domingo, 3 de enero de 2016

INFANTILIZACIÓN PLANIFICADA.










INFANTILIZACIÓN PLANIFICADA.


La máxima: ‘a pasarlo bien que son dos días’, expresa una importante y desastrosa característica de nuestra sociedad. Por supuesto, no es nuestra sociedad la única. Uno sospecha que esta visión de la vida no ha llegado como la primavera. Ya saben: ‘la primavera ha venido; nadie sabe como ha sido’. El caso que nos ocupa es diferente.

La infantilización de la sociedad está vinculada, entre otras cosas, al intervencionismo estatal. A pesar de que no es un fenómeno de nuestros días (basta leer ‘La República de Platón’ para comprobarlo) sí es un fenómeno aceptado por buena parte de políticos y ciudadanos de las sociedades democráticas.

Creo que una idea central es la de que el mercado, fuente de desigualdad, tiene que ser controlado por el Estado. ¿Para qué? Para evitar que las desigualdades inherentes al capitalismo, a la economía de mercado, vayan demasiado lejos. ¿Quién decide que las desigualdades han ido demasiado lejos? La izquierda, que por algo es moralmente superior. Pero también, como diría Hayek, los socialistas de todos los partidos. Lo que es una manera de expresar la sumisión del individuo al grupo, a la mentalidad colectivista, y al intervencionismo estatal.

O sea, la fuente principal de la infantilización de nuestras
sociedades es la de tratar de conseguir la igualdad. No la igualdad entendida como ‘igualdad de oportunidades’ o ‘igualdad ante la ley’ sino la igualdad entendida como igualitarismo, como igualdad en los resultados finales. Esto implica una permanente y sistemática intervención estatal para conseguir ‘la justicia’. La ‘justicia’ entendida al modo izquierdista.

Pongamos un ejemplo. En la temporada futbolística de 2011, leí que dos futbolistas de un equipo de 2ªB, habían declarado:"Los futbolistas son mercancía; si vales vales y si no fuera’’.

Es decir, lo fetén es que los dirigentes de los equipos de fútbol fichen a jugadores, aunque sean unas patatas. De este modo se evita la desigualdad y la competitividad. Lo bueno es que se mantenga en el equipo a jugadores que ‘no valen’. Así se mostraría que no son ‘mercancías’. Este es un ejemplo de igualitarismo, o de estupidez igualitarista. De justicia de izquierdas. La consecuencia es que desaparece el mérito. Da igual ser bueno o malo. Da igual rendir o no rendir, o rendir menos. ¿Acaso no somos todos hermanos?

Esta simpleza nos muestra la inviabilidad práctica del igualitarismo. Si lo aplicamos al ámbito educativo, nos encontramos con otro absurdo. Igualdad (o tendencia a la igualdad) en los resultados. ¿Qué quiere decir esto? Que lo importante no es lo que hayas estudiado y lo que sabes de las materias que tienes que examinarte. Lo realmente importante es que, al final, todos seamos iguales. O casi. Con independencia de los méritos de cada uno. Todos hermanos, repartiendo el bocadillo y cogidos de la mano. ¡Viva la LOGSE!

Claro que los izquierdistas hilan muy fino. Resulta que los hijos de las familias ricas tienen ventajas inmerecidas sobre los hijos de las familias pobres. Solución. O se hace la revolución, para eliminar (falsamente, pero esa es otra) la existencia de ricos y pobres, con los resultados catastróficos conocidos, o igualamos las notas de ricos y pobres. Por tanto, para compensar la injusticia (desigualdad) creada por el capitalismo, igualemos- o casi- los resultados. Esta es la consecuencia. Los informes PISA nos sitúan en el pelotón de cola de Europa en calidad educativa. ¡Éxito socialista, porque socialistas han sido todas las leyes educativas!  

En este contexto, en el que no se permite ‘sufrir’ a nadie, porque el sufrimiento es de derechas y de la Iglesia Católica, hay que intervenir para que todos seamos felices. Ni notas bajas, ni fracaso, ni nada. ¡Que nadie destaque!
  La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) advierte a España: nuestra educación está más orientada a aprobar que a aprender.

Resumiendo, se trata de pasar de la habitual sobreprotección de mamá, a la de Papá-Estado. ¿Qué le sucede a un niño sobreprotegido? Que se convierte en un gilipollas, débil y, a la vez, dictador. En muchas familias españolas, por desgracia, los niños ‘exigen’ a sus padres. Es lo que les han enseñado, o consentido. Que tienen derechos pero no deberes. Además, la autoridad es de derechas.   

¿Existen remedios mágicos para evitar esta desgraciada situación? No los hay, pero las políticas que fomenten la libertad, la responsabilidad, el respeto, el esfuerzo y el mérito, irán por el buen camino. Es decir, el camino contrario a la infantilización. Aunque no debamos olvidar que en la metafórica carrera de la vida, hay gente que se
queda rezagada por circunstancias ajenas a su voluntad, y hay que ayudarles. Pero esa es otra.

 M. Rojas, en ‘Reinventar el Estado del bienestar’, nos dice que Suecia tuvo que pasar del ‘Estado benefactor’ al ‘Estado posibilitador’. Lo que supone la participación del sector privado en la satisfacción de las llamadas ‘necesidades básicas’ de las personas.

O sea, complementariedad entre Estado, sociedad civil y
mercado. La redistribución de la riqueza está orientada (en el llamado ‘Estado posibilitador’), a crear igualdad de posibilidades, más que a maximizar la gama de derechos sociales gratuitos y universales. Que es la característica del ‘Estado benefactor’ que defiende- demagógicamente- nuestra izquierda de progreso sin regreso, pero que ha devenido inviable, como ya sucedió en Suecia. Y la derechona acomplejada que no se atreve a copiar a los suecos.

 Retomando el problema de la ‘infantilización’, ¿qué quiere el 'adulto infantilizado’? Hacerse el ‘niño’ aunque no lo sea. ¿Por qué? Porque quiere ser un inmaduro perpetuo y no asumir responsabilidades. Porque quiere tener ventajas, aunque sean inmerecidas. Como cuando mamá le daba lo que quería por el simple hecho de ser ‘el amorcito de mamá’.  Y si no está mamá, queremos a ‘papá Estado’ para que lo pague todo, desde la cuna a la tumba. A costa del dinero de los demás, especialmente de los malvados ricos. Pues eso. Resentimiento e infantilización de la sociedad. Podemos.

Sebastián Urbina.

(Publicado en ElMundo/Baleares/31/Diciembre/2015.)

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