domingo, 15 de marzo de 2020

GOBIERNO SOCIAL-COMUNISTA.


 (Un gobierno social-comunista que, encima, depende de los votos de los separatistas antiespañoles. 

Y de Bildu, los herederos políticos de ETA.

 Estamos de enhorabuena. Especialmente a los que les votaron. ¡Menudo coronavirus!)



UN GOBIERNO ALARMANTE.

Más de veinticuatro horas después de haberlo anunciado, el Gobierno por fin aprobó ayer el decreto que impone en España el necesario estado de alarma. Tarde y mal, cuando ya se han producido más de 6.000 infecciones por coronavirus, más de 1.500 personas en los últimos dos días, y con casi doscientos fallecidos, lo cierto es que Pedro Sánchez no ha podido gestionar peor la crisis en las últimas 72 horas.


 Resulta lamentable e indigno que el Gobierno filtrase su inicial borrador de decreto para restringir los movimientos de los españoles sin hacerlo público a todos los ciudadanos en tiempo y forma. De nuevo, el Ejecutivo incurrió ayer en una banalización del problema más grave de salud pública al que hemos tenido que enfrentarnos, con las repercusiones económicas que ello lleva aparejado en un país literalmente paralizado. La improvisación se ha apoderado de un Gobierno que lleva semanas subordinando la sensatez y la cautela a la improvisación sistemática.


 No ha sido capaz de calcular el alcance de un drama de alcance nacional, y ha estado más preocupado por su propia imagen que por la seguridad de los españoles. De lo contrario, ¿qué sentido tiene que el vicepresidente Pablo Iglesias, consciente del riesgo cierto de infección que padece por el diagnóstico positivo de su pareja, la ministra Irene Montero, se presentase ayer in situ en el Consejo de Ministros extraordinario? Pretender que los españoles queden confinados, lo cual parece lógico, y a su vez fingirse liberado del virus para no perder cuota de protagonismo político y mediático dice mucho de la envergadura política de Iglesias, que es nula. Lo ocurrido ayer es una irresponsabilidad nada ejemplar.


Sánchez se ha visto desbordado en las últimas horas por dirigentes regionales con más sentido de Estado y con más vigor en la protección de la ciudadanía que él. Hay un estado de confusión política destructivo y alarmante. Sánchez ha amagado demasiado y su indecisión lo ha convertido en una rémora política, supeditada además a Unidas Podemos. 


Antes de esta crisis, ya había una profunda división interna en el Gobierno. Ahora, esa falla de brutal desconfianza interna se ha abierto mucho más, agravando la brecha de una crisis política sin parangón ni liderazgo. Ayer, el Consejo de Ministros se demoró por la negativa de Pablo Iglesias a asumir decisiones económicas trascendentales y aavalar el plan de choque económico del Ejecutivo. Y España sigue sin conocer la concreción de esas medidas. 


Sánchez vive de su imagen, pero Iglesias vive de una falsa utopía comunista capaz de destruir el tejido financiero e industrial de esta nación. Además, es indudable que al conformar ayer un núcleo duro de cuatro ministros del PSOE para la toma de decisiones, Sánchez fulminó a Podemos en la gestión de esta crisis, delatando su nulo peso político y su descreimiento absoluto en la utilidad de Iglesias. 


Hay presidentes autonómicos y alcaldes con más eficacia en la concienciación social que la del propio presidente del Gobierno. Las medidas que adopta el Ejecutivo son imprescindibles, pero es notorio que ha incurrido en un exceso de confianza que nunca debió producirse. De hecho ha cerrado España demostrándose incapaz de frenar, ni siquiera en condiciones de alarma nacional, al nacionalismo. 


 Cuando ayer mismo Torra e Urkullu lamentaron que se aplique un «nuevo 155» en Cataluña y el País Vasco, lo hicieron con un desconocimiento palpable de la entidad de este problema. En España nadie «confisca» competencias. Solo se atiende al interés general, y anteponer sus veleidades separatistas y su autoridad sobre las policías autonómicas frente a la salud de los españoles es temerario. Nadie debe dudar de que el Estado tiene la obligación de asumir las competencias en todo tipo de ámbitos para contener la enfermedad por más que unos dirigentes autonómicos se puedan indignar. Allá ellos con su absurda concepción del interés público. 



Es la hora de la unidad nacional, mal que les pese en su cinismo, porque conviene no olvidar que tanto el País Vasco como Cataluña no solo han pedido ayuda al Gobierno, sino que también dependen del resto de los españoles. Sus poses de independentistas de salón se dirigen una vez más contra España y ningún Gobierno solvente debe tolerarlo, aunque le cueste la legislatura. 


España es el segundo país de la UE más afectado por el virus, y hasta ayer no adoptó una sola decisión a nivel nacional. Sánchez tiene el apoyo de partidos como el PP, Ciudadanos, e incluso Vox, para no trocear más España, y menos aún en términos de salud pública. Cualquier otro planteamiento sería delirante. Por eso es exigible que el Gobierno de Sánchez actúe con la contundencia necesaria, sin cortapisas, presiones ni chantajes de sus socios. El momento de España es de una alarma excepcional, y es necesaria grandeza política para gestionarla sin amenazas. Si ni lo hace, seguirá siendo un Gobierno alarmante.

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