lunes, 17 de noviembre de 2008

TONTERÍAS ECONÓMICAS.


El profesor crítico y el mercado impune. Carlos Rodriguez Braun.


Francisco J. Laporta afirma en El País que vivimos en el reino de la impunidad: "En la economía de mercado hay desastres, hipotecas basura, artimañas financieras, quiebras, despidos, pobreza... Pero nadie los ha causado, se han producido solos. Es el único espacio ajeno a la responsabilidad".

Empecemos por el final: ¿cómo va a ser el mercado ajeno a la responsabilidad? Es precisamente lo contrario: cuando hay mercado, es decir, cuando hay derechos de propiedad definidos y contratos voluntarios, la responsabilidad es máxima. Que pruebe el profesor Laporta él mismo a dañar, engañar o a defraudar a otro ciudadano, y ya verá lo difícil que le resulta lograr la impunidad.

Vayamos ahora al paso anterior. Laporta afirma que en el mercado los fenómenos aparentemente no son causados, y de ahí se deriva la irresponsabilidad. Pero es tan evidente que hay causas de los fenómenos económicos como que muchas veces tales causas no son claramente discernibles. Cuando no lo son, no puede hablarse de injusticia, que es lo que hace el pensamiento único cuando identifica quiebras, despidos o pobreza con actos injustos, cuando no es así per se: la injusticia requiere la identificación de conductas e intenciones, como cuando alguien roba a un tercero y lo empobrece. Las quiebras pueden ser fraudulentas, o no.

Lo curioso del asunto es que efectivamente existen actores humanos que ocasionan desastres, promueven la expansión monetaria que subyace a las hipotecas basura y las artimañas financieras, e inflan burbujas cuyo estallido provoca quiebras, despidos y pobreza. Esos actores son los gobernantes, las autoridades monetarias y económicas. No aparecen en el discurso de Laporta, y deberían aparecer, porque en su caso sí que cabe hablar con más propiedad de impunidad e irresponsabilidad.

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Es el odio al mercado, el odio al capitalismo. Quisieran más y más Estado. Y dirigido por ellos, claro está. Cuando fracasasen, como han hecho siempre, darían la culpa a la naturaleza humana o a las fuerzas del mal. O sea, capitalistas escondidos (revueltos con curas, monjas y derechona rancia y casposa) confabulando contra la Arcadia feliz. En este mundo (progre) feliz nada sería impune. Se castigaría todo lo que el Estado considerase nocivo para la felicidad colectiva. La República de Platón, puesta al día, es su Biblia.

Sebastián Urbina

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