viernes, 2 de enero de 2009

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS.


2/1/2009.


Al Fatah podía haber acabado con Hamás y otros grupos terroristas hace años si hubiera querido. Pero nunca quiso. Al contrario, encontró en ellos la mejor excusa para que los occidentales, especialmente los europeos, les apoyaran. Al fin y al cabo, frente a Hamas o la Yihad Islámica, Arafat se presentaba como la cara amable y razonable del pueblo palestino. O él, o el caos y la violencia. Esa estrategia suicida se está viendo culminada en estos días, cuando el monstruo que alimentaron desde la Autoridad Palestina se les vuelve en contra y pide más. De hecho, lo pide todo, incluida la destrucción de Israel.

Europa se apresura a ofrecerse como mediador en este conflicto civil. No podía esperarse menos, pues Fatah se debe en gran medida al dinero y a los favores de la UE. Salam Fayyad, uno de los pocos palestinos liberales y moderados, se quejaba amargamente hace tiempo porque los radicales tenían las arcas llenas gracias al dinero de Irán y de Arabia Saudí, y el régimen de corrupción de Fatah, de euros de la UE, mientras que los verdaderos centristas estaban abandonados a su suerte. Una auténtica ignominia.

En aras a aliviar el sufrimiento Europa quiere hacer llegar a Gaza su dinero como sea. Pero con Hamás en el poder eso no significaría más que rearmar a un grupo terrorista. Pero convendría abandonar ya el paternalismo occidental y ponerse a trabajar a favor de todos aquellos palestinos que repudian la violencia y sólo aspiran a disfrutar de una vida mejor y convivir en paz con Israel. Los palestinos no necesitan un estado, necesitan uno auténticamente democrático.(R. Bardají/D. de A.))
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX



GEES.
Hay que perdonar a los que piden proporcionalidad para Gaza, porque no saben lo que dicen. Para ser proporcional, Israel debería rechazar el derecho a existir de toda la franja de Gaza y borrar a los palestinos de la faz de la tierra. Eso es exactamente lo que quiere hacer con Israel no sólo Hamas, sino su aliado Irán, que se está construyendo un armamento nuclear al efecto. Afortunadamente, no hay señal de la proporcionalidad que muchos piden y exigen a gritos.

Esta petición, fundada en la imposibilidad de condenar abiertamente a Israel por su voluntad de seguir existiendo, es un eufemismo destinado precisamente a favorecer a los que están comprometidos con la desaparición del Estado judío, que son muchos, y no sólo entre los musulmanes.

La correspondencia debida entre las partes, la proporcionalidad, requiere que se recuerden un par de datos acerca de la difícil situación de Israel. Es una frase hecha que existe un conflicto entre israelíes y palestinos. No hay conflicto, es decir, controversia entre dos partes más o menos igualmente implicadas. Lo que hay es la continuación de la firme voluntad del mundo árabe en 1948 de impedir la existencia de Israel por cualquier medio. Era el objetivo entonces de cinco países árabes en la guerra que marcó el nacimiento del país. Ha sido el mismo que ha guiado a los enemigos del estado judío en las guerras subsiguientes, incluyendo la de los Seis Días en 1967 y la del Yom Kippur en 1973 –que fueron guerras con armas convencionales–, y las dos intifadas, desarrolladas a través del terrorismo.

Desde hace sesenta años, los palestinos –débiles refugiados– son usados como elemento de la ecuación por el poderoso mundo árabe que rodea a Israel. Llamar conflicto a esto equivale a establecer una igualdad entre los agresores que quieren destruir un Estado legítimo y democrático y quienes luchan por defenderlo. El razonamiento perverso es el siguiente: si Israel no tiene derecho a existir, tampoco tiene derecho a defenderse.

Que los medios occidentales y la mayoría de las cancillerías operen bajo esa presunción es simple y sencillamente la monstruosa constatación de que el derecho internacional les resulta absolutamente irrelevante. Como resulta evidente, y como sabrían hasta los niños de teta si los medios de comunicación hicieran su deber, la paz no puede venir de lo que Israel haga o deje de hacer, sino de que el mundo árabe musulmán en general, y el palestino en particular, se convenza a sí mismo del derecho de Israel a existir y abandone la empresa de su destrucción por cualquier medio. Existe un belicismo islámico hacia Israel que, de tanto en cuanto, desemboca en baños de sangre.

