domingo, 14 de agosto de 2011

INMIGRACIÓN, GUETO Y MARGINACIÓN







INMIGRACIÓN, GUETO Y MARGINACIÓN.




Dice el sociólogo Amando de Miguel:

El gueto, en el sentido antiguo de la palabra, no es problemático si es para proteger su cultura y su lengua, pero hay que rechazar el sentido de gueto moderno de marginación”, asegura el sociólogo, porque “es cuando llegan los problemas”, como está pasando estos días en Londres’.


Se refiere a la violencia de los días ocho y siguientes de Agosto de 2011, en las calles de Londres. Aunque, posteriormente se ha extendido a otras ciudades.


Opino lo contrario. El gueto puede ser problemático, también, cuando es para proteger la cultura.


Veamos este caso. Si la cultura que, supuestamente, se ha de proteger no es contraria a nuestros valores constitucionales básicos, a los fundamentos de nuestra vida en sociedad, no hay necesidad de protección. Podrán ejercerla libremente.


El problema aparece cuando hay culturas que chocan frontalmente con nuestros valores básicos. Uno de los típicos ejemplos, aunque no el único, es la costumbre de sajar el clítoris a las niñas. Llegados a este punto, o hay que proteger su cultura, o no. Si se protege, se está permitiendo la violación de un derecho humano básico. El derecho a la propia integridad personal, física y psíquica.



La alternativa democrática es no permitirlo. Esto supone que no vamos a respetar su cultura. Ni debemos. Al menos en este aspecto.
Veamos, ahora, el problema de la ‘marginación’:


 Situación de aislamiento, rechazo o trato de inferioridad en que vive una persona o un grupo de personas a causa de la falta de integración en un grupo o en la sociedad’.


Según A. De Miguel, ahí estarían los problemas. Distingamos entre aislamiento y falta de integración, por una parte, y rechazo y trato de inferioridad, por otra. Si es lo primero, no tenemos que echar las culpas a la sociedad receptora. El que llega tiene que tratar de integrarse. No sólo tiene derechos.


El problema serio es el del rechazo. Sólo sería admisible cuando la persona rechazada renuncia a integrarse y a respetar las normas mínimas de convivencia de la sociedad receptora. En tal caso, la sociedad receptora no es responsable de ‘los problemas’, como dice eufemísticamente el sociólogo, que provoquen los rechazados.

Sebastián Urbina.
(Publicado en La Gaceta/Baleares)

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