domingo, 24 de septiembre de 2017

RUPTURA BOLIVARIANA. CAT


(En estos graves momentos, los políticos irresponsables como Pablo Iglesias, echan leña al fuego. Es un enemigo de la democracia y como tal debería ser tratado.

Pedro Sánchez juega en la ambigüedad. Es políticamente despreciable.

Estos impresentables- peor Iglesias- hacen bueno a Rajoy.)






 RUPTURA BOLIVARIANA. CAT

EXCEPCIÓN.
 
Pues claro que hay un estado de excepción en Cataluña. Sólo que, al contrario de lo que sostiene Pablo Iglesias con manifiesta deslealtad constitucional y notable descaro, son los soberanistas quienes han creado la anomalía al implantar por las bravas un régimen de corte bolivariano.

 Las instituciones, las calles, el sistema político y la vida civil toda han sido tomadas al asalto por los partidarios de la independencia con técnicas de golpe de mano. Han suspendido el Parlamento, desobedecido las leyes, hostigado a la oposición y utilizado irregularmente los datos personales de los ciudadanos. 

Han intimidado a las familias de los dirigentes adversarios y lanzado brigadas patoteras contra los disidentes, los agentes de la fuerza pública y los magistrados. Han subvertido la legitimidad de sus cargos para alzarse contra el Derecho vigente y han obligado a manifestarse a los escolares a favor de su designio autoritario. Han establecido, en suma, una situación de legalidad desviada y de abuso de poder que pervierte el orden democrático.

Los rupturistas han llevado el conflicto a la sinrazón pura, al delirio populista, al atropello totalitario. La sociedad catalana, que primero fue abducida por la mitología nacionalista, ha acabado secuestrada por sus propios representantes y arrollada por un movimiento de sedición contra el Estado.

 Acaso muchos se lo merezcan por su complicidad, indiferencia o cobardía; por haber creído que del embrollo obtendrían alguna clase de beneficio o por haber simpatizado con la fantasía de convertirse en sujeto soberano. Pero este clima combustible de crispación civil, de acoso a la discrepancia y de pensamiento uniforme ha llegado a un estadio incompatible con la convivencia normal de un pueblo civilizado.

No va más. Ninguna nación democrática puede permitir en su territorio un levantamiento de populismo revolucionario.

 Los tintes xenófobos de la revuelta han sobrepasado cualquier límite de tolerancia y suprimido toda posibilidad de diálogo. El desvarío secesionista ha conducido, en efecto, a una tesitura de excepción, de anormalidad, que requiere el restablecimiento urgente de los principios jurídicos y políticos vulnerados. Y si algo cabe reprocharle a este Gobierno no es su contundencia represora sino todo lo contrario; cargado de razones para ejercer todas sus facultades constitucionales, ha optado por una estrategia casi de guante blanco. Más nos vale a todos que funcione porque lo único que el Estado no puede permitirse ante este desafío es un fracaso.

Cataluña es hoy una anomalía europea: una comunidad desarrollada, teóricamente instruida, arrastrada por una suerte de enajenación multitudinaria, un delirio insensato. 

Acaso en la génesis de este trastorno existan muchas responsabilidades compartidas, pero si acaba mal, y puede acabar mal, debe quedar claro a quién corresponde la de haberlo provocado.

(Ignacio Camacho/ABC.)

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