martes, 13 de mayo de 2014

EL LENGUAJE DEL ODIO.









EL ODIO. (Con motivo del asesinato de una política del PP)

 

¿Es casualidad que dos ediles socialistas- mujeres por más señas- justificaran, a su modo, el asesinato de una política del Partido Popular?


¿Tendrá algo que ver el Pacto de Tinell por el que se pretendía excluir al Partido Popular de las instituciones democráticas? ¿Y el ‘cordón sanitario’ contra el PP?


¿Y las declaraciones de la periodista y escritora Maruja Torres, diciendo que ‘los votantes del Partido Popular son unos hijos de puta’?


La escritora Almudena Grandes, además de hacer chascarrillos sobre monjas violadas, dijo textualmente, el 27/03/2007, que le gustaría "fusilar" cada mañana a dos o tres voces que le "sacan de quicio". Lo dijo durante la presentación de un libro. Ya pueden imaginar que las voces son de ‘la derecha’.

 

 'La izquierda ya no tiene ideas. Sólo enemigos'.
(Alain Finkielkraut.)



Otra edil del PSOE gallego, Beatriz Martínez Sancho, concejala en el Ayuntamiento de Meis (Pontevedra), dimitirá por justificar en un comentario la muerte a tiros de la presidenta de la Diputación y del PP de León, Isabel Carrasco.
Horas después de que la concejala en Vilagarcía Susana Camiño dimitiera y pidiera perdón por escribir en Facebook "quien siembra vientos recoge tempestades", en referencia al crimen, Martínez Sancho ha publicado un comentario en Facebook en el que amenaza al presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán, miembro del PP. La edil, además de ponerle sobre aviso, le califica como "sinvergüenza" y persona que "se enriquece con dinero público".

La frase literal publicada en su Facebook es: "Cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar. Tiembla Louzán que la gente anda muy desesperada y los sinvergüenzas que se enriquecen con dinero público terminan pagando. Parece esto Sinaloa... jaja". Además, la edil acompaña el texto con la noticia de la muerte de Carrasco.

A pesar de que el perfil de Facebook de la edil se encuentra cerrado al público, alguno de sus contactos hizo una captura de pantalla que empezó a circular por las redes sociales.


Desde la ejecutiva del PSOE de Galicia confirman que Martínez Sancho hará oficial este miércoles su dimisión, tal y como le ha solicitado esta tarde el partido, y renunciará a su acta de concejal.

 (ld/Agencias)

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EL LENGUAJE DEL ODIO EN LA IZQUIERDA ESPAÑOLA.

"Pajilleros, reprimidos, grasientos, puteros, siniestros, mirones clandestinos, fetichistas de la mugre, cobardes y acomplejados". Así calificaba hace pocos días el director de la cadena SER, Daniel Anido, a sus rivales ideológicos. 

Ahora que se ha deshecho la espuma del salivazo progresista, reflexionemos. ¿Por qué y cómo puede alguien con responsabilidades públicas –la dirección de la primera cadena de radio del país- recurrir a tan hediondo arsenal? Descubriremos que se trata de un típico reflejo de la retórica progre. Análisis de discurso.

Empecemos poniendo el asunto en su contexto. La generación progre tiene un problema, y es que encarna en sí misma un apabullante fracaso histórico. En nombre de la libertad apoyó a regímenes dictatoriales que ejecutaron las mayores matanzas que la humanidad ha conocido. En nombre de la igualdad ha terminado proponiendo políticas de discriminación que crean una nueva casta de privilegiados. En nombre de la emancipación sexual alentó una “liberación” que se ha traducido en la multiplicación exponencial de la industria pornográfica. En nombre de la tolerancia ha desarrollado un sectarismo de lo “políticamente correcto” que es profundamente intolerante. En nombre de la educación predicó planes de enseñanza que han creado generaciones enteras de hombres y mujeres sin formación. En nombre de la libertad de costumbres favoreció cosas como el consumo de drogas, que se ha traducido en una atroz esclavitud. Y así sucesivamente.

Del brutal choque con la realidad ha surgido un estilo retórico muy singular, cargado tanto de odio como de victimismo, y doblado todo ello con un injustificado (pero que muy injustificado) sentimiento de superioridad moral. Ahí cabe la tremolina del docto Anido: "Pajilleros, reprimidos, grasientos, puteros, siniestros, mirones clandestinos, fetichistas de la mugre, cobardes y acomplejados". El grado cero de la inteligencia, el grado diez de la retórica.

El lenguaje del odio

Semejante carga de odio no sorprenderá a quienes conozcan, siquiera sea someramente, los gruesos anaqueles de la literatura panfletaria moderna. Ejercicios como el de Anido son particularmente abundantes desde la Revolución francesa, y muchos de ellos traslucen su misma falta de talento. La subliteratura republicana española, por ejemplo, pertenece al mismo género. Hay en el texto de Anido muchos rasgos que lo emparentan con los panfletos jacobinos contra los vendeanos y con las atrocidades frentepopulistas contra la Iglesia; todo nace en el mismo humus ideológico.

Pero si los términos del ataque no sorprenden, llama sin embargo la atención el oscuro mecanismo psicológico del autor, que expele proyectiles de odio contra alguien a quien al mismo tiempo acusa de extender el odio, de manera que el denunciante asume la misma actitud que reprocha al denunciado. Este mecanismo psicológico, que en vano se intentará fundamentar en actitudes racionales, se llama proyección: uno reprocha al otro lo mismo que uno hace. En el plano de la subliteratura política, es muy característico de la fase “soviética”, cuando el asesino de masas, para justificar su acción, acusa a la víctima de asesinar a las masas.

A partir de este momento, la invectiva deja de poseer valor objetivo, la realidad material desaparece, se prescinde de los hechos y entramos en una fase de construcción imaginaria de las cosas, es decir, en una fase propiamente mítica del relato político, donde el equilibrio psicológico del individuo naufraga. Privado de referencias materiales, objetivas, fácticas, el sujeto sólo vive en la medida en que logra acompasar su acción al mito político. El resultado frecuentemente desemboca en la demencia. Es el caso de aquellas víctimas de las grandes purgas stalinistas que, ante el tribunal, pedían su propia ejecución por haber traicionado a la Revolución; en un plano menos luctuoso, pero quizá más trágico, vale el caso de esos mozalbetes atiborrados con sobredosis de subliteratura revolucionaria que golpean y aterrorizan a la gente en nombre del pacifismo.

Cuando el discurso ideológico abandona la realidad de los hechos, las palabras se convierten en objetos sólidos que sólo valen por su peso fonético o por sus connotaciones secundarias, no por su semántica real. “Pajilleros, reprimidos, grasientos, puteros, siniestros, mirones clandestinos, fetichistas de la mugre, cobardes, acomplejados”. Son palabras que en realidad sólo tienen valor en la medida en que despiertan determinadas reacciones emocionales en el autor y en el público que comparte su mismo sentimiento. Fuera de esa tribu léxica y, desde luego, fuera de ese contexto, son palabras que carecen de relevancia, y lo mismo podríamos sustituirlas por “húsares, autocaravanas, queso de Cabrales, zapatilla, cedro y luminaria”.

Un aspecto importante del rosario –con perdón- de insultos de Anido es la insistencia en el aspecto sexual. El valiente tribuno no llama a sus enemigos “fascistas”, “explotadores”, “capitalistas”, “reaccionarios”, etc., términos tópicos de la vieja literatura de izquierdas, sino que recurre al vocabulario de la vida sexual. Esto tiene su importancia porque incide en la transformación del discurso de izquierda en los últimos años, que derivado desde lo económico hacia lo genital. Pero de eso hablaremos otro día.

 (José Javier Esparza/El Manifiesto)

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