'Nuestra generación deberá arrepentirse no tanto de las odiosas palabras y acciones de las malas personas como del clamoroso silencio de la buena gente'. (Martin Luther King)
¿CÓMO HEMOS LLEGADO A ESTO?
No hay obra humana que sea perfecta, ni hay mal que cien años dure. Así, el período llamado ‘la Transición’, fenómeno político que provocó la admiración y los comentarios de medio mundo, se arrastra penosamente por los suelos. Su expresión, el Estado de las Autonomías, esta carcomido por la ineficiencia, las duplicidades, el gasto público fastuoso, la corrupción y su metamorfosis en reinos de taifas. ¿Cómo ha sido posible?
Doy por sentado que no hay una única respuesta que conteste a todos los interrogantes. Sugeriré la causa que me parece más relevante, en inevitable conjunción con muchas otras, de mayor o menor importancia. Me refiero a la deslealtad constitucional. En concreto, a la deslealtad constitucional de los nacionalistas periféricos.
Aunque, hoy, sería más preciso llamarles separatistas periféricos. Ya se han quitado las caretas por completo.
Es sabido, que la Constitución española, en su Título VIII, De la organización territorial del Estado. Principios Generales, establece:
2. Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales.
1. Todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado.
Si el contenido de estos artículos no se hubiera negado, u obviado, por buena parte de los políticos y ciertas interpretaciones jurídico-políticas, y si la ley electoral no hubiera permitido un representación de los partidos nacionalistas, muy por encima de los votos obtenidos, la situación actual sería diferente y mejor.
Pero lamentarse no sirve de nada. Lo acuciante es afrontar la realidad actual, aunque apetezca largarse y apagar la luz al cerrar la puerta. Por tanto, y dado que los comportamientos actuales de los partidos separatistas sólo se diferencian en intensidad de sus comportamientos anteriores, no hay que abrigar esperanzas. Seguirán igual, o peor.
¿Qué se puede hacer? Quejarse es un deporte muy practicado. Además, algunos miedosos suelen añadir, con voz circunspecta: ‘no hay nada que hacer’. Nos encontramos, pues, con algunos ciudadanos partidarios del destino, del hado. Una hilera de acontecimientos que nos conducen, de forma inexorable, a un final predestinado. En nuestro caso, a la desintegración de España. A ritmo de vals, o a ritmo de samba. Pero destino fatal.
Por supuesto, los separatistas periféricos saltan de alegría al ver que muchos españoles no se ven capaces de apoyar y defender a su patria. Se dan por vencidos antes de luchar. ¡Magnífico!
Aunque mi opinión de la clase política, en general y con las honrosas excepciones de rigor, es pésima, no creo que la responsabilidad sea exclusivamente suya. A fin de cuentas, en una democracia, los políticos son elegidos por el pueblo. Sin ir más lejos, el Presidente Zapatero ha sido elegido dos veces. ¡Dos veces! O sea, todo pueblo tiene el gobierno que se merece, si puede elegirlo.
Dicho esto, los diez u once millones de votantes del partido popular (y los que sean del partido socialista) se han quedado ayunos de guía política y de principios. No glosaré la irresponsabilidad e incompetencia de Zapatero. Me centraré en Rajoy. No dudo de que este señor es mejor político que Zapatero. Tampoco es difícil. Pero esta no es la cuestión.
En momentos de grave crisis institucional y moral de nuestra sociedad (la crisis económica, siendo grave, no es la peor), unos dirigentes que representan una opción política diferente a la del socialista Zapatero, no pueden ni deben centrarse, exclusivamente, en la gestión económica. Esta actitud tecnocrática es defendible en situaciones de normalidad política. Pero ahora estamos viviendo momentos de anormalidad. No es suficiente con hablar del precio de la leche.
¿Por qué los dos grandes partidos han pactado con los separatistas antiespañoles? Porque han carecido de sentido de Estado (cada uno con su respectiva cuota de responsabilidad), y porque la antidemocrática ley electoral (no respeta el principio de ‘un hombre un voto’) les ha concedido a los separatistas el papel de bisagra política. Con su típica deslealtad, han exprimido al partido que les necesitaba para gobernar. Es decir, nos han exprimido a nosotros, a los españoles. Y, encima, se han hecho y se hacen, las víctimas.
En 1978, millones de españoles saltaron alborozados con la llegada de la democracia. Y creyeron que nuestros problemas políticos, superado el franquismo, estaban resueltos. En fin, espero que hayamos aprendido algo en estos treinta años. La democracia no se defiende sola. Tampoco la libertad. La democracia y la libertad necesitan ciudadanos comprometidos que las defiendan.
Por desgracia, los políticos (no todos) son parte del problema que estamos viviendo. No son la solución. Mediocres, en buena parte corruptos o consentidores de la corrupción, serviles con sus jefes y al servicio de los intereses del partido. No al servicio de los intereses de los españoles.
O los ciudadanos estamos dispuestos a organizarnos, para defender la Constitución (antes de ser manoseada), o la clase política nos hundirá, todavía, más. Esta regeneración de la vida política puede y debe hacerse (así nos lo dice el artículo 6 de la Constitución) con los políticos decentes que compartan nuestros objetivos de regeneración democrática. Lo de políticos ‘decentes’ no lo dice la Constitución.
O seguir sentados en el sofá, y quejarnos de nuestra desgracia.
Sebastián Urbina.
2 comentarios:
Sebastián,
Yo creo que la Transición puso en marcha la cuenta atrás de la descomposición de España. En la Constitución, en la ley electoral se concedieron muchos privilegios e importancia a los nazionalistas. Con el cuento de "hay que integrarlos en el sistema" son ellos los que _han acabado con el sistema_. La bomba había de estallar antes o después, era cuestión de tiempo; pero claro, al llegar al gobierno alguien que toma a España por "un concepto discutido y discutible" pues se juntaron dos remos en la misma dirección.
La cuestión "buenística" de que "hay que integrar", ya sea minorías étnicas, ya sea nazionalistas, ya sea minorías sexuadas, etc... están rompiendo España a jirones (si no está rota ya).
M'agrada molt la lletra de l'himne d'España.
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