viernes, 9 de julio de 2010

ESPAÑA ESTÁ AHÍ.







ESPAÑA ESTÁ AHÍ.


La gran celebración que ha acogido el triunfo de la selección española permite constatar ciertos fracasos. Uno es periodístico y político. Nadie grita ¡la Roja! El intento de extender al fútbol el tabú que impide mencionar a España en España no cuaja. La gente sigue apegada al nombre de la nación, erre que erre y dale que dale. Mira que se ha hecho por erradicar la mala costumbre. Pues nada. Ahí estaban decenas de miles de personas la otra noche, desgañitándose al grito de ¡España!, desde Bilbao hasta Cádiz y de Vigo a Barcelona. ¿Milagros del fúrbol?

Quienes no residen en lugares donde la condición de español ha de llevarse de forma clandestina, pueden minusvalorar la explosión de patriotismo que el Mundial ha detonado. Pero allí donde se sufre en vivo y en directo la presión nacionalista hay plena conciencia de la transgresión que supone cualquier exhibición de españolidad y de sus costes. Valgan como ejemplos la agresión de que ha sido víctima un "español de mierda" en Pamplona y los ataques contra escaparates y edificios que ostentaban la rojigualda en Galicia. O, en otro registro, la consternación en TV3 ante la fiesta que recorría las calles barcelonesas.

A una, que no es futbolera ni patriotera, le gustaría que el apego a la nación se demostrara en asuntos que apelan más a la razón que a las emociones y más a la política que al deporte. Pero parece mucho pedir tras décadas de constante cuestionamiento de España y un trabajo de ingeniería social destinado a borrar cualquier atisbo de su existencia. Tanto pesa y asfixia esa losa, que la espontánea vindicación de España a la que asistimos sólo podía ser apolítica. Un apoliticismo que sirve de coartada para expresar un sentimiento natural que aquí está vetado y se sabe que lo está.

El nacionalismo periférico y sus aliados en el centro martillean continuamente, sin tregua ni descanso, por la sencilla razón de que si aflojan un instante su cargante y mediocre tiranía, España rebrota. En el caso de que fuera una ficción la nación española, el pesado contencioso que arrastramos podría resolverse al gusto de los secesionistas y los Zapateros de turno. El problema, ay, es que España existe. En cuanto se le deja un respiro, una pizca de tierra, una grieta en el asfalto, vuelve a salir la puñetera. (Cristina Losada/LD)

3 comentarios:

filósofo dijo...

Sebastian,

Lo que pasa es que los nacionalistas catalanes (y los otros) _sólo_ "construyen" "su nación" basándose en ataques, en la negación y el odio hacia España. Esa es la gran diferencia entre ellos y nosotros. No habría ningún problema en esto si las fuerzas de seguridad del estado cumplieran con su obligación e impidiesen el amedrantamiento de la población "no nacionalista"; pero no es así y por ello estos nazionalistas abren brecha porque nadie les hace cara.

Sebastián Urbina dijo...

Lo que nos lleva a otra reflexión. La democracia se sustenta, no solamente sobre la base de las instituciones democráticas sino, además, en la presencia activa de los ciudadanos. Esto falla. Y se aprovechan los separatistas y los rojos que no creen en España. O sea, 'la nación española es un concepto discutido y discutible'. No la nación catalana, por ejemplo. ¡Y se trata del Primer Ministro del gobierno español!

filósofo dijo...

Sebastián,

Desde, calculo yo, Filesa-Malesa-TimeExport, los politicos corruptos aprendieron la leccion: hay que medrar de una manera mas sibilina.

¿ Como es posible que la Generalidad Catalana financie organizaciones separatistas como Omnium cultural y sus gobernantes no sean juzgados por malversacion de caudales publicos ? ¿Como no va a haber desde ciertos sectores apego al nacionalismo si es de lo que comen y en muchos casos en la razon de su existencia ? Por qué no intervienen los fiscales, los tribunales de cuentas.... todo se va corrompiendo... no se diferencia al gobernante de su partido, al partido de su hacienda particular y asi... El de Iznajar atiende muy bien a la idea de fascismo, que es por definicion un socialismo solo para mi territorio.