jueves, 23 de abril de 2020

CRISIS, CRISIS, CRISIS.






CRISIS, CRISIS, CRISIS.

Nos enfrentamos a una triple crisis: sanitaria, económica y política. En la sanitaria, tras 40 días de confinamiento, se ha avanzado muy poco. Hemos pasado la primera ola, tremenda debido a la imprevisión del Gobierno, que desoyó las advertencias hasta que fue demasiado tarde. Pero continuamos con problemas de abastecimiento de materiales de protección y tests.

 Las medidas intervencionistas adoptadas son contraproducentes: el intento de centralización de compras fue un completo fiasco, las confiscaciones cortocircuitaron el mercado, y el control de precios provocará carestías.
Elena Berberana publica cómo un hospital privado adquiere tests suizos de máxima calidad sin ningún problema. Su responsable se extraña de cómo colegas franceses adquieren continuamente tests españoles y se asombran de que nos falten. Otros hospitales y laboratorios privados se quejan de que tienen capacidad de análisis ociosa porque se les impide hacer tests. El caos en las cifras oficiales de fallecidos e infectados daría para otro artículo. Por no hablar del sainete de las decisiones improvisadas y rectificadas (o no).

Lo esencial de cara al futuro es que nos tendremos que acostumbrar a las medidas de protección, incluyendo nuevos confinamientos en función de probables rebrotes, intentando conciliar la máxima actividad productiva con mantener la enfermedad en niveles asumibles por el sistema sanitario.
Porque la vacuna, si llega, tardará. El virólogo Andrea Crisanti explica en El Confidencial que hay personas que siguen dando positivo hasta 50 días después, y que “ni siquiera sabemos si la respuesta inmunitaria protege contra el virus”. O sea, que ni sabemos hasta cuándo se contagia, ni si después se es inmune, ni hasta cuándo. La mayor esperanza es “desarrollar fármacos que funcionen”. Ya hay varios prometedores. El que yo más sigo por proximidad personal, Aplidin de PharmaMar, sigue esperando luz verde de la Agencia del Medicamento desde hace semanas para empezar ensayos clínicos. Mire que si tuviéramos la solución aquí mismo y no se agiliza…


Pasemos a la crisis económica. El precioso tiempo comprado con el confinamiento pasa factura: el Banco de España prevé una caída de hasta el 13% del PIB. El FMI prevé un 8%, lo que igualaría en un solo año toda la crisis de 2008 a 2013. Para que nos hagamos una idea. Evidentemente, eso incrementará el gasto público y disminuirá los ingresos, aumentando el déficit, que Manuel Llamas estima “entre el 8,9% y el 11% del PIB en 2020, mientras que, muy posiblemente, no bajará del 6% en 2021. La deuda pública, por su parte, se situaría en una horquilla de entre el 115% y el 120% del PIB en los dos próximos años, frente al 95,5% registrado en 2019. Unos 300.000 millones de euros adicionales.” Mientras, Sánchez aún cita entre nuestras prioridades… ¡la transición energética!


Lo que nos lleva a la crisis política. Esta hecatombe debería hacer cambiar radicalmente toda la agenda del Gobierno, como ZP en 2010. Dice Juan Ramón Rallo que la austeridad ha vuelto. Nunca debió irse: tanto particulares, como empresas y estados, deben procurar conservar siempre un colchón para imprevistos. Pero Sánchez e Iglesias querían gastar todo lo posible, aunque fuera una temeridad. Ojalá vayamos aprendiendo a votar con responsabilidad.
Ahora dependemos de que nuestros socios del euro nos financien esta enormidad. Lo normal será que lo condicionen a una dieta estricta. Y tendrán razón: no se puede vivir siempre a crédito.

 La única alternativa estaría en salir del euro para financiarnos imprimiendo pesetas, lo que al final sería mucho peor: es la ‘solución’ venezolana, que acaba en hiperinflación. En las últimas semanas venimos viendo distintos ‘tics’ autoritarios del Gobierno, que hacen temer un cambio de régimen disimulado. Si en algún momento advierten una campaña protagonizada o alentada por el Gobierno a favor de dejar el euro o la UE, no lo duden: el último obstáculo hacia el ‘socialismo del siglo XXI’ estaría a punto de ser removido. Depende de todos hacer ya cuanto esté en nuestra mano por evitarlo y, al contrario, reforzar la división de poderes. Hay que implicarse.

(Gabriel Le Senne/MallorcaDiario/23/4/2020.)

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