domingo, 7 de enero de 2018

OLVIDO Y SUFRIMIENTO








OLVIDO Y SUFRIMIENTO.



Todavía recuerdo cómo me impresionaron unas palabras de F. Trias de Bes, en su libro ‘El hombre que cambió su casa por un tulipán’, en el que analiza las burbujas más irracionales de la Historia. En la última página del libro, dice: ‘Pasarán los años. Unas generaciones sustituirán a otras… Poco a poco, la gente olvidará. Por desgracia, la gente siempre olvida.’



Es decir, según el autor, en un indeterminado futuro, los humanos volveremos a repetir las mismas- o parecidas- idioteces. En este caso, las dañinas burbujas. En España, sufrimos una burbuja inmobiliaria, cuyas perjudiciales consecuencias se han hecho sentir desde 2007 hasta 2017. Más o menos.



Digamos que hay tipos de olvido. Consecuencia de fuertes golpes, o lesiones, en la cabeza, por el inadecuado desarrollo de las estructuras cerebrales (sistema límbico) que regulan nuestras respuestas al entorno, por tomar sustancias psicotrópicas, etcétera.

También hay diversas teorías sobre el olvido. Pero aquí me interesa hablar de olvidos y sufrimientos que todos, o casi todos conocemos, directa o indirectamente.



Por ejemplo, ¿por qué, en general, se trata de olvidar a la persona amada que ya no lo es, por diversos motivos?  

 ¿Por qué olvidamos cosas que nos han perjudicado y podrían volver a perjudicarnos si las olvidamos?



En relación con los desengaños amorosos, o desamores, recordaré dos citas: ‘El desengaño camina detrás del entusiasmo’, de Madame de Staël, destacada novelista, con una famoso salón literario, en París, al que acudían importantes personajes de la época (S.XIX), e hija del ministro de finanzas francés, Jacques Necker . Y otra del filósofo Ludwig Wittgenstein: ‘Nada es tan difícil como no engañarse a uno mismo’.



Estas dos citas no significan que sea inevitable que las personas que se entusiasman con otra- la persona amada- tengan que decepcionarse. Aunque suele suceder con frecuencia. Veamos el caso de España. La duración media de los matrimonios hasta la fecha de la resolución, fue de 16,3 años, cifra ligeramente superior a la de 2015. Los matrimonios disueltos por divorcio tuvieron una duración media de 16,1 años, mientras que la de los matrimonios separados fue de 21,6 años.



O sea, los ‘entusiasmos’ tienen fecha de caducidad. No siempre, pero es bastante frecuente. ¿Y qué sucede cuando se quiebra el inicial entusiasmo? Habitualmente, una carrera hacia el olvido. Además de una huida, a gran velocidad, del sufrimiento. Los amigos y amigas de la persona divorciada o separada -que, por supuesto, se siente inocente frente al ‘otro’ que es el verdadero y único culpable-, le conminan a olvidar. ‘Tienes que pasar página’. Como si hubiera una gran afición a la lectura y un enorme libro delante de las narices. Pasemos página. ¿Para qué? Para no sufrir. Este es el meollo del asunto.



El sufrimiento no es algo objetivo. Tiene fuertes condicionantes sociales. Por ejemplo, cuando se produce un accidente importante en el que hay muchas personas involucradas, rápidamente se envían numerosos psicólogos para tranquilizar a las personas supervivientes. ¿Es malo? No. Solamente trato de decir que el sufrimiento tiene muchos condicionantes. Imaginemos un accidente, de características similares, en la época de nuestros bisabuelos. Ignoro si había psicólogos, pero lo importante es que las personas trataban- en general- de superar la adversidad, solos, o en compañía de la familia y amigos íntimos. Tal vez, la religión.



Algo parecido sucede con los niños actuales. Cantidad de cosas podrían ‘frustrarles’. Dicho esto, lo que ahora se lleva es la superprotección de los niños. Lo que es un disparate porque les empuja a ser flores de invernadero. Cuando sean adultos- al menos en años- necesitarán drogas para soportar las adversidades, que llegarán.  No todo el mundo puede tener un psicólogo, día y noche, así que es mejor afrontar las adversidades.



Pero, además de la obsesión anti-sufrimiento- con psicólogos o pastillas varias- está el problema de no engañarse a uno mismo. ¿Por qué nos engañamos? Tomemos un ejemplo. Todos conocemos a alguien que se ha enamorado- o eso dice- de alguien. Supongamos que la familia y los amigos íntimos le desaconsejan esta persona. ‘No te conviene’. Pero la persona enamorada- o que siente que lo está- no escucha razonamientos de ningún tipo. Salvando las distancias, se comporta como los independentistas catalanes. Viven de sentimientos y emociones. Las razones y hechos adversos, les rebotan.



Lo que nos lleva al filósofo David Hume. Decía que la razón, ‘no puede aspirar a otro oficio que el de servirlas y obedecerlas”. Se refería a las pasiones. Lo cual es dudoso, dicho en los términos generales que afirmó Hume. Me parece más plausible establecer gradaciones de obediencia a las pasiones, dependiendo de las personas y de las circunstancias. Pero sí es cierto- y es mérito de Hume- que debe destacarse la importancia de las pasiones en la racionalidad humana, frente al exagerado optimismo de la Ilustración. Aquí conviene distinguir- en un paralelismo que me parece adecuado- entre determinación y condicionamiento. No estamos determinados en nuestra conducta como lo están, el tigre o el caracol. Somos responsables de nuestros actos. Aunque sea hasta cierto punto.



Nos podemos preguntar si nos convertiremos en mejores personas si, en una situación de sufrimiento, como las mencionadas y otras, nos refugiamos a toda velocidad en psicólogos, pastillas, etcétera. Tal vez deberíamos preguntarnos si estos sufrimientos nos hacen madurar como seres humanos. Y si la planificada y eficiente ausencia de todo sufrimiento nos hará más maduros o, por el contrario, más niños perpetuos.



Recordemos que no es lo mismo el dolor físico que el sufrimiento. Es razonable que nos aprovechemos de los avances médicos y aliviemos el dolor de nuestras enfermedades. Ahora hablamos de ‘sufrimiento’. Como el sufrimiento por la muerte de un ser querido, por el abandono de la persona amada, por la quemazón interior que nos produce una intolerable injusticia, y un largo etcétera.



El eminente médico Gregorio Marañón, decía:


“Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber amar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir
.'' 

SEBASTIÁN URBINA.



(Publicado en ElMundo/Baleares/4/1/2018.)

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