La Plataforma contra la Corrupción en la Universidad Pública ha recogido cerca de 300 denuncias en apenas dos años El «mobbing», el acoso sexual y la endogamia monopolizan las protestas «Estoy viviendo mucha agresividad, me hacen gestos de desprecio o no me hablan», comenta una de las profesoras.Jaime V. Echagüe madrid- La forman en su mayoría docentes y empleados de administración, de distintas procedencias y especializaciones, pero
todos con un frente común: dicen haber sufrido personal o profesionalmente la corrupción de la universidad. La Plataforma contra la Corrupción y el Acoso en la Universidad Pública asegura haber recibido en sus dos años de vida cerca de 300 denuncias. Hasta la fecha han podido investigar 100 casos y, de éstos, entre 40 y 50 han sido ya probados. Si bien la plataforma nació en 2006, estos profesionales llevan celebrando congresos desde 2002 donde
denuncian la «ley del silencio» de las universidades españolas, «que están totalmente politizadas». «Aparte de apoyar al personal y a los profesores en sus quejas, denunciamos los casos de abuso y corrupción en las instituciones», comenta Juan Castellanos, profesor titular de la Universidad Politécnica y uno de los organizadores de la plataforma.
«No se castiga al acosador» Las denuncias más habituales se centran en el «mobbing», que tiene su semilla en la endogamia. «Un jefe de departamento quiere introducir en la universidad a un familiar. Sin embargo, hay alguien del departamento que lo entorpece. Lo que hace entonces es acosar a esta persona para hacerle la vida imposible», dice Castellanos. Las soluciones tampoco convencen: «A los afectados se les cambia de destino, pero no se castiga al acosador ni se le expedienta».
«
Castigan especialmente a profesores ingenuos que se presentan a plazas que no han sido creadas para ellos», apunta Guillem Bou, antiguo profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona. «Es muy común que los llamen a casa preguntándoles por qué se han inscrito, y diciéndoles que ?se están cerrando su futuro?». Y ¿quienes están detrás? «Los directores de departamento y los catedráticos se enfadan, mientras que el rector no quiere saber nada porque lo mantienen las tribus del claustro. Así, hacen lo que quieren». Si alguien denuncia estas situaciones, lo normal es que «el rector encargue la investigación al Defensor del Universitario o a un catedrático».
«Vivo un nivel de agresividad muy fuerte. Me hacen gestos de desprecio y no se me contesta a las preguntas. Me dijeron que me iba a enterar. Lo cierto es que estoy sufriendo», comenta Inmaculada Rodríguez, profesora de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, que lleva denunciando acoso desde diciembre de 2006, lo que le costó estar de baja por ansiedad todo el curso pasado. Esta profesora denunció en 2000 que no se había utilizado el baremo para los candidatos al premio extraordinario del Doctorado, pues «salió elegido el hijo del director de departamento». Posteriormente, tras repasar «todas las cuestiones en las que estaba saliendo perjudicada», recusó al director de departamento por «enemistad manifiesta». En la actualidad, tiene que trabajar con dos profesores a los que denunció por acoso.
Desde la Universidad sevillana afirman «que somos, posiblemente, la única administración de Andalucía con un protocolo de riesgos psicosociales, que se activa cuando un profesional denuncia acoso». De esta forma, «hay un grupo de técnicos en prevención de riesgos laborales, entre los que se encuentran los sindicatos, que estimó que en este caso no había acoso». «La universidad ha cumplido todas las peticiones» de esta profesora, afirman.
La plataforma se ha hecho eco también de numerosos casos de acoso sexual. «Existe un acoso sexual ?positivo?, que consiste en promocionar con plazas a novios y amantes, de tal forma que en las universidades se acaban formando equipos de investigación demasiado íntimos», dice Bou.
«Me pasaría el día contigo»
Desgraciadamente, se dan también casos dramáticos. Este periódico ha tenido acceso a una sentencia dictada en julio que condena a un catedrático de la Universidad de Murcia a indemnizar con 9.000 euros a una profesora a la que acosó sexualmente. Un acto aún más reprobable si tenemos en cuenta que la docente estaba embarazada.
De hecho, el primer contacto se produjo cuando el catedrático se disponía a tocar la tripa a la profesora, entonces en avanzado estado de gestación, en un gesto que parecía amigable. Sin embargo, el condenado aprovechó para «introducirle la mano debajo de la ropa» y «tocarla también un pecho, al tiempo que le decía que estaba muy guapa». «¿Tú no querrías nada conmigo?», fue lo que le acabó preguntando».
A partir de entonces, la profesora tuvo que escuchar varias veces comentarios como «me pasaría el día entero contigo mientras me enseñas»; «me gustaría tener tu cuerpo aunque fuera un poco»; o «¿tú qué te piensas? ¿que yo quiero acostarme contigo toda la vida?». Tras no acceder a sus peticiones, acabó escuchando frases muy diferentes, como «esta mujer ha escogido el camino difícil». La situación se prolongó durante cerca de dos años y medio.
Curiosamente, este mismo profesor fue condenado también por plagiar un libro, teniendo que indemnizar a la profesora perjudicada con 5.000 euros.
Tampoco han de olvidarse los casos de corrupción motivados únicamente por el euro. Así, Castellanos recuerda uno relacionado con la UNED. Y es que, afirman, la Universidad de Educación a Distancia «vendió en 2000 las direcciones de sus alumnos a una empresa para que pudieran enviarles publicidad». Según la plataforma, la UNED obtuvo con la operación casi 22 millones de las antiguas pesetas.
Además, «hemos recopilado casos de administrativos que, como se niegan a formar parte de complots, se les acosa. Son gente que no se vende, no firman documentos falsos y entonces los echan», comenta Bou
Por encima de esta situaciones, «lo más grave», dice Bou, «es la apariencia democrática de la universidad. Públicamente, estos catedráticos quedan como señores, cuando en realidad el acosador es un tipo poco brillante». Así,
los casi 300 casos recopilados por la plataforma «son sólo de la gente que se ha atrevido a denunciar, porque hay una ley del silencio brutal». (LaRazón)
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