Israel dejó por completo el control de Gaza a los palestinos en 2005 con la esperanza de mejorar las relaciones. Pero tras la evacuación, se encontró con el aumento de los ataques. Posteriormente, el grupo terrorista Hamas, que dice expresamente no reconocer el derecho a existir de Israel en su carta fundacional, se hace cargo –a través de la conjunción de unas elecciones parlamentarias y de un golpe violento contra el otro partido palestino (Fatah)– de la franja de Gaza. Desde 2007 se dedica sistemáticamente, de manera deliberada y planificada, a lanzar misiles Kassam contra la localidad de Sderot y otras poblaciones civiles en el Neguev.

Que Israel haya respondido hasta ahora –tras 3.000 misiles a lo largo de este año, y a pesar de una tregua de seis meses– esporádicamente, es el ejemplo más claro de esa contención y prudencia que todos predican, y que sólo Israel practica. La mal llamada comunidad internacional debiera, cuanto antes, condenar las actividades de Hamas, exigir cuanto antes el fin de su criminal andadura y mostrar su apoyo a Israel, un país democrático atacado por un grupo totalitario.

En lugar de eso, estos días los medios occidentales recogen las manifestaciones de varios Estados a la operación israelí bajo titulares del estilo "Occidente condena a Israel". Es dudoso que alguien se pueda poner a hablar como portavoz de Occidente en contra de una de sus partes frente a otra que quiere destruirla, pero en todo caso el asunto central es el siguiente: o defendemos la verdad de toda esta historia o cedemos a un nihilismo, el del terrorismo, que niega las libertades más fundamentales y ejercita la violencia contra sus vecinos. Y la verdad es que Israel está respondiendo con justicia y moderación a una agresión totalitaria que muchos en nuestros países disculpan, defienden o justifican. Por suerte, los israelíes no responden a sus enemigos con la misma proporción de violencia.
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX







Cerca de 200 personas de la comunidad islámica de Granada se concentraron hoy en la capital en protesta por lo que consideran un "genocidio" de palestinos en la Franja de Gaza, declarada "zona militar cerrada" el tercer día consecutivo de ataques del Ejército israelí contra la parte de los territorios que gobierna el movimiento Hamás.

EUROPA PRESS La concentración, convocada por las cinco mezquitas granadinas, comenzó sobre las 11,00 horas en el Parque del Triunfo, si bien después se trasladó a la Plaza del Ayuntamiento, donde se disolvió sin incidentes, según confirmaron a Europa Press fuentes de la Policía Local.

En declaraciones a los periodistas, el director de la Mezquita Mayor de Granada, Abdulhasib Castiñeira, incidió en que los asistentes, "de todas las confesiones", han querido mostrar hoy su "indignación" ante "la barbarie desmedida" sobre la población civil del territorio de la Franja de Gaza, "que está siendo víctima una vez más de un abuso desmedido de la fuerza tecnológica y militar" del Ejército israelí.

"Ésta es una situación única en el mundo, la que viven 1,5 millones de personas musulmanas palestinas en su propia tierra, rodeados por el implacable poderío israelí, dispuesto a exterminarlos", indicó Castiñeira.

Por su parte, el fundador de la Mezquita de la Paz, Ibrahim López, lamentó que Israel tenga más de 300 resoluciones en contra, por lo que instó al cumplimiento de la legalidad por parte del país sionista, que, según mantuvo, comete un "genocidio" contra el pueblo palestino que es racista y que está tomando la forma de una guerra de religión.

"Se han bombardeado mezquitas y la Universidad Islámica, eso ya es religión, ya no se trata de una cuestión de paz", indicó el portavoz, quien pidió además que se levante el embargo de alimentos y medicina a un millón y medio de palestinos, "que son gente inocente".

