miércoles, 31 de marzo de 2010

JUECES, IZQUIERDA, CRISTIANISMO.

Actualizado Miércoles , 31-03-10.
La Sección novena de la Sala de lo Contenciosos-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha admitido a trámite el recurso presentado por la Asociación 'Preeminencia del Derecho', representada por los letrados Encarnación Martínez y José Luis Mazón, para la retirada del Cristo de Monteagudo de su ubicación actual, una parcela propiedad del Ministerio de Economía y Hacienda en la pedanía murciana del mismo nombre, según la resolución a la que ha tenido acceso Europa Press.

Según la resolución, la Sala da un plazo "improrrogable" de cinco días al Ministerio de Economía y Hacienda para que le remita el expediente que desestimó, por silencio administrativo, la petición presentada por la Asociación y sus representantes de retirar "el símbolo religioso del espacio público". Asimismo, el escrito admite que se persone en el procedimiento el Ayuntamiento de Murcia y la Asociación 'Letrados por el Derecho y la Cultura', que se oponen a la retirada del Cristo de Monteagudo. Por último, señala que esta resolución del tribunal puede ser recurrida en el plazo de cinco días.

«Lo diga quien lo diga, el Cristo no se toca»El portavoz del grupo parlamentario popular, Juan Carlos Ruiz, ha mostrado su "sorpresa y estupefacción" tras conocer la noticia y ha afirmado que "lo diga quien lo diga, el Cristo no se toca".

En un comunicado de prensa Ruiz ha señalado que está "absolutamente convencido" de que el Gobierno regional "preservará este símbolo patrimonio de todos los murcianos y llevará hasta las últimas consecuencias su defensa", y ha recordado que el presidente de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, ya se refirió a este asunto, afirmando que prefería: "ser juzgado por mantener una actitud de rechazo a cualquier intención de quitar el Cristo a que me juzgue el pueblo por no defender algo en lo que creo profundamente".

Según el portavoz parlamentario del PP, se está "entrando en una peligrosa dinámica de cuestionamiento sistemático de nuestros orígenes, nuestros símbolos y de nuestra historia", y ha agregado que "la tolerancia es el mayor de los nexos para la convivencia".

Así mismo, ha asegurado que el Partido Popular de la Región de Murcia "dice no a la intención de quitar este símbolo, no a cualquier intento de vulneración de derechos, de tradiciones y de devociones con respecto al Sagrado Corazón de Monteagudo". (Agencias/Madrid/ABC)
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JUECES, IZQUIERDA Y CRISTIANISMO.
La izquierda quiere eliminar las bases ideológicas de la cultura occidental. Familia, propiedad privada, economía de mercado y cristianismo. La utopia es la mercancía averiada con la que quieren eliminar este mundo tan asqueroso. Han fracasado militarmente, han fracasado económicamente. Ahora toca controlar las ideas. Piensen que en las Universidades y en los medios de comunicación, tanto profesores como periodistas progres, son clara y abrumadora mayoría.

Aconsejo leer 'El socialismo', de L. von Mises, Unión Editorial.
Si no les gusta leer libros extensos, un buen substituto podría ser 'La gran mascarada' de J.F. Revel. Aunque no son intercambiables.
Sebastián Urbina.

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Qué debemos al cristianismo

En la España de 2007, la Ideología cabalga desbocada y la Historia es escrita al margen de la Historia. El cristianismo es la oscuridad, la tiniebla, el fundamentalismo, la violencia, la irracionalidad, la opresión y el temor. En la competición por escribir la Historia a golpe de Ideología, lo mismo vale un concursante de Gran Hermano que un insigne escritor armado de un aristocrático bastón: la nación española, el capitalismo, América, el cristianismo han de ser erradicados.

En los albores del siglo XXI, dos supuestos extremos se dan la mano: el progresismo cristófobo europeo y el totalitarismo islámico. Ambos anuncian a los cuatro vientos la liberación final y la construcción de un hombre nuevo, a golpes de Educación para la Ciudadanía o de mochilas bomba. El primero, entre gritos pacifistas, empuja al continente europeo por el tobogán de la Historia, deleitándose especialmente en la cristofobia, el desprecio, el escarnio hacia los creyentes. Desconoce sin duda el futuro que le espera en manos de los enviados de Alá, y corre y arroja Europa a los brazos del islamismo teocrático.

Para escándalo del progresismo creyente, para irritación de los islamistas de cabecera, la Historia desde la Historia parece mostrar un panorama diferente. La principal virtud de Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental,de Thomas E. Woods, es la virtud de los declarados por la izquierda historiadores malditos: narrar hechos, citar nombres, proporcionar fechas. Si estos datos hablan solos, ¿para qué cubrirlos de ideología? En el rearme histórico liberal-conservador, la llamada a los hechos constituye el contrapunto respecto a la historia abstracta de la izquierda. Es el caso de este libro que Ciudadela brinda ahora al público español.

Con el asombro y la energía que llamaron la atención de Tocqueville cuando estuvo por tierras americanas, Thomas E. Woods recuerda los pilares cristianos de la civilización occidental. Lo había hecho parcialmente en The Church and the Market (2004), donde recuerda cómo el cristianismo se adelantó en mucho tiempo a Smith o a Hayek en la defensa de las virtudes del libre mercado, con un fundamento humanista. En la presente obra, Woods amplía este estudio a la ciencia, la educación, el derecho internacional, y a la base y culminación de todo ello, la democracia y los derechos humanos.

