacen muy bien y no sé cómo saldremos de esta, con los jóvenes saliendo ya de fábrica con ese pensamiento funcionarial, anticapitalista, materialista, ecologista, feminista, y todos los demás -istas.


Les digo lo que les dije a mis hijos, pensando en la parábola del trigo y la cizaña que se leyó este domingo: el trigo es el bien, y la cizaña es el mal, ambos frutos de nuestra libertad. Dios decide no terminar inmediatamente con el mal, porque para ello tendría que privarnos de libertad, y el bien que, a pesar de todo, de ella se deriva, hace que todo valga la pena. Procuren hacer el bien, y déjenle a Él el resto.


¡Que pasen un buen verano, y sean prudentes! Volveré en un par de semanas, si Dios quiere.


(Gabriel Le Senne/MallorcaDiario/23/7/2020.)

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