Ibrahim López solicitó además la intervención de los magistrados de la Audiencia Nacional para atajar el genocidio palestino, de la misma forma "que hay jueces que se atreven con Pinochet, ETA o Al Qaeda". "Más de mil millones de musulmanes estaremos entonces detrás de ese juez", aseguró.(La opinión de Granada).

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX


(PD)-. El sindicato de la ceja ha roto su silencio. Sin pancartas y mediante un escueto comunicado, condenan la ofensiva israelí contra los terroristas de Hamas. Denuncian, en sintonía con el guión marcado desde Ferraz, que "Israel es un país ocupante que ejerce prácticas de terrorismo de estado".

El comunicado en el que acusan de “terrorismo de Estado” está firmado, entre otros por los actores Javier y Pilar Bardem, Verónica Forqué, Juan Diego Botto, y Rosa Mª Sardá; los directores de cine Benito Zambrano e Icíar Bollaín; y el dúo de músicos Amaral.

Los firmantes exigen a la comunidad internacional

"Que envíe fuerzas de interposición y obligue a negociar una paz justa con la creación de dos estados. Israel es un país ocupante que ejerce prácticas de terrorismo de estado."

"Es el país que más incumple las resoluciones de la ONU, que menos respeta los Derechos Humanos. Ya el 6 de noviembre pasado, Israel sacó una normativa prohibía la entrada en Gaza de informadores extranjeros, ¿es esa la libertad de expresión que la Comunidad Internacional apoya?".

No dudan en apelar a la ética y a la moral para exigir al Gobierno que llame a consulta al máximo representante de la misión diplomática española en Israel

"Hasta que se detenga la ofensiva criminal hacia Palestina, como prueba contundente del rechazo por las acciones desmesuradas del ataque israelí, y que negocie la entrada de informadores internacionales en toda la zona".

