Marta Zoreda, a la que no tengo el gusto de conocer personalmente, escribe un divertido comentario (ElMundo/14/6/2007) sobre pactos y vómitos. Reconozco que he reído a gusto. Le debo una, aunque sea un café, porque los jubilados no estamos para muchos gastos.
Pero risas aparte, Marta plantea un problema muy serio. Frente a los preocupados por ''el sistema'', ella enfatiza la importancia de ''las personas''. No pretendo, en este breve comentario (ni aunque tuviera más espacio y tiempo) solucionar el problema, pero, al menos, trataré de plantearlo.
Algunas personas (y no me refiero a mi amigo Rafael Gil) sacralizan ''el sistema'', como si tuviera vida propia. En la medida en que esto se hace, se disminuye la importancia y operatividad de las personas. Aunque no exclusivamente, la obsesión por ''el sistema'' está marcada a fuego por los ''antisistema''. Pero podemos olvidar a estos pobres insensatos, de única neurona, y tener en cuenta que la obsesión por ''el sistema'' tiene diversos grados y matices. Tanto es así, que los más sensatos del sector ''sistema'', se solapan con los más sensatos del sector ''personas''.
Luego están los preocupados por ''las personas''. Marta se desmarca de los sacralizadores de ''las personas'' y admite que parte de la culpa es del sistema, aunque recuerda que lo principal son 'las personas''.
Me parece correcto, aunque las personas no actúan en el vacío, sino en un concreto lugar y tiempo. Esto hace que, si bien las personas no están determinadas (tan del gusto de marxistas, neomarxistas y antisistemas varios), sí están condicionados. Formulación inevitablemente vaga que, no obstante, tiene el mérito de rechazar la idea de que somos como los caracoles. O sea, genéticamente determinados en nuestra conducta. Esto quiere decir que las personas lo son en un complejo contexto de normas e interacciones sociales. No podemos eludirlas, pero hay un margen. Ahí está, creo yo, la cuestión importante. En el caso que nos ocupa, unos, utilizan este margen para el bien (la cosa pública) y otros para el mal (llenarse los bolsillos).
Aunque sea de pasada, añadamos una dificultad que no elimina lo antes comentado. Las personas lo son, no solamente por tener diversas características físicas. Hay algo más, y este algo más complica las cosas. Por ejemplo, Boecio decía que la persona es una substancia individual de naturaleza racional. No sólo Boecio, también Locke nos dice que el término 'persona' se aplica a seres pensantes inteligentes, con capacidad de razón y reflexión. Y finalmente, en este brevísimo recorrido, Kant incorpora una dimensión ética en la constitución de la 'persona'.
¿Significa que los personajes que no voy a nombrar, y que todos tenemos en mente, no son personas? Claro que no. Sólo significa que, como en el caso de la definición de 'hombre' de Aristóteles, expresa una potencialidad. Recordemos, 'el hombre es un animal racional'. También se puede formular diciendo que posee razón o logos. El chistecito de que es más 'animal' que 'racional', puede aportar algún irónico consuelo, pero es de poca ayuda.
La desgracia que tenemos es que algunos políticos se quedan en mera potencialidad. En lo que se refiere a la razón infiltrada por la ética. O sea, no actualizan esta capacidad. Pero no ensuciemos las calles, y preguntémonos si solamente los políticos dejan que desear en materia ética. Lo que no impide que, si los políticos no están solos en este ámbito, sigamos protestando. Pero sabiendo el terreno que se pisa. ¡Cuidado, no pises aquí!
Sebastián Urbina.
PD. De todos modos, ya he comentado en otras ocasiones, que un partido con el 7% de los votos no debe dirigir la política. Es legal pero ilegítimo, y desanima a los ciudadanos. Es penoso que PP y PSOE no se pongan de acuerdo para evitar este escándalo. El mercadeo que estamos presenciando (aunque sin luz ni taquígrafos) es malo para la democracia.
2 comentarios:
Zapatero es malo, no por ser socialista, sino por traicionar sistemáticamente los pactos a los que llega con terceros. (Traicionó el pacto antiterrorista, traicionó a Maragall, traicionó a Carod, traicónó a Mas, a Otegui....). Hasta tal punto, que devalúa el valor de la palabra dada. Ya nadie cree en nadie. Lo importante son las personas. Las personas de poco empaque acaban dañando, y mucho, el sistema.
Cualquier sistema político democrático exige, aunque sea implícitamente, que las personas 'sean lo importante'. El problema es saber lo que esto significa en situaciones concretas.
Parece claro que el comportamiento incorrecto, cualquier cosa que esto signifique, daña el sistema, bien sea el sistema político, el sistema económico, etcétera.
Por eso es tan importante clarificar qué se entiende por comportamiento incorrecto. La mayoría de los expertos políticos rechazan que la política deba identificarse con la moral (suponiendo que haya acuerdo en ésta) o con el pragmatismo sin principios. Pero entre estos dos extremos, digamos, hay un amplio margen.
De todos modos, parece generalizada la idea de que una segunda vuelta y listas abiertas, dificultaría los comportamientos políticamente indeseables. Si es así, los ciudadanos deberíamos exigir tales cambios. U otros que fuesen mejores.
Es cierto que 'la confianza' es básica para el buen funcionamiento de la vida social. Política o no.
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