martes, 25 de noviembre de 2008

VERDADES Y MENTIRAS


VERDADES Y MENTIRAS.

(Preguntas a Julián Marias).

- ¿Ortega sí creía en la verdad?

- Claro, cree en que todo lo que es verdad es absolutamente verdad y lo que es relativo no es la verdad sino la realidad, porque es relativa en relación a la perspectiva. Cuando yo veo algo lo hago desde un punto de vista y eso que veo es absolutamente verdad, lo que pasa es que no es toda la realidad. Verdad y perspectiva son inseparables. Ahí está la gran originalidad de Ortega.

- ¿Y esa perspectiva, que él sitúa en el individuo, lleva hacia el relativismo?

- No, al contrario. La verdad es absoluta, lo que veo es absolutamente verdad; lo que veo, verdad para siempre, hasta para Dios. Lo que pasa es que Dios está en todas partes y mi verdad es parcial. Mi verdad no agota la realidad. Por tanto, Ortega destruye el relativismo.


Pensemos en algunas de las afirmaciones de Marías. ‘Todo lo que es verdad es absolutamente verdad’. ‘Lo que es relativo es la realidad, no la verdad’. ‘Pero mi verdad no agota la realidad’. Por eso, ‘este planteamiento de Ortega no es relativista’.

Apliquemos las anteriores afirmaciones a la realidad española actual.

Primero.

Tenemos que distinguir entre realidades empíricas y no empíricas. Si las calles de una ciudad española se llenan de nieve, esta realidad empírica será reconocida por gentes tanto de izquierda como de derecha. Locos y bromistas aparte. Pero no toda la realidad es realidad empírica. En este otro ámbito, no empírico, aparecen serios problemas relacionados con la verdad y la mentira. Utilizaré la simplificación de que los ciudadanos están divididos entre derecha e izquierda, como si se tratara de dos colores diferentes y claramente distinguibles.


Segundo.

Si nos centramos en la realidad política, por ejemplo, las cosas se vuelven casi inmanejables. Supongamos que las gente de izquierdas y las gente de derechas utilizan los anteriores esquemas orteguianos y afirman que, dado que ven la realidad desde su perspectiva, desde su punto de vista, lo que ven es absolutamente verdad. Por tanto, la gente de izquierdas vería, por ejemplo, que en Febrero pasado no había crisis económica. En cambio, la gente de derechas vería que sí había crisis económica.


Por supuesto, también había gentes de izquierdas que creían que sí había crisis y gentes de derechas que creían que no había crisis. Pero prescindiré de este matiz. Prefiero seguir con la simplificación derechas-izquierdas.

Todo esto parece conducir a una sorprendente y absurda conclusión: En el mismo tiempo, (finales de Febrero de 2008) había crisis económica y no había crisis económica. Otra manera, más manejable, de afrontar la cuestión sería ésta: ‘A finales de Febrero de 2008, algunas personas creían que había crisis económica, y otras personas creían que no había crisis económica’. Esto último resulta más manejable porque remite el problema a las creencias de ciertas personas, no a la realidad. Unas personas creen una cosa y otras creen otra. La conclusión provisional sería que tenemos un país dividido entre opiniones enfrentadas. Pero ¿y la realidad?


Tercero.

La percepción de la realidad, como dice el propio Ortega es parcial. La consecuencia es que nadie agota la realidad. Solamente Dios, que comprendería todas las perspectivas, tendría una visión total. ¿A dónde nos lleva esto? A que la realidad, en este caso la realidad política, es inaccesible. Sólo podemos conseguir perspectivas de la realidad que serían verdades absolutas para el que percibe. Verdades absolutas para mí, desde mi propia perspectiva. Pero mi vecino podría tener otra verdad absoluta, derivada de su propia perspectiva.


¿En qué se aleja esto del refrán: ‘Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira’? La conclusión, aunque sea provisional, es que no podemos entendernos porque nos manejamos con verdades absolutas diferentes. Ahora bien, ¿deberíamos manejarnos con verdades relativas? ¿No es absurdo hablar de verdades relativas? ¿Qué hacemos?


Cuarto.

Creo que solamente deberíamos reservar la dicotomía verdad/falsedad para la realidad empírica. Como en el ejemplo anterior, de la nieve en las calles. Supongamos que Don José Blanco, niega que haya nevado en las calles de la ciudad española equis, en un tiempo determinado, cuando realmente ha nevado. Tendremos todo el derecho a reírnos de él, o llamarle mentiroso. Porque habría mentido. Otra cosa diferente es que los ciudadanos castiguen políticamente a los mentirosos.


Quinto.

Pero Don José Blanco (es sólo un ejemplo) no negaría estas cosas tan obvias. Espero. Ahora supongamos que niega que, en Cataluña, haya discriminación lingüística contra los castellanohablantes. Es decir, que los padres no encuentran escuelas y colegios en los que se escolarice a sus hijos en castellano. Esto es un hecho aunque se niega por gente interesada. Pero ¿podríamos decir lo mismo, por ejemplo, de la peligrosa deriva confederal del gobierno socialista? ¿Es un hecho o una valoración?


Creo que si aceptamos los postulados iniciales de Ortega, se nos hace muy difícil, por no decir imposible, alcanzar algún tipo de objetividad. Si las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen (cosa que no dice Ortega), y si mi perspectiva es una verdad absoluta para mí, ¿qué margen queda para la objetividad? Parece que estamos condenados a un permanente diálogo de sordos. Cada uno lanza agresivamente su monólogo a la cara del otro. Y el otro hace lo mismo. Me parece que esta es la imagen que transmiten los debates televisivos y radiofónicos actuales. Tanto vale lo que dice un indocumentado que lo que dice una persona bien informada. Suponiendo que ambos deseen actuar honestamente. ¿Hay remedio a esta situación?


Sebastián Urbina.

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