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXx




HERMANN TERTSCH

Lunes, 29-12-08
YA se ha producido la tan temida como previsible catástrofe. Después de la ruptura unilateral de la tregua por parte de Hamás y sus continuos ataques con cohetes y morteros contra el territorio meridional israelí, tras una larga serie de advertencias a las autoridades de la Franja de Gaza para que pusieran fin a los ataques terroristas, el presidente israelí, Simon Peres pidió hace días encarecidamente a la población de Gaza que impidiera a los terroristas provocar la situación que lo hiciera inevitable. Al final, Israel ha tenido que responder. Y lo ha hecho con contundencia. Ha destruido prácticamente todos los edificios de la policía y las milicias de Hamás, depósitos y túneles por los que se introducen en Gaza las armas. Por supuesto que ha habido víctimas civiles. Porque muchos de los arsenales están en sótanos de casas de miembros y líderes de Hamás. Porque todo el terrorismo islamista se arropa en civiles, cuyas muertes para ellos son una bandera. Pero quien vea el mapa de las operaciones realizadas sabe que el esfuerzo de las fuerzas israelíes por evitar víctimas civiles palestinas es tan denodado como el habitual de los terroristas de Hamás por matar al mayor número de civiles israelíes. Sólo la ignorancia, la mala fe y la militancia antiisraelí de los medios de comunicación -en nuestro país ya grotescos- pueden inducir a hablar, como se ha hecho, de «ataques masivos». Quien conozca un poco Gaza, una de las regiones más superpobladas del mundo, sabe que un ataque «masivo» habría provocado muchos miles de víctimas. Y no 280, en su mayoría hombres adultos y en gran parte uniformados.
Pero esto da igual no sólo a los medios de comunicación, también a las organizaciones políticas o humanitarias y a tantos políticos de derechas e izquierdas, a los que tan fácil les resulta condenar un bombardeo ante la opinión pública. Eso siempre confiere «caché» humanitario. Han callado durante todo el tiempo en el que Hamás ha generado una situación que hiciera inevitable la tragedia. Hace tres años Israel se retiró de Gaza como acto de buena voluntad para intentar dar un impulso a unas negociaciones sobre los dos estados, el Israel y el palestino, cuya existencia hoy es aceptada por una abrumadora mayoría de los ciudadanos israelíes. En la otra parte no sucede lo mismo. Cada vez son más los palestinos que siguen las consignas de Hamás y Teherán, rechazan la solución de dos Estados y llaman a la destrucción de la «entidad sionista». Hay muchos responsables de que así sea. Y no todos están en la región. Están ante todo los terroristas de Hamás que con la ayuda de Irán y Siria y la inapreciable colaboración de la corrupción del aparato de Al Fatah de la Autoridad Palestina, consiguieron ganar unas elecciones, liquidar a sus oponentes y establecer un Estado terrorista en la frontera sur de Israel.
Mientras desde Israel, pese a la confusión y las convulsiones políticas internas, se hacían esfuerzos por proseguir las negociaciones con la Autoridad Palestina en el poder en Cisjordania, Hamás y su patrón iraní Ahmadineyad han ido ganando terreno, comprensión internacional, amigos y armas. No sólo en Rusia, China o Pakistán, también en Europa por supuesto. ¡Qué confusión de valores por nuestros lares! Pocos hechos tan significativos como que en el Reino Unido, donde más activamente se ha hecho campaña para aislar al Estado de Israel, un canal de televisión decidiera estas navidades emitir un saludo de Nochebuena del presidente iraní, el adalid de la destrucción del Estado judío, el látigo de infieles, el carcelero de mujeres intelectuales, el verdugo de homosexuales, miembro de la Alianza de Civilizaciones con el turco Erdogán y el español Zapatero, nuestro hombre de la Kafiya. «Comprensión hacia Hamás», «no aislar a los islamistas», «no radicalizarlos». Este sempiterno pregón de nuestro ministro Moratinos parece ya omnipresente en el discurso vacuo e insensato de gran parte de la clase política europea. Y lo es porque previamente ha sido asumido por los medios de comunicación y gran parte de la opinión pública. Pese a toda la cultura de apaciguamiento, negociación de principios y relativismo general que se nos inocula a diario, nadie en España se atrevería a decir que las pistolas de ETA son inocuas porque tienen menos capacidad de fuego que las armas de la Guardia Civil. Es la artera forma de analizar la realidad comparando elementos no comparables. Es la que lleva a tanto intelectual y vocero en nuestros medios a decir que los misiles artesanales de Hamás son poco más que una broma pesada y que no justifican nunca una acción contundente del agredido para acabar con ellos. Es la que lleva a tanto idiota a pensar que las armas son malas independientemente de quienes las tenga.
El hecho cierto es que el terrorismo ha tenido un éxito parcial aquí en España, como saben quienes lo denunciamos, quienes lo niegan y quienes directamente se han beneficiado de ello. Aquí el éxito del terrorismo ha supuesto privilegios para sus simpatizantes y amigos secretos o la debilidad de la idea nacional en beneficio de otros nacionalistas. En Israel la amenaza es directamente existencial y pone en peligro su propia existencia como Estado. La creación de un Estado terrorista en Gaza en los últimos tres años y su creciente capacidad de paralizar el sur israelí pone en cuestión la propia viabilidad del Estado de Israel. A ojos de los israelíes pero ante todo a ojos de los cientos de millones de islamistas, árabes o no, que han convertido la destrucción de Israel en el centro de su existencia. Israel no puede vivir con gran parte de su población enterrada en refugios día sí, día también, porque Hamás o Ahmadineyad quiera. Acabaría toda Israel igual y ese gran estado no se erigió en su día para ser un gran Lager bajo tierra con los SS islamistas desfilando encapuchados sobre sus campos.
Mucho se hablará ahora durante y después de esta campaña militar -que todos deseamos corta, pero puede ser muy larga y dolorosa para todos- sobre el papel en su desencadenamiento del punto de inflexión en la historia de Estados Unidos que supone la llegada de Barack Obama a la presidencia. Creo que nadie debiera sobrevalorarlo. También creo desencaminados los intentos de explicar la operación militar israelí como parte de la dinámica electoral interna de Israel. Nada había más lejos de los deseos de la ciudadanía israelí que entrar ahora en este conflicto. Porque conocen la guerra. Y todos saben que estos muertos del fin de semana no son los primeros ni los últimos. Y que muchos no serán terroristas sino también niños y niñas tanto palestinos como israelíes y muchos soldados israelíes como la campaña prosiga por tierra. Lo que sí debería estar claro es que los defensores de esta operación militar de Israel somos los que sufrimos por todas las muertes, también por las ahora habidas en todos los bandos. Y enfrente hay un enemigo que se alegra de las muertes, también de las propias. Y las busca en Israel, en las Torres Gemelas, en Londres o Atocha, en la India o en Afganistán. Forman parte de una cultura de la muerte que es enemiga de nuestra sociedad tanto como del Estado de Israel. Y que si Israel fallara en su autodefensa, por supuesto que desaparecería como Estado democrático pero todas las demás sociedades abiertas perderíamos nuestro bastión más firme en la defensa de la ciudadela de la libertad. Una ciudadela que tiene muchas murallas minadas o tambaleantes en Occidente por el miedo a luchar, la falta de voluntad de ganar, por su confusión de valores y su incapacidad para el sacrificio. O porque, ilusos, creen que tratamos con un enemigo como nosotros. Esperemos que esta tragedia tenga un receso al menos. Pero la guerra será larga y la lista de víctimas también. La única nota de optimismo que tengo para concluir esta reflexión está en mi profunda convicción de que Israel, con la sabiduría de miles de años de supervivencia y la memoria de quienes aun son testimonio vivo de la última vez que -ante la pasividad de todos- se quiso exterminar a su pueblo, nos dará una nueva lección a la civilización. A la única civilización existente. Israel sabrá defender, cueste lo que cueste, pese a quien pese, llore quien llore, su sagrado derecho a la existencia en libertad y dignidad.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

