miércoles, 30 de septiembre de 2020

FUI DE IZQUIERDAS HASTA...

 

 

 FUÍ DE IZQUIERDAS HASTA...

‘Fui de izquierdas hasta que gané los dos primeros millones’.

Paco de Lucía.

(ABC/10/9/2020.)

 

Este genial guitarrista no es un caso excepcional. Hay gente, aunque no sabría decir que tanto por ciento, que piensa- es un decir- como Paco de Lucía.

 

O sea, no se trata de entender un programa político, que afecta a la vida de las personas y de la sociedad en su conjunto, y preferirlo a otras opciones. No. Se trata del dinero que tengo. Si tengo poco, soy de izquierdas. Si tengo mucho, soy de derechas. Pues no. Usted no es nada, políticamente hablando. Usted en una persona que, en un cierto momento de su vida tenía poco dinero, y en otro momento de su vida, tenía mucho dinero. Nada más.

 

¿Qué pensaríamos de una persona que, al día siguiente de ganar la lotería, deja de ser de izquierdas? Yo pensaría mal. ¿Por qué? Porque una persona así es incapaz de trascender su propia panza. Es un redomado egoísta y corto de miras. Es un ignorante (o sinvergüenza) que no entiende- ni le interesa- qué significa tener una opinión sobre el mundo entorno y lo que está bien y mal. Y no es que yo anime a este hipotético ganador de la lotería a seguir siendo de izquierdas. No soy tan irresponsable.

 

Aclaremos- una vez más- que es una estupidez simplificar el mundo político en ‘derechas e izquierdas’. Es la conocida opinión de nuestro mejor filósofo, Ortega y Gasset, en la II República. ‘Ser de izquierdas es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejia moral’.

 

¿Por qué? Porque es una exagerada e inadecuada simplificación de un mundo- como el político- mucho más complejo de lo que esta dicotomía sugiere. Se parece al aficionado que grita en un campo de fútbol, observando el juego de dos equipos enfrentados. O el Séptimo de caballería y los apaches, en una película del Oeste. Dicotomías facilonas que hacen creer que entendemos un problema complejo. Resumido en ‘buenos y malos’, según decidamos apoyar a uno u otro.

 

¿Por qué la mayoría interioriza que el mundo político está divido en ‘derechas e izquierdas’? Porque los medios de difusión utilizan- día tras día- esta conocida dicotomía. De modo que, la mayoría, interioriza lo que se repite una y otra vez en la tele, alimento espiritual básico. Y porque cuando habla con otras personas, estas otras personas también utilizan esta simplona dicotomía. Y es un tipo raro el que no lo hace.

 

¿Y por qué los medios de difusión la utilizan? La manera de llegar al gran público no es a través de extensas y complejas argumentaciones. Basta ver el éxito de medios como facebook, twitter, telegram, etcétera. Y de las televisiones basura. ¿En qué consiste su éxito? En que es breve, fácil y, habitualmente, divertido. Lo que da pie para que todo el mundo pueda participar.

 

Ahora imaginen que alguien pretenda debatir sobre ‘la justicia’. Esto plantea un grave problema. ¿Por qué? Porque, normalmente, sólo una minoría sabría decir algo interesante sobre esta importante cuestión. Es verdad que el famoso filósofo-político J. Rawls, decía que los ciudadanos tenemos un ‘sentido de la justicia’. Una supuesta capacidad para juzgar las cosas como justas, o no. Y apoyarlo con razones. Aceptemos que es así. Incluso en este caso, si preguntamos qué es la justicia tendremos respuestas poco informativas. ¿Por qué? Porque para dar respuestas interesantes hay que haber leído y reflexionado sobre el tema. Ya que es un tema complejo, especialmente si no nos quedamos en la superficie.

 

¿Y quién quiere adentrarse en unas complejidades, que no dan dinero, ni fama? Encima, si las personas en cuestión, a las que preguntamos, han visto y oído, por televisión, que ‘todo es relativo’, concluirán que ‘todo vale’. Si todo es relativo, la opinión de X, que no ha leído nada sobre el tema, ni le interesa, es tan valiosa y respetable como la opinión de Y, que sí ha leído y reflexionado sobre el tema. ¿Para qué estudiar?

 

No se trata de que los ciudadanos no puedan dar su opinión, por el hecho de que no hayan leído nada sobre lo que hablan. No es esa la cuestión. Hay libertad de expresión, aunque algunos la utilicen pobremente. Un contraejemplo. Si en una reunión sale un tema de astronomía y hay un astrónomo entre los presentes, el interés de una persona inteligente será escuchar lo que tiene que decir. Porque esta persona inteligente no es astrónomo. Escucha porque quiere aprender. Como dice Stefan Zweig: ‘El hombre se revela en la conversación no sólo por lo que dice, sino por lo que calla’.

 

¿Y por qué no se suele actuar así, si tengo razón? Porque los poderes públicos- con alguna excepción- prefieren que los ciudadanos estén centrados en diversiones, la telebasura, el botellón, el preservativo y el móvil. Pero no demasiado analfabetos, porque tiene que haber un cierto nivel técnico para que la economía funcione. Ahora bien, tal vez no sea casualidad el desprecio de los políticos- en general- por las ‘humanidades’. ¿De qué tratan? Tratan de entender la conducta humana en sociedad. Estudian la cultura, la historia, la religión, la comunicación, entendida como los procesos de interacción social por medio de símbolos y sistemas de mensajes. Lo que ayuda a desarrollar el pensamiento crítico y mejorar la capacidad de análisis.

 

Es decir, trata de que los ciudadanos no solamente estén informados y preparados técnicamente, sino que, además, estén formados. Esto significa que sería mucho más difícil manipularles. ¿Por quién? Principalmente, por los medios de comunicación progresistas, adecuadamente subvencionados para manipular. Y por este infame gobierno socialcomunista, que da el pésame a terroristas, negocia con bilduetarras, y se humilla ante separatistas y golpistas para mantenerse en el poder.

 

Con toda esta inmundicia, buena parte de la sociedad, anestesiada con progresismo barato, sigue callada. ¿Y las élites empresariales, serán tan cobardes como lo han sido las catalanas con el ‘procés’? Con una derecha, casi toda acomplejada y ‘centrada’. Algo imperdonable en estos gravísimos momentos en que la banda socialcomunista pretende derribar la Monarquía, someter a los fiscales, amordazar a los jueces y vaciar contenidos constitucionales que molesten a sus socios antiespañoles.

 

Si les dejamos…

 

‘Para que el mal triunfe, basta que los hombres buenos no hagan nada’.

(E. Burke.)

 

(Sebastián Urbina/MallorcaDiario/30/9/2020.)



 

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