jueves, 16 de febrero de 2023

NO AGREDA A LA RATA, SEDÚZCALA

 

No agreda a la rata: sedúzcala

Por Gabriel Le Senne

No nos hemos repuesto de la Ley del ‘Sólo sí es sí’, o Ley de Suelta de Violadores, y ya está aquí la Ley de Bienestar Animal, que algunos denominan del ‘Sólo guau es guau’. Los columnistas estamos de enhorabuena, porque tenemos material para meses.

La medida que está despertando mayor interés es la modificación del Código Penal para sancionar la lesión o muerte de cualquier animal vertebrado, con el resultado de que a quien se le ocurra matar una rata a escobazos le pueden caer hasta dos años de prisión o 50.000 euros de multa.

La lesión que requiera tratamiento veterinario será castigada con prisión de tres a dieciocho meses o multa. Sanción que se puede incrementar si concurren circunstancias agravantes tales como empleo de armas, instrumentos —¿la escoba? Pues mejor enfrentarse a la rata con las manos desnudas, en plan Rambo—, veneno o presencia de un menor, entre otras.

De entrada, creo que en caso de lesionar gravemente a la pobre rata vertebrada, resultará más conveniente desde el punto de vista penal rematarla y darle cristiana sepultura. ¡En el jardín! Ni se le ocurra tirarla a la basura: podría verla alguien y denunciar el raticidio a la policía. Imagínese qué jaleo: coches de policía, ambulancias, forenses recogiendo muestras de ADN de roedor de su escoba, y acaba en el trullo. Otra opción sería hacerle sus cuatro zapatitos de cemento, y comida para los peces.

Pero si es usted un buen samaritano y desea hacer lo correcto, lo legalmente correcto, convendrá que la recoja en una camillita fabricada al efecto (pronto habrá tutoriales en youtube) y se la lleve al veterinario: «doctor, yo no quería, ha sido en legítima defensa. Haga lo que pueda por ella —y por mi libertad—». Ya sabe que en España somos bastante estrictos con la legítima defensa, que debe ser proporcionada. Quizás en lugar de escobazos, sea más defendible devolverle los mordiscos. Algo más equilibrado.

Otra opción, ya que al parecer despenalizan la zoofilia —Podemos dice que no, pero también dijeron que no se iba a beneficiar de su anterior bodrio ningún violador—, sería, en lugar de recurrir a la primitiva violencia, signo de masculinidad tóxica o de histerismo estereotipado, hacerle ojitos a la rata invasora; camelársela con poses y expresiones sugerentes. ‘El hombre que susurraba a los vertebrados’. Y después de consumar, invitarla a abandonar su hogar civilizadamente. Eso sí: cuídese mucho de no lesionarla en el trance, porque en tal caso volveríamos al inicio. Podría ser un eslogan del Ministerio de Asuntos Animales —si no existe, no sé a qué esperan—: «no agreda a la rata: sedúzcala» (había escrito algo más explícito, pero mis lectores son gente con clase, y además me quedan pocos).

Se da la circunstancia de que el CGPJ informó la Ley, advirtiendo de posibles problemas de salud pública. Como es natural, no hicieron ni caso. ¿Problemas por no poder matar ratas ni ningún otro vertebrado? ¿A quién se le ocurre, sino a los jueces machistas de ultraderecha? ¡Vertebrófobos!

La anécdota de la rata ha servido para que algunos fascistas bromeen con que Pablo Iglesias, conocido en ciertos ambientes poco sofisticados como ‘rata de dos patas’ o ‘coletas rata’, legisla a favor de sus congéneres. Pero esta nueva ley va mucho más allá: reconoce derechos a los animales, cosa que sin duda es un avance jurídico y filosófico a la altura de los intelectuales que nos gobiernan.

Este ‘animalismo’ es el viejo igualitarismo socialista, aplicado a las especies. La idea de fondo es que nada distingue al ser humano del resto de animales. ‘Antiespecismo’, lo llaman. Nos reímos cuando vemos los vídeos de enajenadas que denuncian que los gallos violan a las gallinas. Pero están gobernando, y ya tenemos sus ideas convertidas en leyes. Es un desastre de proporciones épicas.

Y como acostumbran, las consecuencias son las contrarias de las que anuncia el nombre de la norma. La Ley de Educación es el fin de la exigencia y el aprendizaje. La Ley de Movilidad es el fin del coche para las clases populares. La Ley de Memoria Democrática es la invención del pasado. La Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual es la rebaja de penas y excarcelación de violadores. Y la Ley de Bienestar Animal es la castración y muerte de miles de mascotas. Me cuentan que en el campo las están matando a cientos, ante la imposibilidad de sus dueños de asumir los requisitos que se les imponen: seguro, castración, veterinario, microchip, imposibilidad de regalar cachorros si no eres un criador, con sus requisitos adicionales. Que eso es lo que ocurre en el fondo: la regulación asfixiante de los animales, acabará en gran medida con los propios animales.

Leí en algún sitio que Lenin decía que había que ir un paso por delante de la sociedad, pero sólo uno, porque si no, no te siguen. La izquierda tiene claro que quiere cambiarnos, y es terriblemente hábil en la aplicación de este gradualismo eficacísimo. Paso a paso, está destruyendo todas las bases de nuestra sociedad, producto de la experiencia de siglos.

Pero si la izquierda va un paso por delante, guiando a la sociedad —¡hacia el precipicio!—, cierta derecha (ahora ya prácticamente centro izquierda) va siempre un paso por detrás, como hemos visto con el lamentable episodio del recurso de inconstitucionalidad contra la ley del aborto de ZP: lo interpongo, pero me alegro cuando me lo desestiman. ¡Me quitaba votos! La sociedad evoluciona, sí, pero no siempre para bien. Urge derogar todo esto.

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