domingo, 2 de noviembre de 2008

SE RÍEN DE NOSOTROS







(PD).- La crisis económica ha apretado el cinturón a los ciudadanos. Pero los políticos -habituados a tirar con "pólvora del Rey" y a cuenta del sufrido contribuyente- se resisten a reducir su tren de vida y gastan a manos llenas. Muchas veces en lujos superfluos. Se llaman Benach, Fabra, Touriño, Carod, Rodríguez Ibarra o Consejo Audiovisual Andaluz... Son de los que no miran siquiera la factura y hacen felices a los concesionarios de Audi y a los decoradores de postín.

Antes de que el socialista Rodríguez Ibarra dejara el cargo para convertirse en un simple ex, la Asamblea aprobó una ley que le otorga una serie de privilegios de forma vitalicia, entre ellos el uso de una oficina en cuyo acondicionamiento los extremeños llevan ya gastados más de 300.000 euros en lo que va de año, además de un coche oficial y un gabinete de cuatro funcionarios dedicados exclusivamente a su servicio personal.

Como supuesta excusa de este dispendio, Ibarra afirmó en su día que esta ley no estaba hecha para él, sino pensando en sus sucesores. Es increíble lo generosos que pueden llegar a ser los políticos cuando se trata de gastar el dinero de todos.

Que se lo digan si no a la consejera de Cultura de Galicia, la nacionalista Anxela Bugallo, que se hizo acompañar a la Feria de La Habana por un séquito que no tendría nada que envidiar al de George W. Bush, nada menos que un centenar de personas, todo a costa del contribuyente que ha tenido que apoquinar dos millones de euros por la excursión.

O a los cuatro concejares del PSE, PNV, EB y EA que, unidos a 10 técnicos del Ayuntamiento de Vitoria, viajaron a Japón a todo trapo para conocer la acústica de unos auditorios de carácterísticas similares a las de unos que ya habían visitado en California.

La lista de casos escandalosos de despilfarro a cargo del erario público es por desgracia muy larga y se extiende por toda nuestra geografía.

Los políticos que los protagonizan parecen guiarse por un principio tan sencillo como perverso, y es que el dinero que es de todos no es de nadie y puede gastarse a espuertas para tener los lujos que uno no se permitiría si tuviera que sufragarlos con su propio bolsillo.

Los regalos más rumbosos, los restaurantes más caros, los coches más potentes, obras que cuestan el doble de lo presupuestado y despachos con mobiliario de diseño. Son muchos los políticos y cargos públicos que parecen convertirse en auténticos sibaritas cuando la cuenta se pasa a los contribuyentes.

Y, lo que es peor, a ninguno parece caérsele la cara de vergüenza cuando se descubre su dispendio; algunos hasta se dan incluso por ofendidos, como esos cinco miembros del Consejo Audiovisual Andaluz que entendieron que sus encuentros «con carácter oficial» acompañados de mariscos, buen vino y copas eran un gasto «inherente» al cargo.

La concatenación de abusos no es sino un terrible insulto hacia ese ciudadano al que se le está pidiendo austeridad en tiempos de crisis. Va siendo hora de que éste pase la factura.

No hay comentarios: