SARAH PALIN DISPARÓ.
El caso se cerró a los pocos minutos de perpetrada la matanza y no queda ya duda alguna. Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska y musa del Tea Party, es la autora intelectual del tiroteo contra una congresista y sus acompañantes. Cierto que no apretó personalmente el gatillo, pero las pruebas de que incitó ese infame acto de violencia son irrefutables. El más concluyente de los indicios es un mapa. Palin señaló en ese mapa, ¡con dianas!, a la malherida Gifford y a otros candidatos demócratas. Lo clásico, unos señalan y otros disparan.
No nos pongamos tiquismiquis recordando que el Partido Demócrata ha empleado el mismo procedimiento gráfico. ¡Ni compares! Sólo a los del Té se los ha retratado empuñando armas en plan Rambo y sabíamos que era cuestión de tiempo que las usaran contra sus rivales. ¿Qué otra cosa, si no, iba a hacer esa gente de la América "rural, inculta y salvaje"?
La segunda prueba terminante es el contexto. Palin y su banda han generado un "clima de odio" sin precedentes. Su incendiaria retórica tenía que acabar perturbando a alguien, máxime a alguien joven e inestable como el autor material de los disparos. ¿Acaso no determina el contexto social las vidas y los actos personales?
Felizmente para el argumento, hemos olvidado el "clima de odio" creado por la Izquierda durante el mandato de Bush, cuando la Derecha era fascista y el presidente un nuevo Hitler, que se deleitaba en el asesinato de niños y en el obsceno intercambio de "sangre por petróleo". Era una retórica fuerte, sí, pero justificada y, además, la Izquierda es la única con legitimidad moral para hacer uso de la indignación estridente, la hipérbole, la rabia y el insulto.
En esta sentencia que se ha dictado contra Palin y sus huestes, el menor de los detalles es cuanto se refiere a la condición y el móvil del criminal. Poco importa que no perteneciera al Tea Party. Es perfectamente irrelevante si había visto alguna vez el mapa de Palin. O si sabía quién era esa señora. Recibió su perniciosa influencia a través del aire que respiraba. El odio de la Derecha flotaba en la atmósfera, él lo inhaló y actuó en consecuencia. Para qué queremos texto cuando tenemos contexto. De lo contrario, el acto carecería de significado político y ello, ay, nos privaría del placer de culpar a los conservadores. Hasta los abundantes llamamientos a recuperar el civismo y la tolerancia en el debate se hacen desde la presunción de que es el Tea Party quien lo ha "envenenado". En otras palabras, y gruesas, la denuncia del odio se está utilizando para exacerbarlo. (Cristina Losada/ld)
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EJEMPLO DE ARTICULO ROJERAS.
O SEA, LA CULPA ES DE LA DERECHONA.
LA IZQUIERDA NUNCA CRISPA Y SI PASA ALGO NO ES CULPA SUYA. ¡¡¡Aznar asesino!!!
Sembradores del odio, de Miguel Ángel Aguilar en La Vanguardia
Los médicos tratan de salvar la vida de la congresista demócrata por Arizona, víctima del atentado del sábado en Tucson que la ha dejado malherida. La lista de muertos incluye a su asistente Gabe Zimmerman, al juez Federal John M. Roll, a Cristina Taylor Gren, una niña nacida el 11-S del 2001, a Phyllis Schneck, a Darwin Stoddard y a Dorothy Morris, y los heridos de diversa consideración, algunos muy graves superan la decena. La matanza ha conmovido al país, que desde la elección de Obama está zarandeado por los sembradores del odio agrupados en el Tea Party de Sarah Palin y azuzados sin cesar desde la cadena Fox.
El autor de la masacre, Jared Lee Loughner, que disparaba un arma semiautomática, pudo ser detenido en el acto. Ya se acumulan pruebas, basadas en las notas inconexas de su caja fuerte y en sus mensajes difundidos mediante YouTube, para encapsular el hecho, exculpar a los agitadores del Tea Party y la Fox, que se disponen a perseverar en sus tareas de crispación, y tranquilizar al público con dosis de patriotismo tan horrorizado como acrítico. Así pasó cuando el asesinato de John Kennedy y en tantas otras ocasiones. Prevalecerá la versión de que estamos ante un asesino aislado, que actúa por oscuras motivaciones a conectar con perturbaciones psiquiátricas.
En una línea analítica más exigente, Paul Krugman preguntaba a sus lectores de The New York Times si al escuchar la noticia de Arizona quedaron completamente sorprendidos o si en alguna medida esperaban que pudiera ocurrir alguna atrocidad como esa. Añadía que él estaba entre los de la segunda opción y precisaba que se imponía huir del pintoresco equilibrismo a la hora de repartir las culpas de la crispación entre republicanos y demócratas. Después abordaba la siembra del odio y sus consecuencias cuando cada uno se provee libremente de armas. Roser Martínez Quiralte, en su libro Armas: ¿libertad americana o prevención europea? (Ed. Ariel. Barcelona, 2002), muestra que en Estados Unidos, donde impera la libertad para adquirirlas, el número relativo de reclusos por homicidio era 17 veces mayor que en España. Parece imposible acabar con esa barbarie, la misma de Pancho Villa de “primero disparen y después verigüen”. (Reggio's)
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