viernes, 16 de enero de 2009

VUELVEN LOS PIGS


Viernes, 16-01-09

SE acordarán de ese acrónimo nada cariñoso con el que los medios financieros internacionales agrupaban a Portugal, Irlanda, Grecia y España en la carrera por la Unión Monetaria. La idea era muy simple, son pequeños países exóticos, poco fiables, políticamente inestables y económicamente propensos al déficit público, la inflación y el populismo cuya entrada en el euro solo puede provocar su fracaso. La iniciativa tuvo un gran éxito mediático, probablemente como la campaña por hacer del ateísmo una nueva religión proselitista, pero no prosperó en círculos políticos y no impidió que España iniciase un largo periodo de prosperidad y crecimiento, gracias a una acertada gestión de la expansión monetaria resultante. Pero algunos olvidaron que los ciclos existen y que los viejos problemas vuelven con furia renovada si no se encauzan adecuadamente. Es sorprendente que la misma generación de políticos socialistas que sigue dando vueltas a los males de la patria, como la cuestión religiosa o territorial, haya despreciado la cuestión económica o la haya creído resuelta para siempre.

Standard and Poor´s ha puesto el rating de España en observación, como antes había hecho con Irlanda y Grecia, y se ha vuelto a disparar el furor patriótico contra la pérfida Albión y sus secuaces. Aunque con un poquito más de sofisticación que cuando el famoso artículo del «FT» sobre la banca española. El presidente Zapatero ha cuestionado la credibilidad de las propias agencias de rating. Tiene razón en que no han quedado muy bien en la presente crisis, pero de nada sirve matar al mensajero. Casualmente acabo de ver en la serie «Los Tudor» cómo Enrique VIII maltrató delante de Ana Bolena al mensajero de Catalina de Aragón. Pero no le sirvió para evadir las consecuencias históricas de su decisión, ni a la ilustre señora para salvar el pescuezo. Las agencias de rating serán un desastre, pero mientras no haya otra cosa, señor presidente, mueven los mercados. Como estamos viendo esta misma semana en que el diferencial del bono español con el alemán bate niveles nunca vistos con el euro. Se cuestiona nuestra credibilidad económica y fiscal, esta es la realidad.

Podemos ignorarlo, escandalizarnos o hacer algo para arreglarlo. Ya hemos hecho bastante de los dos primeros: un año negando la crisis y sacando pecho con la economía española para luego encabezar las cifras de deterioro económico de Europa; excesivos insultos y descalificaciones a los que nos sacan los colores y desvelan nuestras miserias. Hora va siendo ya de ponerse a trabajar para evitar volver al club de los alumnos perezosos y poco recomendables.

Cuando se cuestiona la solvencia de las cuentas públicas españolas a medio plazo, que es lo que significa, para entendernos, una rebaja de rating, se está advirtiendo a los posibles compradores de deuda española, pública y privada, de la posibilidad de que no podamos hacer frente a nuestros compromisos. Convendría por tanto analizar con todo rigor y detalle las perspectivas, la dinámica, de gastos e ingresos públicos para ver su solvencia.

Los ingresos públicos han caído un 20 por ciento el año pasado, lo que da idea de su especial vinculación a la burbuja inmobiliaria. El superávit de la Seguridad Social ha desaparecido en cuanto el número de afiliados ha dejado de crecer, lo que revive las dudas sobre la viabilidad de nuestro sistema de prestaciones sociales. El gasto público recurrente aumenta dos veces el PIB nominal y se siguen aprobando nuevos derechos económicos, como si la caja estuviese llena.

Se abre innecesariamente la financiación autonómica -había un acuerdo unánime que el estatuto de Cataluña echó por los aires- y se cierra al grito de quién quiere más, que hay barra libre y paga la décima potencia el mundo. Y se consigue que España pase en un año del puesto 46 al 49 en la clasificación del Banco Mundial de países atractivos para la inversión extranjera. Son pequeños detalles que convendría no olvidar antes de lanzarnos como sabuesos sobre los pobres inversores internacionales, a los que les tenemos que pedir dinero o vender las joyas de la Corona. Menos política y más gestión, querido presidente, sería un buen propósito de año nuevo, aunque tenga que cambiar gran parte del Ejecutivo. (Fernando Fernández/ABC).

No hay comentarios: