viernes, 14 de septiembre de 2018

PEDRO SÁNCHEZ: PLAGIO


 (La superioridad moral de la izquierda.)

 

 

 

El catedrático de economía Mikel Buesa ve «claramente plagio» en la tesis de Sánchez.

«La cuestión fundamental del plagio no es la cantidad del texto que se copia, sino el hecho de que no se reconozca la deuda intelectual que el autor de una tesis tiene con otros autores», asegura el catedrático.

 

(ABC/14/9/2018.) 

 

 

LAS EXCUSAS DE SÁNCHEZ NO SE SOSTIENEN.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ejerció ayer el derecho de rectificación que le otorga la Ley orgánica 2/1984, de 26 de marzo; y ABC, sin agotar el plazo legalmente previsto, publica hoy en su integridad la rectificación pedida por el dirigente socialista.

No entramos en polémica con el contenido de cuanto afirma Sánchez. Tal actuación -un presidente de Gobierno mandando un burofax a un medio- es insólita en la democracia y pone de manifiesto una actitud intolerante con la libertad de información, a la que este periódico seguirá acogiéndose para informar a sus lectores puntualmente de las irregularidades académicas detectadas en la tesis doctoral del presidente del Gobierno.

Precisamente, los más de cien años de ABC a los que aludió ayer la portavoz del Ejecutivo nos conceden la autoridad ética y la serenidad profesional necesarias para recibir con estricto respeto legal el escrito de Sánchez y, al mismo tiempo, mantener todo lo afirmado hasta el momento. Historia de ABC en la que no han faltado cierres, censura y persecución, como bien sabe el PSOE.

ABC reitera que la tesis de Sánchez incurrió en plagios -reconocidos en un 13% por La Moncloa- no enmendados por unas referencias genéricas a los autores que se contienen en la bibliografía final, porque esos autores debieron constar citados a pie de página y a continuación de su texto literal y entrecomillado.

 ABC reitera que la tesis de Sánchez adolece de autoplagio, admitido por el propio presidente del Gobierno en su escrito de rectificación, cuando afirma que «hablar de plagio en este caso resulta simplemente absurdo cuando el autor soy yo mismo». ¿Qué cree Pedro Sánchez que es el autoplagio, sino exactamente eso? ABC reitera que el tribunal que valoró y premió la tesis de Pedro Sánchez con un inefable «cum laude» carecía de nivel científico y contaba entre sus miembros con el coautor de un artículo que Sánchez utilizó en su tesis sin mencionar tal autoría.

 ¿Es ético ser evaluado por quien tiene interés directo en el contenido de la tesis doctoral? ABC se ratifica en el inverosímil breve plazo que empleó Sánchez para su tesis doctoral -recopilar material, leerlo, ordenarlo y procesarlo, volcarlo en borradores, editar el texto final, someterlo al procedimiento administrativo de la Universidad ¿en un año? -, cuando en septiembre de 2011 pedía ayuda por Twitter y la defendió en noviembre de 2012.

Imaginamos el bochorno que sentirán los doctores que lean semejantes explicaciones y las cotejen con el esfuerzo que exige una verdadera tesis doctoral, tutelada por un director con responsabilidad y auténtico espíritu científico; absorbiendo años de estudio y juventud; y orientada a ser juzgada por un tribunal que, aun seleccionado por la Universidad, integrará académicos que procurarán dejar constancia crítica de su conocimiento.

Se llama excelencia, señor presidente. Las explicaciones de Pedro Sánchez suenan a victimismo para eludir una realidad que se impone por sí sola sobre las condiciones académicas de su tesis doctoral. Sus amenazas a ABC no disuelven la verdad de los hechos informados en estos días y de los que se informen en el futuro. Durante años, Pedro Sánchez ha escondido su tesis doctoral, pese a que ha expresado recientemente su orgullo por ella. Sólo cuando ABC ofreció a la opinión pública datos concretos no desmentidos, el presidente del Gobierno se vio forzado a rectificar -otra vez, otra más- y dar publicidad al texto.

Eso sí, embarcando antes a la Presidencia del Gobierno, como si fuera su responsabilidad, en el filtrado de la tesis por unos programas de detección de plagios. No era incumbencia de La Moncloa semejante respuesta, sino de la Universidad Camilo José Cela. Sin embargo, los nervios pasan estas facturas. Tampoco iba a dimitir la exministra de Sanidad, Carmen Montón, y a las pocas horas lo hizo porque su máster era un fraude y su TFM, un plagio. Tampoco iban a vender bombas a Arabia Saudí, y ya están allí.


Todo cargo político queda sometido al escrutinio de la opinión pública y de los medios de comunicación, porque, como dijo el propio Pedro Sánchez con admiración, «hay países en los que se dimite por plagiar». ABC no tiene la culpa de las carencias académicas de la tesis doctoral de Sánchez ni de sus contradicciones internas, menos aún de la creciente y patente debilidad de su Gobierno.

El respaldo expreso de miles de lectores anima a este centenario, pero activo, periódico a perseverar en nuestro compromiso con la información veraz a la que tiene derecho la opinión pública. La polémica sobre la tesis doctoral de Sánchez no es un problema de porcentajes de plagio, sino de ética pública, más aún para un dirigente que accedió al poder con las urnas en contra y diciendo que abanderaba -qué sarcasmo- la regeneración y la transparencia en la vida política. Pues a una y otra apelamos en ABC para presentarnos ante nuestros lectores orgullosos de nuestra información.

