viernes, 2 de octubre de 2020

ALGUNAS VERDADES SOBRE RELIGIÓN Y POLÍTICA

 

ALGUNAS VERDADES SOBRE RELIGIÓN Y POLÍTICA.

 

Un amigo descreído me envía lo siguiente:

“Conversación en el año 33.

A. - ¿Se ha enterado ya de la última novedad?
B. - No. ¿Qué ha sucedido?
A. - ¡El mundo está redimido!
B. - ¡Qué dice!
A. - Sí, Dios ha asumido forma humana y se ha dejado ejecutar en Jerusalén: de ese modo, el mundo está ahora redimido y el demonio ha sido rechazado.
B. - ¡Oh, qué cosa tan encantadora!”

La cita al parecer es de Arthur Schopenhauer (Senilia, 1855, pág. 180).

Entiendo muy bien la autosuficiencia que lleva a burlarse del cristianismo. Yo mismo pensé así durante años. Estaba equivocado. Para conocer la verdad hacen falta ante todo dos cosas: humildad y honestidad intelectual. Humildad, para reconocer nuestros propios límites. Honestidad, para estar abierto a cambiar de opinión si la evidencia lo aconseja.

¿Qué sabemos realmente? Nada. La materia es un misterio tanto si profundizamos a niveles microscópicos, como si nos alejamos explorando el universo. Tras cada puerta que traspasa la ciencia se abre otra.

Llevar el materialismo a sus últimas consecuencias conduce al absurdo. Hablemos por ejemplo de la libertad. Uno se siente libre: puede decidir hacer una cosa u otra. Pero para los materialistas, son las neuronas, la materia de nuestro cerebro, la que determina completamente nuestro comportamiento. En tal caso: i) no somos realmente libres; la libertad sería una mera ilusión; y ii) nuestra capacidad para conocer queda seriamente en entredicho, puesto que falla en algo tan básico como nuestra propia percepción. El ser humano queda convertido en un simple trozo de carne producto del azar y no podemos conocer con seguridad nada, ¡ni siquiera las premisas materialistas!

Por tanto, en realidad cualquier cosa es posible. No tenemos argumentos racionales para descartar a Dios. La fe es escándalo para la razón, pero al mismo tiempo la fe es razonable.

El siguiente paso es descubrir a Cristo. Interesa ahora apuntar solo un par de ideas al respecto.

Primera: existen modos de conocer al margen del pensamiento racional. El racionalismo es un reduccionismo. Es renunciar a emplear parte de la mente. Cuando uno redescubre el cristianismo ya de adulto, se entera de que la presencia de Dios dentro de uno mismo y las consolaciones y mociones del Espíritu Santo son moneda común en todos los santos. Es como si la Iglesia en cierto modo ocultara esta realidad a los profanos por una especie de vergüenza ante el pensamiento hegemónico materialista. Creo que es hora de decirlo claramente: es posible percibir sin duda alguna la presencia de Dios, y no hay nada mejor. En este sentido los cristianos seríamos tan hedonistas como el resto, solo que hemos descubierto un placer, un bien, al lado del cual otros placeres son pobres espejuelos y bisutería sin valor.

Segunda: una prueba contundente de la realidad de Cristo, aunque solo sirve para quien la experimenta, es que realmente “funciona”. Cuando nos unimos a Él (por los sacramentos y la oración) somos capaces de cualquier cosa, de superar cualquier adversidad, de sobrellevar cualquier tribulación, mientras que cuando nos separamos, la menor tontería se convierte en una montaña.

Por eso algunos me acusan de hablar como si estuviera en posesión de la verdad: no me pueden hacer dudar de algo que experimento, y además yo ya estuve donde ellos, y rectifiqué. Un testigo no es soberbio por limitarse a explicar lo que vio, rechazando preguntas capciosas de un interrogador que pretende hacerle dudar. Es cierto que hay aspectos de la realidad que no alcanzamos a comprender, pero como dice San John Henry Newman, “diez mil dificultades no hacen una sola duda”.

Y aquí enlazo con la política, como muchos seguramente estaban esperando. “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian” (Lc 6, 27). Lo digo porque en conversaciones que voy teniendo, algunos creen que por hablar claramente de política, se es una especie de radical fanático de ultraderecha llevado por el odio. Este artículo se publicará mañana 1 de octubre, día de Santa Teresita del Niño Jesús. Santa Teresita estuvo rezando intensamente por un asesino convicto que iba a ser ejecutado. Antes de la ejecución, el asesino inesperadamente besó el crucifijo que le ofrecía un cura. Santa Teresita estaba convencida de que se arrepintió de sus crímenes antes de morir y que gracias a ello pudo salvarse.

No hay que odiar a nadie, ni siquiera a Pedro Sánchez ni a Pablo Iglesias. Al contrario, recemos por ellos, porque su ansia de poder nos pierde a todos. Ello no está reñido con denunciar sus abusos y obstaculizar sus planes antidemocráticos. “Pablo Iglesias es demócrata”, me dice un amigo. El comunismo no es demócrata. El “socialismo del siglo XXI” que predomina en Hispanoamérica, tampoco, ni ayudan a los pobres, sino que los multiplican. Estas son cosas que también hay que decir claramente, porque han sido demostradas en la teoría y en la práctica. Quien tenga oídos, que oiga.



(Gabriel Le Senne/MallorcaDiario/1/10/2020.)

 

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