jueves, 11 de abril de 2019

PADRES, HIJOS Y LEGISLADORES





PADRES, HIJOS Y LEGISLADORES.

La Audiencia Provincial de Pontevedra ha fallado contra una madre que abofeteó a su hijo por negarse a ir a la ducha. El tribunal le ha impuesto una pena de dos meses de prisión al considerarle autora de un delito de maltrato en el ámbito de la violencia doméstica.

 Aquella infausta noche, el rechazo del menor, de diez años de edad, a ir a la ducha originó una discusión que acabó con un ‘par de bofetadas’ a cargo de su madre, que ocasionaron un pequeño enrojecimiento por el que fue atendido en primera instancia por los servicios médicos.

El castigo fue eliminado de la redacción del artículo 155 del Código Civil con la Ley 11/1981 y se mantuvo en el art. 154 la facultad de corrección "de forma moderada y razonable". Posteriormente, este derecho de corrección se ha suprimido en la redacción literal del art. 154 tras la reforma operada por la Ley 26/ 2015, de 28 de julio.

Apoyándose en recomendaciones del Consejo de Europa, el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero eliminó esa opción: en consecuencia, ningún cachete, ni bofetada, ni colleja de los padres a sus hijos es legal en España desde esta reforma socialista de 2015.  Por tanto, los padres- actualmente- y gracias a la reforma de Rodriguez Zapatero, podrán ser condenados, como esta madre gallega.

Dice Javier Gomá, filósofo y director de la Fundación Juan March: La autoridad hay que merecerla, siendo un ejemplo para los hijos y alumnos que se siga por persuasión y no por coacción’.  Estas palabras del filósofo Gomá parecen concordar con la redacción de la ley de 2015 mencionada. O sea, nada de cachetes. Todo ha de hacerse por persuasión.


Artículo 154 (C. Civil)
Los hijos no emancipados están bajo la potestad de los padres. La patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos, de acuerdo con su personalidad, y con respeto a su integridad física y psicológica … Además,
 los padres podrán, en el ejercicio de su potestad, recabar el auxilio de la autoridad.

Empecemos por ‘recabar el auxilio de la autoridad’. Imagine que usted sabe que su hijo tiene un examen dentro de tres días. Cuando llega a casa, come algo y se mete en su cuarto para jugar con el móvil y el ordenador. En un momento determinado, el padre o la madre, le dicen al hijo que basta de jugar y que se ponga a estudiar. Supongamos que el hijo contesta: ‘No me da la gana’.

Los padres tienen varias opciones. Una de ellas es darle una colleja. ¡A tus padres no se les contesta de esta manera tan maleducada! Acto seguido la colleja.  El hijo, consciente de sus derechos- no de sus obligaciones, lo que es muy progresista- se pone el abrigo y sin dar ninguna explicación se dirige a la puerta de entrada para marcharse. El padre y la madre- aunque podría ser peor y que los padres estuvieran separados y el hijo sólo tuviera que lidiar con un progenitor, en vez de dos- se plantan delante de la puerta.

Los padres quieren saber adónde quiere ir el hijo. Ha oscurecido y no es normal marcharse sin decir ni pio. El hijo amenaza a sus padres. Si no me dejáis salir por las buenas pondré dos denuncias, una por la agresión física- léase, la ‘colleja’- y otra por impedir por la fuerza el ejercicio de mi inalienable derecho a la libre circulación.  El hijo, que había recibido unas clases de Derechos Humanos en el colegio, suelta sin pestañear: ‘’El artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce el derecho a la libre circulación al proclamar que “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”.

El padre- ya se sabe, la violencia enfermiza de los hombres- tiene unas ganas locas de arrearle una segunda colleja. La madre que le conoce bien- no en vano conviven desde hace más de veinte años- le pone su mano en el antebrazo. ‘No Manuel, que sería peor’. Acto seguido, los padres se retiran de la puerta y el hijo Manolito- Lito para los amigos- sale con aires de vencedor. ¿Adónde va? A la policía. ¿A qué? A denunciar al padre que usó la violencia física contra él.

A partir de aquí le aliviaré el calvario de los padres. Por una parte, el dolor/humillación por haber sido denunciados por su hijo. Por otra parte, policía, juzgados y una previsible sentencia condenatoria. Como la madre gallega de Pontevedra. ¡Qué escándalo! ¡Cómo es posible! Sin contar que el periódico local saca la noticia en un lugar destacado. ¡Colleja paterna a un adolescente!

La tragicomedia puede seguir otros derroteros. Por ejemplo, los padres, en vez de la saludable colleja- si se hace con mesura y como último recurso- deciden ir a la policía. A pedir ayuda a ‘la autoridad’. Imaginen la escena. Unos padres compungidos y avergonzados se dirigen al policía de guardia:

‘Venimos a recabar el apoyo de la autoridad’.

¿De qué me habla, dice el policía?

Que nuestro Manolito no quiere hacer los deberes. Ya no sabemos qué hacer.

 Pueden imaginar lo que pasaría en la vida real. Incluso si los policías fuesen educadamente exquisitos, les daría la risa floja. Es ridículo. Pero es un ridículo de los ridículos legisladores que- de paso- han quitado la autoridad a los padres. Porque la inmensa mayoría de padres quieren a sus hijos y no dan una colleja por capricho. Además, exigir que los padres lo consigan todo por ‘persuasión’ es una idiotez, lo diga Agamenón o su porquero, como se dice en el Juan de Mairena de Antonio Machado.

¿Se imaginan a los padres tratando de persuadir al hijo estudiante de que debe estudiar- porque es la tarea de los estudiantes- y Manolito jugando con su móvil y dando la espalda, desdeñosamente, a sus alucinados y desesperados progenitores A y B?

 PD. Han aumentado, alarmantemente, las agresiones de hijos a padres. ¿Por qué será?

Sebastián Urbina.

(Publicado en ElMundo/10/4/2019.)


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