(Edit/ABC/15/9/2018.)



¿DE QUÉ HABLAMOS?

A medida que se ensanchan las vías del agua que harán zozobrar a Sánchez, Isabel Celaá, su ministra portavoz, ha ido perdiendo la serenidad zen que la adornaba. La rueda de prensa del consejo de ministros de ayer estaba programada como una gran celebración propagandística de la exhumación del más estrecho colaborador de este Gobierno (Franco).

 Pero la turbia tesis doctoral del presidente, destapada por ABC, se interpuso y monopolizó la rueda de prensa. Celaá fue perdiendo la flema. Visiblemente enfadada por las críticas de la oposición y las revelaciones de este periódico, comenzó a hacerse una pregunta retórica: «¿De qué hablamos?». Intentaremos ayudar:
-Hablamos de que el hoy presidente escribió una tesis y obtuvo un doctorado en 2012, pero se cuidó de mantenerla fuera del escrutinio público hasta ayer. ¿Por qué? Hablamos de que el miércoles, a pregunta de Rivera en el Parlamento, Sánchez replicó que la tesis estaba «colgada» en internet, cuando era falso, pues la ha subido dos días después. Hablamos de que al plantearle Rivera sus dudas sobre su doctorado, Sánchez se encorajinó, hasta el extremo de que se giró hacia la bancada de Ciudadanos y los amenazó fuera de micrófono. «Os vais a enterar», les espetó. 

Hablamos de que la tesis, según ha comprobado ABC, incluye párrafos de otros autores sin citarlos y sin comillas, y también autoplagios (textos anteriores del propio Sánchez, algo que está proscrito, pues en una tesis todo ha de ser original). Hablamos de que la supuesta prueba exculpatoria de Sánchez -pasar su tesis por dos programas informáticos comparadores de textos- no tiene valía como excusa, pues sus conclusiones dependen de con qué corpus se haya comparado el trabajo. 

Hablamos de un Sánchez que solo catorce meses antes de recibir un «cum laude» preguntaba vía Twitter si alguien podía recomendarle algún texto sobre la materia, lo que da fe de lo mucho que sabía del tema. Hablamos de un tribunal a la carta, donde incluso lo llegó a evaluar un profesor que había escrito artículos previamente con él, luego extractados en la propia tesis.

-Hablamos del primer presidente de nuestra democracia que envía un burofax a un periódico con exigencia de rectificación -a la que la ley obliga al medio, tenga o no razón en sus afirmaciones- y que amenaza con acciones en los tribunales a este periódico, su director y sus periodistas. 
Hablamos de un presidente que se niega a atender una petición de comparecencia en el Parlamento para que aclare los puntos oscuros de su tesis, y del primero que desde su escaño amenaza en tono tabernario a la oposición. Hablamos del presidente que prometió elecciones y no las convocó, que ha incumplido casi todo lo que anunciaba y que vive en la rectificación.

-Hablamos, señora Celaá, de un Gobierno que cultiva sin rubor la patochada. Como cuando usted afirmó ayer que la exministra Montón es «ejemplar», habiendo tenido que dimitir por falsear sus estudios, o cuando explicando la rectificación en la venta de bombas a Arabia Saudí alegó como excusa que «las bombas son de alta precisión y no se van a equivocar matando a yemeníes» (lo cual es de chiste de Gila).
Hablamos, en fin, de un desastre que demanda elecciones inmediatas.

(Luis Ventoso/ABC/15/9/2018.)
 

 

4 comentarios:

Arcoiris dijo...

Son unos mentirosos, unos farsantes y, naturalmente, ellos lo saben; por algo son profesionales del asunto. De hecho, se trata de explotar el rebaño humano, de vivir de él y, si es posible con su colaboración, que puede ser entusiasta o, al menos, cuidando que no se salga de madre la purrela, esos tontos de capirote. Desde la mano dura o la encarnación de algún Dios hasta el vudú y otras supersticiones, pasando por las religiones. Se han practicado distintos medios para llevar con éxito el negocio. Ahora, desde hace un tiempo, toca recurrir a la charlatanería de los partidos políticos y la partitocracia (que algunos llaman infundibulocracia e, incluso, democracia, que se necesita valor…). Está claro que duele menos si quien te chupa la sangre es “de los míos”: hay otra tolerancia, incluso colaboración incondicional. No está mal pensado, no. En definitiva, aunque no lo precisen en su ejercicio profesional, suelen disfrazarse de sabios y hasta de personas corrientes (¿quién les ha visto, pongamos por caso, luciendo el antifaz?) ¿Y porqué no? Al fin y al cabo, cuanto mayor importancia tengan dentro de la banda, más difícil, si no imposible, se le hará a la pobre res conocer la verdad del cuento de su pastorcico, el de la dulce flauta.

Sebastián Urbina dijo...

Si después de esta vergüenza no hay dimisión, ni elecciones anticipadas, es que la sociedad española está enferma. Esperemos que permitan decidir a los españoles si queremos seguir con esta gente, o no.

Arcoiris dijo...

Vale. Elecciones. Anticipadas. ¿Y qué? ¿De qué servirán? ¿De qué han servido? (Sin mencionar la posibilidad de que el “homo sapiens hispanicus” le dé más escaños al guaperas, como apuntan algunas encuestas).

Sebastián Urbina dijo...

Así y todo es la solución menos mala. En democracia. Incluso en una de baja calidad como la nuestra.