miércoles, 21 de julio de 2010

SOCIALISMO REAL.










LOS VERDUGOS, PREMIADOS.

Es la única interpretación posible de los permisos concedidos a presos etarras encarcelados en Nanclares de Oca. Quienes acumulan decenas de asesinatos reciben un trato privilegiado: Iñaki Rekarte y Andoni Muñoz de Vivar, condenados a nada menos que 203 y 67 años de cárcel respectivamente, han accedido a un programa personalizado que les permite salir de la cárcel los días de diario. Y otros siete presos disponen de un régimen tan atenuado que pueden estar 36 días al año fuera de la cárcel. Entre los asesinos que gozan de este trato figuran históricos como Kepa Pikabea, implicado en una decena de atentados, o José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, antiguo jefe político e ideólogo de ETA, sentenciado, entre otros delitos, por inducción del asesinato del juez Broseta.
Ésta es la gente a la que Rubalcaba ha puesto en la calle, más preocupado por el bienestar de los etarras que por la seguridad de los españoles.

Estas medidas, en términos de política penal, merecen todo el rechazo: por mucho que el ministro alegue su condición de arrepentidos, el arrepentimiento no se puede medir, mientras que sus asesinatos son dolorosamente objetivos. Hacen frente a sus penas por esos actos de terrorismo con los que se condenaron a sí mismos, y no hay ninguna razón jurídica para que no cumplan con un castigo que, recordemos, es la satisfacción que exige la sociedad. ¿O es que acaso el arrepentimiento verbal de un violador o de un ladrón le consigue el perdón parcial de las autoridades? Las víctimas exigen desde hace años el cumplimiento íntegro de las penas para los etarras, sin atajos. Cuando Rubalcaba alega que en Nanclares ya no hay presos de ETA, miente descaradamente, porque esos asesinos están ahí por matar en nombre de la banda. Por lo demás, ¿qué garantías tenemos de su arrepentimiento efectivo? Incluso, ¿qué garantías ofrece un personaje tan poco creíble como el ministro? El mismo que, durante la última negociación y tregua trampa, mintió al decir que el proceso de deposición de armas estaba verificado, cuando ETA no hacía sino rearmarse, como demostró meses después en el atentado de la T-4.

El Gobierno continúa así lo que Mayor Oreja considera una “política de gestos”, necesaria en el marco de una negociación. No es nuevo: ya hemos visto cómo Díez Usabiaga salía de la cárcel con la más endeble de las excusas. Por suerte, no faltan quienes señalan la verdad: si desde Voces contra el Terrorismo apuntan que estas excarcelaciones son “moralmente inaceptables”, Alcaraz ve una “negociación sumergida” entre ETA y el Gobierno. Por otra parte, es indignante cómo Rubalcaba intenta hacer un ejercicio de confusión, alegando que medidas como ésta dividen a los presos de ETA.

Burda excusa: lo que se hace no es sólo poner a asesinos en la calle, sin garantías de que no vuelvan a matar, sino que también se envía un mensaje a la cúpula etarra sobre la bondad que está dispuesto a desplegar con ellos el Gobierno incluso aunque los terroristas no hagan ningún gesto. ¿Qué hará ahora Rubalcaba? ¿Declarar él la próxima tregua trampa en nombre de ETA? Curiosamente, mientras la banda ve cómo el Gobierno lava su imagen y prepara el terreno para que pueda presentarse a las elecciones, los mismos etarras ya están preparados para lanzar su habitual campaña de terrorismo de todos los veranos. (La Gaceta)

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