viernes, 19 de julio de 2013

LA JUSTICIA EN ESPAÑA

 

  (La mujer del César no sólo ha de ser honesta, también ha de parecerlo.)

 

 

José Blanco, beneficiario de una Justicia politizada

 
El Tribunal Supremo ha archivado la causa incoada contra el exministro socialista José Blanco por tráfico de influencias, en contra del criterio del juez instructor y el fiscal encargado del caso. La decisión se produce tras la presentación de un recurso del acusado contra la petición del juzgado de solicitar el suplicatorio al Congreso de los Diputados, que la Sala del alto tribunal ha estimado por unanimidad de sus miembros en un auto cuyos fundamentos resultan más que discutibles, por más que no resulten infrecuentes cuando se trata de exonerar a un político de las consecuencias penales de sus decisiones en el ejercicio de su actividad pública.

Aunque Blanco y sus compañeros de partido intenten convertir el auto del Supremo en aval de su inocencia, en realidad la decisión judicial que decreta el archivo de la causa no cuestiona los hechos por los cuales fue imputado en el marco de las investigaciones del caso Campeón. En concreto, ha quedado demostrado que exministro socialista de Fomento aprovechó su cargo para realizar gestiones ante el ayuntamiento de Sant Boi a favor de la empresa de uno de sus íntimos amigos, José Antonio Orozco, que acabaron fructificando en beneficio del empresario a pesar de la existencia de varios informes técnicos en contra emitidos por los servicios municipales. 

Sólo tras las presiones de Blanco al alcalde de la localidad barcelonesa para que recibiera al amigo del entonces ministro y una reunión posterior entre el primer edil y el empresario, un técnico del consistorio se avino a modificar los criterios establecidos hasta ese momento con un nuevo informe –según consta en la instrucción del caso–, "carente de justificación".

Salta a la vista la afrenta jurídica que supone el que un cargo político presione a otra autoridad pública a favor de un allegado, una acción sobre cuya relevancia penal no debería existir duda alguna a estas alturas. Sin embargo, a juicio de la Sala de lo Penal, las gestiones de José Blanco para beneficiar a un empresario en sus tratos con la Administración Pública no pasaron de "meras solicitudes de información" que buscaban "el buen fin de un procedimiento con el que no se pretendía alterar el proceso, objetivo e imparcial, de la autoridad".

Tan asombrosa conclusión, contraria a todas las evidencias y al sentido común, no es en ningún caso un reconocimiento de inocencia por unas acusaciones injustas, sino la constatación de la manera favorable en que la Justicia trata a los políticos cuando sus actividades irregulares son sometidas a escrutinio. Como ocurrió con el expresidente valenciano Francisco Camps y tantos otros políticos en ejercicio que han pasado por los tribunales, sólo la existencia de una justicia politizada como la que por desgracia padecemos en España les permite salir prácticamente impunes aunque se reconozcan como ciertos los hechos que los llevaron al banquillo. José Blanco es sólo el último caso. Hasta el momento. (edit.ld).

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 LA JUSTICIA EN ESPAÑA.

Por 'carecer de carácter probatorio'
Tres jueces progresistas del TS archivan la causa contra Blanco
  S.P.
El ex ministro calificó las acusaciones de tráfico de influencias como un “infundio político” y anunció su retirada de primera línea política.
Carlos Granados, que fue Fiscal General del Estado con Felipe González; Joaquín Jiménez, uno de los fundadores de la asociación progresista Jueces para la Democracia; y Andrés Martínez Arrieta, miembro de la asociación de magistrados Francisco de Vitoria, firmaron ayer el archivo de la causa contra el ex ministro de Fomento, José Blanco.

Los tres magistrados están identificados con el ala progresista de la magistratura. (La Gaceta).

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 BLANCO SUPREMO.

Hay que felicitar hoy a don José Blanco porque desde ayer está libre de toda sospecha oficial por el célebre caso Campeón. Como ha sido el Tribunal Supremo el que ha archivado su causa, no debe temer ya inconveniencias por aquellas gestiones que hizo para favorecer a unos empresarios en sus contactos con ciertos ayuntamientos. Es un caso cerrado y, a no ser que surjan nuevas denuncias distintas contra quien fuera factótum del PSOE con Rodríguez Zapatero y su omnipotente ministro de Fomento, podrá éste disfrutar a partir de hoy tranquilamente de sus casas en Madrid y Galicia. 

Aunque en el futuro llegáramos a saber que familiares suyos gozan de negocios o propiedades por el extranjero, ya sería maledicencia intentar buscar conexiones con este caso felizmente cerrado. Blanqueado supremo. Ha sido un año muy duro. Pero valió la pena. Ahora se irá vacaciones y después a vivir con sabiduría, dice. No tiene intención de volver a la política de primera línea. Hace bien. Probablemente ya no le haga falta. 

Es un político que no tenía nada y se ha convertido en un paradigma del éxito sereno. Como su tocayo, otro don José. Es decir, Bono. A ninguno de los dos se les conocen en su vida actividades al margen de la política. Pero ordenaditos como son, ésta les ha cundido. Llegó vestido de Ángel Cristo y ya parece, con su sastrería fina, el campeón de Savile Row. Tiene propiedades, sus hijos se codean con los ricos de verdad y él ha aprendido mejores modales que la inmensa mayoría de los diputados. Aunque esto no sea mucho decir. Para él y para Bono, el socialismo ha sido toda una escuela de vida con la que ni Oxbridge, ni Harvard ni la LSE pueden competir. Tampoco hay escuela de negocios que haga sombra a un buen cargo público, asumido con constancia y provecho como han hecho estos dos Pepes.

 Ha sucedido algo fantástico. El Tribunal Supremo da por probados y buenos todos los hechos acumulados a lo largo de la investigación. Que son los que llevaron a la jueza de Lugo y al fiscal de Lugo a la convicción de que había delito, al menos de tráfico de influencias. Así pasó también con la fiscalía y el juez instructor del Supremo. Que también vieron delito. Y miren que se habló y escribió de cuentas que no salen y de eso que llaman «signos externos de riqueza». Esos que llevan igual a empurar a un narco que a torturar a un ciudadano decente para exprimirle explicaciones agónicas hasta del último euro. Pues ya lo hemos olvidado todo. 

El sereno don José habla bien de la presunción de inocencia. La que él, hasta ayer, jamás había aplicado a nadie. Pero se transforma en regresión en el tramposo Pepiño cuando dice que el Supremo ha sentenciado que todo «el infundio político» contra él era una falsedad. Porque lo que dice el Supremo es lo contrario, que todo es cierto.

 Pero llega a la conclusión de que, pese a ello, no hay delito. Conclusión opuesta a la de los demás fiscales y jueces implicados. Lo dicho, celebremos el archivo de la causa por el bien de don José, por sus padres y por la mano de Rubalcaba. Eso sí, no nos pidan que creamos hoy en la justicia española un poquito más que ayer. El espectáculo político nacional genera inmensas ganas de salir huyendo de este país. La justicia es complementaria. La justicia genera directamente miedo ante la imposibilidad de huir de inmediato. La desconfianza en la justicia y en los políticos tiende a igualarse. Porque ya se ven como parte del mismo negociado.

 (Herman Terstch/ABC)
 

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