El pueblo palestino me da mucha pena, la misma que me dan otros pueblos que viven sumidos en guerras civiles, con sus genocidios correspondientes y por quienes nadie mueve un dedo.
Pero el pueblo palestino sufre, sobre todo, por causa de sus propios gobiernos y de quienes manejan los hilos en el mundo Islámico, porque les conviene tener víctimas inocentes que conmuevan al resto del mundo -chivos expiatorios- para poder justificar sus acciones no sólo contra los judíos, sino contra todo occidente.

Los palestinos, con sus terroristas suicidas, utilizan todas las armas que tienen contra Israel, creando un pánico y un mal vivir inimaginable para quien no está allí. Los israelitas hacen un daño tremendo, pero ínfimo al lado del que podrían causar. No entiendo qué es lo que se les reprocha.

saludos

Anónimo dijo...

Siempre es triste que la gente muera, pero ¿que quieren que hagan los judíos?¿dejarse matar?

Siempre vemos en la tele los niños palestinos muertos, pero ¿acaso no mueren niños judíos cuando los palestinos atacan?

Creo que hay mucha demagogia en todo esto. Y que tenemos que agradecer a los judíos que estén ahí de punta de lanza, conteniendo a un pueblo fanático que está en conta de todo lo occidental

Anónimo dijo...

Un artículo tan largo y ni una crítica a Israel... es difícil creer que en un asunto tan complejo sólo tiene la culpa uno...

Sebastián Urbina dijo...

Creo que este no es el problema principal. Me parece que la cuestión central es que Israel tiene derecho a existir. Esto no sólo no es reconocido sino que se proclama públicamente el objetivo sagrado (o cuasi sagrado) de su destrucción.

Anónimo dijo...

¿Y no cree, señor Urbina, que la estrategia de Israel sólo lanza a los Palestinos a los brazos de Hamas; que hace que cada vez reciban más apoyos de la población reafirmándose en sus tesis de que es imposible la paz con Israel y que por tanto, debe ser destruido?
Independientemente del derecho de Israel a defenderse y a tratar de lograr que su población no viva aterrorizada, ¿no se les debería exigir a sus gobernantes una estrategia que les permita salir de este bucle de violencia (por imposible que parezca ahora)? La guerra es claudicar de la política.

Sebastián Urbina dijo...