Con amargura, Woods se lamenta de los mitos cristófobos norteamericanos, especialmente de la visión enferma y enfermiza que se tiene del Medievo. Lo cierto es que, cuando los Estados europeos se dedicaban a la barbarie, la Iglesia atrincheró en sus universidades la filosofía, la ciencia, la literatura. Mientras la política guerreaba, la Iglesia preservaba el legado de Aristóteles, Maimónides o Cicerón. Representaba, en fin, la luz frente a la oscuridad; justo lo contrario de lo que se enseña en las escuelas a los jóvenes norteamericanos y europeos.

La conclusión última del libro de Woods no está escrita, ni siquiera en el prólogo de monseñor Cañizares: en la clasificación de peligrosos criminales de la Historia, los políticos y los miembros de las intelligentzias ocupan los primeros puestos. Durante siglos, sólo la Iglesia clamó contra las injusticias cometidas por la política; sólo el poder espiritual clamó contra el poder temporal cuando éste hacía y deshacía a su antojo. En el marcador macabro de la Historia, en el tanteo de víctimas inocentes, los políticos ganan a los curas por goleada; a menudo, éstos ni siquiera sobrevivían para seguir jugando el partido.

Durante el siglo XX, en nombre de la libertad internacional, la izquierda observó impávida cómo el Ejercito Rojo arrasaba todo rastro de vida allí por donde pasaban sus vehículos blindados y sus fuerzas populares. Hoy, los mismos afirman solemnes la necesidad de hacer justicia contra el cristianismo. Pero, como recuerda Woods, la legalidad internacional o los derechos de los nativos preocuparon a Francisco de Vitoria y a Francisco Suárez muchos siglos antes de que, en nombre del derecho internacional o de las Naciones Unidas, se pervirtiesen tales conceptos y se amparara el crimen en Sudán, Corea o Irak. Hoy, mientras organizaciones no gubernamentales y funcionarios onusinos hacen de la solidaridad un negocio, la Iglesia ejerce la caridad en los lugares más remotos del globo; no en vano fue ella, recuerda Woods, quien se adelantó a todos los demás en estas misiones.

Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental hace justicia a una Historia real sepultada bajo una Historia ideal. Ocultos por el affaire Galileo, los nombres de Copérnico, Buridán, Pasteur o Riccioli son tan inseparables de la historia del cristianismo como de la ciencia occidental. Ni la ciencia, ni la sanidad pública ni el concepto esencialmente cristiano de dignidad humana serían posibles sin la presencia de Dios en el horizonte, para escándalo de islamistas y progresistas. Como afirmó sin descanso Juan Pablo II, Europa será cristiana en el siglo XXI o, simplemente, no será. Porque lo provocativo del libro de Woods no es recordar que Occidente es cristiano, sino que es esencialmente cristiano.

Max Weber, que no dudaba del papel de la religión en la sociedad, se preguntaba con fines metodológicos qué hubiese sido posible si los griegos hubieran perdido la batalla de Maratón, si el helenismo humanista hubiera sucumbido ante el martillo teocrático de Darío el persa. Hoy, dos mil quinientos años después, engañarse carece de sentido. Si el cristianismo no hubiese echado raíces y cobrado fuerza en Europa, ni la ciencia, ni la filosofía ni la literatura serían lo que hoy son. Y, sobre todo, la democracia sería un recuerdo de los pensadores atenienses.

Hoy, de nuevo, los tambores de guerra asiáticos, la brutalidad llegada del Oriente, amenazan las fronteras de la ilustración y el humanismo. Queda por ver si el mundo que Woods retrata en el libro aguantará como aguantó la tropa de Milcíades en el año 490 a. C.

Thomas E. Woods Jr., Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental, Ciudadela, Madrid, 2007, 276 páginas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y por qué no habla de las barbaridades que hicieron los Papas en la antigüedad, como por ejemplo ayudar al rey de Francia y a Simó de Monfort contra la floreciente y más avanzada sociedad cátara, allá por el siglo XIII?

¿Por qué no habla del apoyo del Vaticano, o de su silencio, durante la barbarie de Hitler contra los judíos?

¿O por qué no habla del apoyo de la Iglesia al "glorioso movimiento nacional" en el 36, y a la delación de gente de izquierda, para su posterior detención y en algunos casos, fusilamiento, y al posterior apoyo al régimen de Franco?

¿O por qué no habla, ya más actualmente, de los múltiples casos de pederastia de curas o párrocos católicos, y de la tibia condena de Benedicto XVI a éstos, diciendo chorradas como que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, cuando de lo que se trata, en realidad, es de delincuentes que tendrían que estar en la cárcel?

Sebastián Urbina dijo...

También se puede hablar de los más de siete mil (7.000) asesinatos de religiosos, religiosas y creyentes, en general, por parte de la izquierda, en la II República española.
O el odio enfermizo que buena parte de la izquierda sigue teniendo hacia la Iglesia Católica. No hacia el Islam, curiosamente.
La breve historia de la izquierda (comparada con el cristianismo) es pródiga en muerte y pobreza. Mucho más que el cristianismo. Unión Soviética. China, Corea del Norte, Cuba....
Yo, por ejemplo, que no soy creyente (de lo que no presumo, ni me escondo) no había sentido tanta simpatía por la Iglesia Católica como ahora. Y se lo debo al sectarismo enfermizo de la izquierda.
Siga así, pero no esperen que mucha gente les escuche. No tienen autoridad moral.