sábado, 31 de enero de 2015

INMIGRACIÓN Y DEMAGOGIA



 
 
 
INMIGRACIÓN Y DEMAGOGIA.

 
En Marzo de 2011 Italia declaró, el ‘estado de emergencia humanitaria’ por la llegada de más de cuatro mil inmigrantes africanos a sus costas. La cosa fue tan grave que pidió ayuda urgente  a la Unión Europea porque se reconocía incapaz de solucionar el problema por sí sola.  
Ya en España, la ley impulsada por el entonces Ministro de Trabajo, Jesús Caldera, en 2005  provocó el ‘efecto llamada’ y la ‘regularización masiva’. 

Además, convirtió a  España en «objetivo prioritario» para los «sin papeles». El famoso ‘papeles para todos’.

Antes, el gobierno socialista de Rodríguez Zapatero había aprobado el Reglamento de la Ley Orgánica 4/2000 (11 de enero) acerca de los derechos y libertades de los inmigrantes y su integración social. Una de las consecuencias fue la regularización de más de 700.000 inmigrantes.  España se convirtió en el mayor receptor de inmigrantes de la Unión Europea. Gracias al ‘efecto llamada’, aunque fue negado, con vehemencia, por el Portavoz socialista Caldera y sus camaradas. 


¿Cuál es el problema? Cualquier persona normal se siente impresionada por estos inmigrantes que llegan a nuestras costas en un estado lamentable, buscando un mundo mejor. Y es de personas decentes hacer algo por ellos. El problema es ¿hasta dónde? Es decir, hay límites y debería hablarse de ellos seriamente. No bastan las ‘buenas intenciones’. Usted, personalmente, puede llevar su altruismo tan lejos como quiera. Puede regalar todo su dinero, o todo su tiempo. O puede irse a África para ayudar a los necesitados. Pero esto no se puede imponer.  


 Si pasamos del altruismo personal a las decisiones políticas, la cosa cambia. ¿Por qué? Porque ya no se trata de que yo decida, libremente, sacrificarme por los más pobres de África. Se trata de que unos políticos me impongan su visión del problema, convirtiendo esta visión en leyes, reglamentos y más impuestos. Y si no obedeces, ahí están los fiscales y los jueces.


De ahí que esto sea cualitativamente diferente de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, publicada el 26 de noviembre de 2013, del Papa Francisco, pronunciada en una alocución durante su encuentro con el presidente de los Asuntos Religiosos turco, Mehmet Gormez, en su visita a Turquía. Animó a los musulmanes a permanecer musulmanes, y a los católicos a ‘acoger con afecto y respeto a los inmigrantes musulmanes que llegan a nuestros países.’  Y es cualitativamente diferente porque si no le hago caso al Papa, no me van a sancionar. Ni me pondrán más impuestos.


Una vez más ¿hasta dónde? Salvando las distancias que haya que salvar, es algo parecido a los impuestos. Casi nadie rechaza la existencia de impuestos. O rechaza que los que más tienen han de aportar más. El problema es ¿hasta dónde?


Si la cuerda se tensa demasiado, suele romperse.  Y si no se rompe hay malestar social. Sucede que los políticos quieren ser ‘generosos’ a costa de los demás. Y si hay consecuencias inesperadas, como el éxito electoral de políticos como Marine Le Pen, acusan a la gente de ser racista, xenófoba e islamófoba. 


Esta genérica acusación, supuestamente progresista, hace que muchas personas se callen por miedo a ser señaladas. Sin embargo, resulta que nosotros aceptamos que los musulmanes tengan mezquitas aquí y hagan proselitismo, pero ellos no aceptan iglesias católicas allí, y que se haga proselitismo. Y, encima, se persigue a los cristianos. ¡Y quieren hacernos creer que nosotros somos los malos!
Es necesario estudiar con el máximo rigor hasta dónde ayudar y en qué manera. Si no se afronta este problema, no será solamente Italia la que declarará el ‘estado de emergencia’. Y las reacciones de muchos europeos, cuando ya estén hartos, pueden ser difícilmente controlables. Y pueden quedar deslumbrados por políticos milagrosos. De uno u otro signo.


 No hagamos caso, ni a los que quisieran cerrar las puertas a cal y canto, ni a los que quisieran tenerlas siempre abiertas. No es razonable adoptar ninguna de estas dos posturas.  ¿Qué hacer? Hay que debatir, con rigor y sin demagogia, la complejidad de la inmigración, analizando ventajas e inconvenientes y estableciendo límites. Lo negativo es hacer discursos de ‘buenas intenciones’ sin preocuparse por las consecuencias y sin tener presente que las personas normales no son como Teresa de Calcuta.


 Veamos un ejemplo de ‘buenismo’ estúpido que culpabiliza a los europeos de no ser suficientemente ‘buenos’. El sueco Thomas Hammarberg, que ocupó el puesto de Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa en Estrasburgo de abril 2006 hasta marzo 2012,  declaró: ‘Se percibe una preocupante tendencia a la islamofobia’.


 Creo que es una injusta acusación. Pero supongamos que es cierto y que hay, en Europa, una tendencia  a la islamofobia. Veamos en qué puede consistir:

 Según Serafín Fanjul, catedrático de literatura árabe: El islam es din wa-dawla, religión y Estado a un mismo tiempo, y ese es el modelo que buscan e intentan imponer los grupos islamistas, quienes rechazan cualquier atisbo de libertad del ser humano... En concreto, la democracia sufre de la condena y el rechazo del islamismo por no someterse a la voluntad divina y funcionar de manera independiente, sin someterse. 


 Si esto es así, resulta que los islamistas están en contra de la democracia y de la separación Iglesia-Estado. En tal caso, parece que nuestro principal problema es saber si los más de treinta millones de musulmanes que viven en Europa aceptan la democracia, la igualdad jurídica entre hombres y mujeres y la separación Iglesia-Estado.  Si lo aceptan, esto se debe tratar como un estricto problema inmigratorio. Pero si no respetan estos principios básicos, ¿tenemos que aceptarlos para no ser acusados de islamofobia?  


Hay que aclarar estas cosas, con rigor y sin progresismo barato, porque nos jugamos mucho. Incluso nuestra supervivencia. Política y cultural, para empezar. Atentados terroristas aparte. Están avisados.
  
 Sebastián Urbina.

(Publicado en El Mundo/Baleares/29 Enero 2015)


1 comentario:

Anónimo dijo...

Una sociedad política para llamarse así debe mantenerse, es evidente que esto es imposible si se producen invasiones que traspasan sus límites y amenazan con la supervivencia de esa sociedad política. Esto es así de siempre, miren la historia. ¿Qué pasa que ahora algunos se cren por encima de todo?