Cierto. Pero el problema se repite. ¿Hay que ser comprensivos y tolerantes o cortar de raíz? Esto ha pasado y pasa, también, en España con ETA. Llevamos más de treinta años con el problema. Unos creen en una solución política y otros, entre los que me cuento, no. Estoy con las víctimas. Aunque los conflictos no son comparables en absoluto tienen algunos puntos en común, como el citado.

Es cierto que los conflictos son complejos, y éste no es una excepción, pero creo que el terrorismo de Hamas (y sus conexiones- dinero, información y armas- con Irán) es el principal, no único, gran problema para una solución en la que se reconociera un Estado Palestino y se reconociera el derecho de Israel a existir.

Anónimo dijo...

En cuanto a lo de ser comprensivos o cortar de raíz no creo que una posición monolítica e inamovible sea adecuado en ninguno de los dos sentidos. Creo que en cada momento se deberá mesurar la situación para tratar de entender qué es lo que más conviene; sin bajar la guardia (policial y judicial). Piense que nadie pudo luchar con menos cortapisas que Franco o en los GAL y aquí estamos. Lejos de terminar con ETA, nutrió sus tesis de que a los presos se les tortura y Euskadi es un Estado policial; con el peligro de que al grupo social que bebe de esas fuentes, al que no se le puede detener ni juzgar si no delinque, crece y quiere tener una voz. Cuando debería ser al contrario: dejar a ETA sin ningún pretexto, por rídiculo que parezca, para que quede aislado socialmente (el camino largo y díficil).

Volviendo a Israel, ¿no cree que para ser una democracia estamos dando por sentado demasiado a la ligera que a los terroristas hay que matarlos y que las bajas civiles son un mal inevitable o menor? Las Democracias detienen y juzgan a los terroristas (aquí lo hacemos así, y no se nos da mal). Sé que los conflictos no son comparables -Usted lo ha dicho- y no quiero que se me entienda mal pero, si lo que se pretende es descabezar a Hamas ¿no resulta raro que el país que tiene el mejor servicio de inteligencia del mundo tenga que organizar semejante escándalo para acabar con ellos?

Y todo esto, Señor Urbina, al calor de unas elecciones donde no se ha dejado de sondear a la opinión pública y donde se ha comprobado con cierto regocijo que el ministro del interior y candidato a la presidencia ha subido un par de puntos sobre su contrincante, la ministra de asuntos exteriores, a la que se había acusado de tibieza sobre el conflicto en cuestión. El 85% de los israelíes apoya la invasión terrestre. Mucho me temo que el 15% restante no la apoya no por falta de ganas sino por miedo a las bajas. En tiempos convulsos el pueblo mira a sus mandatarios y éstos deben irradiar seneridad y no fanatizarlos, esto me parece irresponsable. Esta última frase me refiero, claro está, a Israel. De Hamas la exigencia resutaría ridícula.

Sebastián Urbina dijo...

1.
Usted habla de la época franquista. Yo me refiero a la etapa democrática. Estuvimos a punto de derrotarles. Solamente la actitud irresponsable de Zapatero lo impidió. No hay mucho que comprender. Al asesino se le juzga y se le mete en la cárcel.
2.
No es necesario matar a los terroristas. Sería mejor detenerles como a los delincuentes. Pero, en la práctica, es imposible. Y la gente quiere seguridad.
3.
Lo anterior está relacionado con esto. No creo que las autoridades quieran fanatizar a la gente. Creo que los políticos pretender satisfacer las exigencias ciudadanas. O sea, quieren seguridad.El instinto de supervivencia es tan grande que, normalmente, cederán parcelas de libertad en favor de una mayor seguridad. Usted dice que los afectados pueden tomar represalias. Siempre es así. Pero no en todos los países se reacciona de la misma manera.En España mucha gente se preguntó, ante el atentado como el 11-M, ¿qué habremos hecho?; en otros países las fuerzas políticas se unieron para luchar y castigar al enemigo común. De todos modos, si a usted no le convencen, por ejemplo, artículos como los de H. Tertsch, no hay nada que hacer. No vale la pena discutir.