lunes, 4 de mayo de 2009

ALIANZA DE CIVILIZACIONES.


El despacho de Jean-Paul Costa es la última instancia en materia de Derechos Humanos en Europa y aunque no se vea, está literalmente inundado de casos sin resolver. «En los últimos 15 años -dice- el número de países del Consejo de Europa ha aumentado con la caída del muro de Berlín. Tenemos 800 millones de potenciales justiciables, el tribunal es cada vez más conocido y los abogados y las ONG alientan cada vez con más frecuencia a recurrir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, algo que en sí está bien, pero el resultado es que tenemos demasiados casos. El año pasado hemos recibido cincuenta mil nuevas demandas y ya tenemos más de cien mil en los armarios del tribunal».
-¿Cómo resolver entonces esta situación?
-Aunque muchos de esos casos no tienen ninguna posibilidad de prosperar, porque no se refieren a ningún aspecto de la Convención de Derechos Humanos, hay que estudiarlos de todos modos. Para solventar esto, los Estados miembros habían diseñado el protocolo 14 que da la posibilidad de que un solo juez en lugar de tres se ocupe de los casos que ya se ve que no tienen posibilidades o que tres jueces en vez de siete se encarguen de los casos bien fundados, pero que se refieren a un asunto repetitivo. Para ello falta la ratificación de Rusia, y esperamos que la reunión de ministros que se celebrara en Madrid el 12 de mayo se pueda decidir al menos que el protocolo lo puedan aplicar los demás países.
-Rusia es el país que más denuncias produce.
-Es paradójico, porque en realidad reformas como la del juez único -que solo tendría potestad para rechazar la admisión de los asuntos-_ no puede perjudicar a los Estados. Pero aun con esta reforma, será necesaria una reflexión a largo plazo, que esperamos que se anuncie también en Madrid.
-De todos modos, las estadísticas son evidentes : cuatro países concentran más de la mitad de los recursos (Rusia, Turquía, Rumania y Ucrania); algo no debe funcionar bien allí.
-Evidentemente
-¿Y qué hace el Tribunal ?
-Alentamos a todos los países a introducir en la legislación interna los principios de la carta europea de derechos humanos y la jurisprudencia de nuestras sentencias. Pero lo que más nos ayudaría, evidentemente es que el trabajo se hiciera en los propios países. España, por ejemplo, tiene el recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional y, si mira las estadísticas, el número de recursos no es muy elevado. El problema es que hay ciertos países donde todavía no se han habituado a tratar los asuntos de derechos humanos.
-Por desgracia, Europa se ha convertido en una isla dentro de un mundo donde las democracias estamos en minoría.
-Si la Declaración Universal de los Derechos Humanos se se volviera a someter a votación en la ONU, no estoy seguro de que hoy pudiera ser aprobada. Pero soy un poco más optimista que usted por lo que se refiere a la evolución de la democracia en el mundo.
-¿Podríamos pensar en un Tribunal Mundial de Derechos Humanos?
-Ni yo ni usted lo veremos. Creo que hay ciertas moléculas en Europa, en América, y poco a poco esas moléculas irán ocupando el espacio, pero hace falta mucho tiempo.
-En Europa se produce una confrontación entre los principios defendidos por el Consejo de Europa y ciertas comunidades como la islámica. ¿Cómo piensa que evolucionará esta situación?
-Creo que estamos condenados a un dialogo intercultural entre los moderados de los dos campos. El Tribunal ha considerado que la Sharía es incompatible con los valores del Consejo de Europa porque contiene castigos corporales, como cortar la mano y otros, que van contra el artículo 3 de la Convención. Pero me puedo imaginar un momento en el que haya legislaciones que puedan conseguir un común denominador entre las dos sociedades.
-Pero para llegar a un acuerdo,las dos partes deben ceder algo en sus posiciones...
-No en lo que se refiere a lo que consideramos el núcleo duro universal, como la tortura por ejemplo. Sobre esto es muy difícil transigir. Pero sobre otros aspectos que son más relativos, se puede entrar en materia de interpretación, como de hecho ya ocurre. (Enrique Serbeto/ABC)

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