sábado, 6 de mayo de 2017

LA TRAGEDIA SOCIALISTA.









LA TRAGEDIA SOCIALISTA.

EL PSOE Y LA CUESTIÓN NACIONAL.

La recogida de avales para las primarias del PSOE ha puesto de manifiesto que el partido no sólo está dividido en torno al modelo de organización que representan las distintas candidaturas. También ha puesto de relieve la profunda fractura territorial que atraviesa el PSOE. El debate sobre qué tipo de partido y qué tipo de discurso deben enarbolar los partidos socialdemócratas es una discusión en la que el PSOE participa junto al resto de partidos del centro-izquierda europeo en el actual escenario post-crisis.

 Sin embargo, la cuestión nacional es un problema particular que agrava más, si cabe, la crisis de la socialdemocracia española.


La relación del PSOE con la idea de España ha sido históricamente conflictiva. El PSOE que lideró González a partir de Suresnes defendió el derecho de autodeterminación en el marco de las alianzas estratégicas de la política antifranquista. En cambio, en 1982, en una entrevista concedida a El País pocos días después de ganar las elecciones, Felipe González afirmaba: «¿Sabes lo que dicen del nuevo Gobierno español en Estados Unidos? Pues que somos un grupo de jóvenes nacionalistas. Y no les falta verdad. Creo que es necesaria la recuperación del sentimiento nacional, de las señas de identidad del español». 

En su primera presentación como candidato a La Moncloa, el propio Pedro Sánchez se envolvió en una gran bandera de España bajo el lema El cambio que nos une. Hoy, en cambio, se presenta a las primarias del PSOE como el garante de una España plurinacional que encarna la idea de «nación de naciones» que puso en circulación José Luis Rodríguez Zapatero

Lo que subyace a estos cambios de posición es una versión española de lo que el histórico socialdemócrata alemán Karl Renner llamó «política del radicalismo verbal» para justificar las ambigüedades de su partido: pronunciamientos ideológicos radicales y un comportamiento político moderado. 

La cuestión nacional es un problema que agrava la crisis de la socialdemocracia.

La actual fractura territorial tiene su reflejo en dos ideas de España. Ambas fácilmente identificables en los discursos de los aspirantes a liderar el PSOE y, al mismo tiempo, difícilmente reconciliables, por mucho que se esgrima la fórmula federal como punto de encuentro. Para una parte del PSOE el partido debe ensanchar su base electoral asumiendo el discurso de los nacionalistas y guiar un proceso de reforma de la planta territorial del Estado cuyo corolario sería el reconocimiento de Cataluña, Galicia y el País Vasco como naciones. Para la parte restante, el actual Estado-nación se percibe como sinónimo de proyecto de solidaridad. Es decir, como el mejor instrumento para garantizar la cohesión social y evitar que el principio nacional se imponga a la igualdad entre los españoles.

Aunque esta fractura no es nueva, recuérdese la oposición clásica de Chaves, Ibarra y Bono frente a la política del PSC de Maragall. Lo característico del discurso del PSOE cercano a las tesis nacionalistas es que ha sido siempre un discurso de oposición a la derecha. Siendo así, el PSOE se podía permitir sostener la pancarta por la autodeterminación en el Aberri Eguna de 1978 y votar en contra de ese mismo derecho meses después en la redacción de la Constitución. La novedad actual, sin embargo, radica en que esta división territorial está siendo movilizada ad intra en un proceso de primarias y con consecuencias irreparables para el partido si la división se intensifica


Como nos enseña el profesor Angelo Panebianco, la vida de los partidos, en tanto que organizaciones, viene condicionada, en gran medida, por los valores que se incorporan en su momento fundacional. En el caso del PSOE, la ausencia de una idea de España explícitamente formulada desde la Transición, sea cual fuere ésta, explica su ambigüedad histórica ante la cuestión nacional. Sin embargo, las contradicciones que antes servían a una estrategia de poder, hoy pueden pasar a ser una amenaza para la supervivencia de la propia institución.

 (Jorge del Palacio/El Mundo.)



EL SUICIDIO DEL SOCIALISMO ESPAÑOL

Inverosímil será. Pero puede ocurrir. Los 53.117 avales que han dado a Pedro Sánchez sus compañeros de militancia son la mejor explicación del nigérrimo futuro que aguarda al Partido Socialista Obrero Español. Ya hemos dicho tantas veces que las primarias garantizan una elección equivocada que es inútil repetirlo.

Lo peor para el PSOE y para la democracia española es que un partido en el que un porcentaje tan alto de sus afiliados sigue creyendo que la mejor opción de futuro es estar encabezados por el candidato que por dos veces llevó al PSOE a los peores resultados de su historia no puede ser una verdadera opción de Gobierno

Puede que todavía el aparato del PSOE consiga dar a Susana Díaz más votos que a Pedro Sánchez. Pero la foto en la línea de la meta de la recolección de avales es extremadamente reveladora. Igual que los socialistas franceses escogieron en sus primarias a un candidato que todos sabían que era el más extremista y menos aceptable por la mayoría del electorado, más de 53.000 afiliados del PSOE creen que deben ser liderados una vez más por Sánchez a ver si a la tercera consigue enterrar para siempre el partido de Iglesias Posse y garantiza el futuro del de Iglesias Turrión. 

No está de menos mirarse en el espejo del Partido Socialista Francés, que desde tiempos de Mitterrand ha sido fuente de inspiración para los socialistas españoles. Miren el resultado de tirar por la ventana la candidatura de Manuel Valls y ofrecer al electorado a Benoît Hamon: 6,36 por ciento de los votos, quinta fuerza política de Francia, sólo 1,66 por ciento por delante de Francia en pie del parvenu Nicolas Dupont-Aignan. Así de bajo han llevado las primaria al socialismo francés y eso mismo pueden hacer con el socialismo español. 

Esto ya no tiene arreglo. Los militantes del Partido Socialista han tenido muchos meses para valorar si la decisión del Comité Federal del pasado 2 de octubre fue la correcta o no. 

Si a España le hubiera ido mejor con las instituciones políticas bloqueadas o con un Gobierno en el que el PSOE estuviese en manos de Podemos. Está claro que más de 53.000 militantes de ese partido prefieren la opción podemita. Y aunque finalmente se impusiera Susana Díaz el próximo 21 de mayo, un partido político en el que un porcentaje tan alto de sus afiliados opta por elegir como líder máximo a quien por dos veces ha sido rechazado sin contemplaciones por el electorado español es un partido que no tiene visión de España ni visión de lo que debe de ser la alternativa viable de la izquierda en nuestro país. 

Dicho lo cual, parte del problema también está en las alternativas disponibles. De una parte Patxi López, del que si se confirma su cifra de 10.866 avales tiene en la mano la fuerza necesaria para inclinar la balanza hacia uno u otro de los candidatos. Pero este López no es exactamente Metternich, como ya demostró en su efímera Presidencia del Congreso de los Diputados. Presidió el Gobierno vasco gracias al respaldo que le dio el Partido Popular y desde Ajuria Enea hizo todo lo posible por laminar al PP vasco. Así le ha ido después al PSOE por esas tierras.

 Y la tercera opción, Susana Díaz, representa la región de mayor paro y corrupción (los silenciados ERE) de la democracia española. Con el agravante de que es la única autonomía en la que nunca ha habido un Gobierno alternativo en el que no estuviera el PSOE presidiéndolo. 

El 21 de mayo el PSOE va a hacer un daño inconmensurable a la democracia española.

Ramón Pérez-Maura/ABC

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