INMIGRACIÓN Y DEMAGOGIA.
En Marzo de
2011 Italia declaró, el ‘estado de emergencia humanitaria’ por la
llegada de más de cuatro mil inmigrantes africanos a sus costas. La cosa fue
tan grave que pidió ayuda urgente a la Unión Europea porque se reconocía incapaz
de solucionar el problema por sí sola.
Ya en
España, la ley impulsada por el entonces Ministro de Trabajo, Jesús Caldera, en
2005 provocó el ‘efecto llamada’ y la ‘regularización masiva’.
Además,
convirtió a España en «objetivo prioritario» para los «sin papeles». El
famoso ‘papeles para todos’.
Antes, el
gobierno socialista de Rodríguez Zapatero había aprobado el Reglamento de la
Ley Orgánica 4/2000 (11 de enero) acerca de los derechos y libertades de los
inmigrantes y su integración social. Una de las consecuencias fue la
regularización de más de 700.000 inmigrantes. España se convirtió en el mayor receptor de
inmigrantes de la Unión Europea. Gracias al ‘efecto llamada’, aunque fue
negado, con vehemencia, por el Portavoz socialista Caldera y sus camaradas.
¿Cuál es el
problema? Cualquier persona normal se siente impresionada por estos inmigrantes
que llegan a nuestras costas en un estado lamentable, buscando un mundo mejor.
Y es de personas decentes hacer algo por ellos. El problema es ¿hasta dónde? Es
decir, hay límites y debería hablarse de ellos seriamente. No bastan las
‘buenas intenciones’. Usted, personalmente, puede llevar su altruismo tan lejos
como quiera. Puede regalar todo su dinero, o todo su tiempo. O puede irse a
África para ayudar a los necesitados. Pero esto no se puede imponer.
Si
pasamos del altruismo personal a las decisiones políticas, la cosa cambia. ¿Por
qué? Porque ya no se trata de que yo decida, libremente, sacrificarme por los
más pobres de África. Se trata de que unos políticos me impongan su visión del
problema, convirtiendo esta visión en leyes, reglamentos y más impuestos. Y si
no obedeces, ahí están los fiscales y los jueces.
De ahí que esto sea cualitativamente diferente de la exhortación
apostólica Evangelii Gaudium, publicada el 26 de noviembre de 2013, del Papa
Francisco, pronunciada en una alocución durante su encuentro con el presidente
de los Asuntos Religiosos turco, Mehmet Gormez, en su visita a Turquía. Animó a
los musulmanes a permanecer musulmanes, y a los católicos a ‘acoger con afecto
y respeto a los inmigrantes musulmanes que llegan a nuestros países.’ Y es cualitativamente diferente porque si no
le hago caso al Papa, no me van a sancionar. Ni me pondrán más impuestos.
Una vez más
¿hasta dónde? Salvando las distancias que haya que salvar, es algo parecido a
los impuestos. Casi nadie rechaza la existencia de impuestos. O rechaza que los
que más tienen han de aportar más. El problema es ¿hasta dónde?
Si la
cuerda se tensa demasiado, suele romperse. Y si no se rompe hay malestar
social. Sucede que los políticos quieren ser ‘generosos’ a costa de los demás. Y
si hay consecuencias inesperadas, como el éxito electoral de políticos como
Marine Le Pen, acusan a la gente de ser racista, xenófoba e islamófoba.
Esta
genérica acusación, supuestamente progresista, hace que muchas personas se
callen por miedo a ser señaladas. Sin embargo, resulta que nosotros aceptamos
que los musulmanes tengan mezquitas aquí y hagan proselitismo, pero ellos no
aceptan iglesias católicas allí, y que se haga proselitismo. Y, encima, se
persigue a los cristianos. ¡Y quieren hacernos creer que nosotros somos los
malos!
Es
necesario estudiar con el máximo rigor hasta dónde ayudar y en qué manera. Si
no se afronta este problema, no será solamente Italia la que declarará el
‘estado de emergencia’. Y las reacciones de muchos europeos, cuando ya estén
hartos, pueden ser difícilmente controlables. Y pueden quedar deslumbrados por
políticos milagrosos. De uno u otro signo.
No
hagamos caso, ni a los que quisieran cerrar las puertas a cal y canto, ni a los
que quisieran tenerlas siempre abiertas. No es razonable adoptar ninguna de
estas dos posturas. ¿Qué hacer? Hay que debatir, con rigor y sin
demagogia, la complejidad de la inmigración, analizando ventajas e
inconvenientes y estableciendo límites. Lo negativo es hacer discursos de
‘buenas intenciones’ sin preocuparse por las consecuencias y sin tener presente
que las personas normales no son como Teresa de Calcuta.
Veamos
un ejemplo de ‘buenismo’ estúpido que culpabiliza a los europeos de no ser
suficientemente ‘buenos’. El sueco Thomas Hammarberg, que ocupó el puesto de
Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa en Estrasburgo de abril
2006 hasta marzo 2012, declaró: ‘Se
percibe una preocupante tendencia a la islamofobia’.
Creo que es una
injusta acusación. Pero supongamos que es cierto y que hay, en Europa, una
tendencia a la islamofobia. Veamos en qué puede consistir:
Según Serafín
Fanjul, catedrático de literatura árabe: El islam es din wa-dawla, religión
y Estado a un mismo tiempo, y ese es el modelo que buscan e intentan imponer
los grupos islamistas, quienes rechazan cualquier atisbo de libertad del ser
humano... En concreto, la democracia sufre de la condena y el rechazo del
islamismo por no someterse a la voluntad divina y funcionar de manera
independiente, sin someterse.
Si esto es así, resulta
que los islamistas están en contra de la democracia y de la separación
Iglesia-Estado. En tal caso, parece que nuestro principal problema es saber si
los más de treinta millones de musulmanes que viven en Europa aceptan la
democracia, la igualdad jurídica entre hombres y mujeres y la separación
Iglesia-Estado. Si lo aceptan, esto se
debe tratar como un estricto problema inmigratorio. Pero si no respetan estos
principios básicos, ¿tenemos que aceptarlos para no ser acusados de
islamofobia?
Hay que aclarar estas
cosas, con rigor y sin progresismo barato, porque nos jugamos mucho. Incluso
nuestra supervivencia. Política y cultural, para empezar. Atentados terroristas
aparte. Están avisados.
Sebastián Urbina.
(Publicado en El Mundo/Baleares/29 Enero 2015)
(Publicado en El Mundo/Baleares/29 Enero 2015)
1 comentario:
Una sociedad política para llamarse así debe mantenerse, es evidente que esto es imposible si se producen invasiones que traspasan sus límites y amenazan con la supervivencia de esa sociedad política. Esto es así de siempre, miren la historia. ¿Qué pasa que ahora algunos se cren por encima de todo?
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