Un indulto infame que debería hacer saltar todas las alarmas
El indulto de María Sevilla es una fechoría que provoca
espanto, perpetrado al amparo de un feminismo liberticida e inhumano que
supura odio contra los hombres.
Si María Sevilla hubiese defraudado
unos miles de euros a Hacienda, los mismos que ahora la presentan como
un heroico ejemplo estarían pidiendo poco menos que su inmolación en la
plaza pública. Pero la expresidenta de Infancia Libre no defraudó
impuestos: lo que hizo fue secuestrar a su hijo, alejarlo de su padre, encerrarlo en un cuchitril infectodel que sólo le dejaba salir menos de una hora al día eimpedir su escolarización y su socialización,
es decir, su contacto con otros niños de su edad.
Por si lo anterior no
fuese suficiente, previamente presentó hasta seis denuncias contra su
exmarido por agresiones al menor, ninguna de las cuales prosperó
judicialmente porque eran todas falsas.
Es decir, que María Sevilla ha tratado de destruir la vida del hombrecon el que se casó y, a tal fin, no ha dudado en arrasar la de su propio hijo.De esto exactamente es de lo que estamos hablando, de un ser
abominable, de una delincuente, tal y como ha dictaminado una Justicia
que, por desgracia, fue tremendamente laxa en su condena, dada la
gravedad de los hechos.
Pese a ello y, sobre todo, pese a que la propia Sevilla ha
proclamado su nulo arrepentimiento –lo que debería activar todas las
alarmas antirreincidencia–, condición legal y moral imprescindible para
el indulto, el Gobierno no sólo le ha aliviado sustancialmente la
condena –y lo ha hecho en algunos aspectos fundamentales, como
permitirle recuperar la patria potestad del hijo al que secuestró–, sino
que está presentándola como modelo de "madre protectora", por utilizar la infame jerga orwelliana Irene Montero,
ese auténtico peligro público con mando en plaza, concretamente en el
ominoso Ministerio de Igualdad, copado por fanáticas de la peor especie.
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