martes, 25 de septiembre de 2018

ESCÁNDALO







ESCÁNDALO.

Es sorprendente la escasa capacidad para escandalizarse de la sociedad española.

 El actual inquilino de La Moncloa gobierna con el apoyo de golpistas, y nos parece bien. Se demuestra que copió su tesis, y continúa impertérrito. Utiliza aviones y helicópteros para asuntos particulares, y le ríen la gracia. Se quiere cargar el Senado al más puro estilo Maduro, y nadie se rasga las vestiduras.

 Está a punto de dimitirle su tercer miembro del Consejo de Ministros, y nadie aprecia lo excepcional y preocupante del momento. Para colmo, se evidencian manejos con fiscales para tratar de doblegar la acción de la Justicia con aquellos políticos que quebraron la ley en Cataluña. 

Es evidente que a Sánchez solo le interesa la ocupación del poder desde la pulsión más grosera. No hay nada más. Ni un atisbo de preocupación por el bien común, ni sentido de Estado y, menos, de la Historia. Se suele decir que los delitos no existen hasta que se convierten en escándalos. España necesita escandalizarse y abandonar esta siesta narcotizada que no augura nada bueno.

(Bieito Rubido/ABC/25/9/2018.) 




 ¡Oh, SÁNCHEZ!

La política española no resiste más. La prueba es este silencio. Tal vez presagie el definitivo shock anafiláctico, pero de momento solo es silencio. El presidente del Gobierno ha dicho en Canadá tres cosas impresionantes.

Quebec es un ejemplo. Pero no de las virtudes de la política, sino de la siniestra capacidad del nacionalismo para destruir las comunidades aparentemente más prestigiosas. Hay que leer ¡Oh, Canadá!, ¡Oh Quebec! Réquiem por un país dividido, de Mordecai Richler para saber de qué es Quebec ejemplo. El presidente y sus voceros subrayan que tras el referéndum el apoyo al independentismo ha bajado. Y con su cara de palo habitual insinúan cuál es la causa. Ved que los referéndums son buenos... Ocultan que el referéndum no salió adelante por un estrechísimo 1,16% de los votos. La veleidosa opinión hoy no es independentista, pero pudo destruir un país. El referéndum: como si para ganar confianza en uno mismo al paciente se le aconsejara practicar con la ruleta rusa.
En Cataluña ya ha habido dos referéndums. Ningún español había oído nunca este prodigioso argumento para rechazar las exigencias nacionalistas. El presidente otorgó legitimidad y limpieza democrática a dos consultas ilegalizadas por el Tribunal Constitucional. Sus irregularidades fueron manifiestas y en la última la Generalidad incurrió en el fraude más descabellado, que incluso denunciaron algunos de los llamados observadores internacionales invitados a pan, y sobre todo a cuchillo, por los convocantes.

El presidente empatiza con los indultos. Respeta la vía judicial, pero se reserva la vía política, vino a decir. De manera insólita en el historial democrático el presidente habla de indultos antes de un juicio y se adhiere a la estrategia de presión a los jueces que habrán de juzgar. En realidad da igual lo que sentenciéis. La política lo solucionará. Al plantear la clemencia no como una extensión de la justicia sino como un instrumento de la política el presidente revela su auténtico punto de vista sobre el proceso: una maniobra de la política y no del delito

Justifica, además, oblicuamente una de sus últimas decisiones: donde haya un buen indulto que se quiten los aforamientos. Y se prepara para la negociación política cardinal de los próximos meses: lograr de los presos nacionalistas un mínimo reconocimiento de culpa y un cierto propósito de enmienda. Un no lo haré más, al menos. Porque a ver cómo indultarás a unos tipos que digan arrogantes que lo volverían a hacer.
Pero lo más impresionante es el silencio ante todo esto. El timbre de sentido y de plausibilidad que el silencio otorga.

(Arcadi Espada/25/9/2018.)

2 comentarios:

Arcoiris dijo...

Se dice de la democracia que es el menos imperfecto de los sistemas políticos. Eso se dice y, a la vez, se admite que es perfectible. Llegados aquí, yo me pregunto: ¿lo nuestro es democracia genuina? y ¿qué diferencias existen, en caso de haberlas, entre lo nuestro y sistemas como las dictaduras o regímenes autoritarios, tan condenados y condenables? Ítem más, ya que soy muy curioso: ¿porqué no proliferan hoy manifas como las que amenizaban la España de Franco? ¿Nadie esculpe hoy la letra “P” de protesta en los flancos de los pececillos dorados de los estanques de la Universidad Central de Barcelona? ¿Es que no hay organizadores de manifestaciones? ¿Será que no rinden utilidades? ¿O acaso será que carecemos de esprínteres o de “grises”? ¡Cuántas dudas! Vivo sin vivir en mí.

Sebastián Urbina dijo...

Usted y yo lo hemos hablado. Creo que lo nuestro es una democracia de bajo nivel debido al fuerte elemento partitocrático más elevada corrupción y despilfarro.

En cuanto a manifestaciones, es más difícil contra la demoracia. Además leyes educativas y medios de progreso han hecho una intensa labor. Se nota.